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miércoles, 20 de mayo de 2015

Jesús ora por nosotros para que no nos desalentemos y superemos esa desazón que se nos puede entrar en el alma

Jesús ora por nosotros para que no nos desalentemos y superemos esa desazón que se nos puede entrar en el alma

Hechos,  20, 28-38; Sal 67; Juan 17, 11b-19
Hay momentos en que contemplando el cuadro de la vida que se nos presenta a nuestro alrededor sentimos una cierta desazón en el alma y casi poco menos que quisiéramos abandonar el barco en el que vamos cruzando la mar de nuestra existencia.
No es que queramos ser pesimistas pero contemplamos tanta maldad en el corazón de tantos a nuestro alrededor que de alguna manera nos sentimos como aterrados, envidias y malquerencias, vanidad y falsedad en que se busca solo la apariencia, mentira e hipocresía de la vida donde todo vale con tal de conseguir mis fines, corrupción e injusticia, materialismo y sensualidad como sentido del existir, y así tantas cosas. ¿Podemos navegar en ese mar embravecido de tanta maldad queriendo ser honrados, actuar con rectitud, buscando un sentirnos humanos y hacer siempre el bien aunque nos cueste? Ya decía sentimos una cierta desazón en el alma.
Es el mundo en el que vivimos, aunque tenemos que reconocer que no todos actúan así, pero lo que sucede es que el mal brilla quizá con mayor fuerza que lo bueno y lo justo que muchos llevan en su corazón y que quiere ser en verdad norma y sentido de su actuar y con lo que quieren o queremos hacer un mundo mejor.
Pero no podemos desalentarnos. Hoy hemos escuchado en el evangelio que Jesús ora por nosotros y que no nos va a apartar o separar de ese mundo. Fue a ese mundo al que El vino enviado por el Padre con la misión de la salvación y a ese mundo nos envía a nosotros. Pero quiere darnos una garantía. No nos faltará la asistencia y la fuerza de su Espíritu. Jesús mismo ora al Padre por nosotros; sentado está a la derecha de Dios Padre en los cielos, como lo hemos confesado en estos días de la Ascensión, intercediendo por nosotros porque El es el Mediador de la Nueva Alianza.
‘Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros’, le hemos escuchado pedir hoy en su oración sacerdotal. ‘No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo’, continua diciendo. Para finalmente pedir por nosotros: ‘Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad’.
Santifícalos, conságralos… dice Jesús. Que nos llene de su gracia y de la fuerza del Espíritu. Que nos mantengamos en la unidad. ‘Que sean uno como nosotros’, pide. Es importante esa unidad, esa comunión que tiene que haber entre los que creemos en Jesús y buscamos realizar el Reino de Dios.
Decíamos que brilla fuerte el mal que impregna nuestro mundo, pero tenemos que hacer brillar con fuerza el bien, la bondad, el amor. Sepamos abrir los ojos para encontrar a nuestro lado a todos esos que luchan también por la verdad, por el bien y por la justicia; que sepamos valorar todo lo bueno que hacen tantos y sentirnos en comunión con ellos para que unidos hagamos brillar con mas fuerza la luz del amor que transforme nuestro mundo.
Un gran pecado nuestro es que muchas veces vamos a nuestro aire, queremos hacer el bien pero nos aislamos de los otros, no sabemos unirnos de verdad con todo lo bueno que podamos encontrar. Es importante esa petición que Jesús está haciendo por nosotros para que no nos desalentemos ni decaigamos, para que superemos esa desazón o esa desgana que nos puede entrar en muchas ocasiones.
Unidos nos sentiremos más fuertes para hacer el bien y así vencer las sombras del mal que quieren entenebrecer nuestro mundo.

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