Un retrato maravilloso del rostro amoroso de Dios
Miq. 7, 14-15.18-20; Sal. 102; Lc. 15, 1-3.11-32
‘¿Qué Dios hay como
tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa del resto de tu heredad?’, se preguntaba el profeta Miqueas. Y
como una respuesta hemos ido repitiendo con el salmo ‘El Señor es compasivo y misericordioso… El perdona todas tus culpas…
no nos trata como merecen nuestros pecados…’
Todo hoy es un retrato, ¡y qué retrato! del rostro
misericordioso y lleno de amor de Dios. En todo se nos manifiesta lo que es el
amor y la misericordia del Señor. Todo nos está hablando del amor de Dios.
¡Cómo nos sentimos confortados allá en lo más hondo de nosotros mismos cuando
nos sentimos pecadores pero al mismo tiempo contemplamos lo que es la
misericordia siempre eterna e infinita de Dios! ¡Qué bien nos lo manifiesta el
evangelio en la parábola que nos propone Jesús!
Aquel hijo no había terminado de conocer a su padre.
Por eso se atreverá a andar con reclamaciones y derechos. ‘La parte que me toca…’ le reclama al padre. Como no terminaba de
conocer lo que era el corazón de su padre, tampoco se había conocido a sí
mismo. Emprende caminos de búsquedas egoístas que solo le llevarán al vacío más
grande y a la soledad más infernal.
Con su herencia, con sus riquezas y bienes esperaba
encontrar la felicidad, esperaba encontrarse a sí mismo construyendo su vida al
margen de su padre pero por esos caminos nunca llegaría a la plenitud de su
ser. Cuántas veces recorremos esos caminos equivocados pensando que nosotros
solos, por nosotros mismos, y lejos de quien en verdad nos puede llevar a la
plenitud, vamos a encontrar lo mejor. Aquel hijo no mostró mucho interés por
conocer a su padre y así terminó su vida llena de vacío. Vacío porque no tenía ningún
fundamento interior que le diera fortaleza, valor y sentido.
Cuántos castillos en el aire nos construimos sin darle
un verdadero cimiento y fundamento. Nos ponemos nuestros falsos cimientos que
de nada nos servirán cuando nos apartamos de quien es la verdad de nuestra vida
y nuestra existencia. Así se nos destruirá la vida como un castillo de naipes
que se cae porque no tiene la verdadera estabilidad.
Una cosa fue positiva al final en la vida de aquel hombre.
Tendríamos que aprender nosotros. La soledad y la miseria en la que cayó no le hicieron
hundirse, sino que fue capaz de emprender camino de regreso, aunque fuera con
temores y ciertas desconfianzas. Como no había terminado de conocer a su padre
estaban esos miedos que le turbaban y le hacían desconfiar. Pero algo intuía,
porque al menos pensaba que la bondad de su padre podría admitirle aunque solo
fuera como un jornalero, ya que no como hijo, según pensaba él.
Pero se encontró con un padre, su padre; se encontró
con el amor, con un corazón lleno de ternura que no dejó nunca de esperarle y
de buscarle. Se sentía desnudo y derrotado porque su vida era una miseria, pero
recobró la dignidad porque así su padre siempre le había querido considerar. Es
la túnica nueva, es el anillo puesto de nuevo en su mano, son las sandalias
para sus pies, es el banquete de fiesta que le ofrece porque su hijo que estaba
perdido ha sido encontrado, su hijo que estaba muerto ha vuelto a la vida.
Es el retrato más hermoso del corazón de Dios. Es la
gran manifestación del amor de la misericordia infinita y eterna de Dios que
nos entregó a su Hijo para que nosotros fuéramos para siempre hijos. Es la gran
lección que tenemos que aprender para nuestra vida para que aprendamos a
conocer a Dios, para que aprendamos a no separarnos nunca de Dios pensando que por
nuestra cuenta vamos a hacer las cosas mejor, para que aprendamos a buscar a
Dios, para que aprendamos también a parecernos a ese corazón misericordioso de
Dios.
Como contrapunto aparecen en el texto del evangelio y
en la parábola quienes por una parte critican a Jesús porque busca a los
pecadores y come con ellos, y por otra parte aquel hijo que no llega a
comprender lo que es el amor del padre siempre dispuesto al perdón. Alejemos de
nosotros actitudes así en referencia a los demás. Nos llevaría a más
reflexiones, pero quede aquí y así el mensaje que hoy nos ofrece la Palabra de
Dios.
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