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lunes, 18 de mayo de 2015

Con Cristo a nuestro lado y con la fuerza de su Espíritu no hemos de temer, la victoria de Dios está de nuestra parte

Con Cristo a nuestro lado y con la fuerza de su Espíritu no hemos de temer, la victoria de Dios está de nuestra parte

Hechos,  19,1-8; Sal 67; Juan 16,29-33
Cuando con fe vamos haciendo el camino de la vida, aunque nos encontremos en medio de dificultades, luchas y problemas, podremos escuchar allá en lo más hondo del corazón la Palabra del Señor que nos va iluminando y fortaleciendo en cada momento concreto o en cada situación en la que nos encontremos. Si cada día escuchamos con atención y con fe la Palabra de Dios iremos sintiendo su presencia, descubriendo lo que nos pide y sintiendo su gracia en nosotros. Tenemos que extender muy bien las antenas nuestro corazón para sintonizar con esa voz de Dios que llega a nosotros siempre.
Hoy la palabra que Jesús les dirige a los discípulos está situada en el momento concreto que están viviendo. Es por una parte un anuncio de lo que casi en momentos va a suceder en el comienzo de la pasión. Pero Jesús nos está enseñando cómo El mismo sabe poner su vida en las manos del Padre. Luego lo va a expresar en Getsemaní con su oración o con sus palabras en lo alto de la Cruz, pero ya ahora como en un adelanto lo está expresando también.
‘Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre…’ Es lo que va a suceder desde el momento del prendimiento en Getsemaní. Aunque en la cruz grite con el salmo ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ ahora nos está diciendo ‘no estoy solo, porque está conmigo el Padre’. Por esto terminará diciendo: ‘En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo’.
Pero todo esto que nos dice Jesús es para nuestro bien, para lección para nuestra vida. ‘Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí’. También nosotros muchas veces en la vida podamos sentir esa soledad en medio de nuestras luchas y nuestros problemas, o ante una determinación que hemos de tomar importante para nuestra vida. Podría parecer que nadie nos entiende; podremos estar imaginando qué es lo que van a pensar de nosotros; podremos quizá ver a tantos a nuestro alrededor que ríen felices mientras quizá estamos pasando nosotros amarguras por dentro. Muchas situaciones, muchas cosas en las que podríamos sentir esa tentación de la soledad.
Pues Jesús nos dice que nos cuenta todo esto para que encontremos la paz en El. Hemos de saber sentir que Dios está con nosotros. En estos textos que venimos escuchando y reflexionando en este final del tiempo pascual hemos escuchado una y otra vez el anuncio que Jesús nos hace del Espíritu que nos enviará desde el Padre. Es una manera de decirnos que no estamos solos, que nos acompaña la fuerza de su Espíritu.
Como escuchamos en los Hechos de los Apóstoles a nosotros nos puede pasar como a aquellos fieles de Éfeso. ‘Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo’. No es que nosotros no hayamos oído hablar del Espíritu Santo, pero quizá en nuestra vida es el gran ignorado. No sabemos descubrir su presencia. No sabemos apreciar la fortaleza de la gracia con que siempre, en toda circunstancia, nos acompaña.
Pidamos esa fortaleza del Espíritu; dejémonos inundar por el Espíritu Santo; que ilumine nuestra vida en toda circunstancia. ‘En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo’, nos decía Jesús. Con Cristo a nuestro lado y con la fuerza de su Espíritu no hemos de temer, la victoria de Dios está de nuestra parte.

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