El arrepentimiento y la conversión pasa por los caminos del amor
Is. 1, 10.16-20; Sal. 49; Mt. 23, 1-12
Escuchamos
una nueva invitación a la conversión desde la Palabra del Señor que vamos
escuchando en este camino de cuaresma. Siempre hemos de estar en camino de
superación, de crecimiento espiritual, de renovación de nuestra vida.
En este
camino de nuestra vida espiritual no podemos detenernos ni pensar que ya lo
tenemos todo hecho o somos lo suficientemente buenos. La vida tienes que estar
en continuo crecimiento. Si nos detenemos nos estancamos y fácilmente en la
pendiente de la vida lo que hacemos es retroceder.
Bien
sabemos cuántas influencias negativas recibimos de nuestro entorno que nos
confunden y nos impiden avanzar como tendríamos que hacerlo en nuestro camino
de seguimiento de Jesús. De muchas maneras recibimos influencia del espíritu
del mundo que se convierten en tentación para nuestra vida. Por eso no podemos cansarnos ante la llamada repetida
que se nos va haciendo, que nos va haciendo el Señor para esa renovación de
nuestra vida.
Además si
prestamos atención a la Palabra de Dios que cada día llega a nosotros nos
daremos cuenta cómo se nos van abriendo caminos, cómo nos van apareciendo como
sugerencias de esas actitudes nuevas, de esas cosas mejores que podemos ir
realizando en nuestra vida.
‘Oíd la palabra del Señor… escucha la enseñanza de
nuestro Dios, nos decía el profeta; Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones, cesad
de obrar mal, aprended a obrar bien…’ En el Señor buscamos esa
purificación. Es el Señor el que nos lava y nos sana con su gracia.
Pero esa
gracia del Señor que nos conduce al arrepentimiento de lo malo que hayamos
hecho, nos impulsa también a buscar lo bueno, a caminar por caminos nuevos de
justicia, de amor, de solidaridad.
‘Defended al oprimido, sed abogados del huérfano, defensores de la viuda…’
No es sólo ya el apartarnos del camino malo, del camino del pecado
arrepintiéndonos y convirtiéndonos al Señor, sino que hemos de comenzar a hacer
obrar buenas de justicia y de solidaridad.
Por eso
nos dirá que ‘aunque nuestros pecados
sean como la grana, como nieve blanquearán, aunque sean rojos como escarlata,
como lana blanca quedarán…’ En el amor, en los gestos de solidaridad y
justicia, encontraremos la purificación de nuestros pecados. El amor borra
nuestros pecados, porque cuando estamos realizando las obras del amor estaremos
llenándonos de la gracia del Señor, porque estaremos empapándonos del amor y de
la vida de Jesús. ‘Al que siga buen
camino le haré ver la salvación de Dios’, que fuimos repitiendo en el
salmo.
Son las
actitudes nuevas, los valores nuevos de los que nos habla Jesús en el
Evangelio. No son los honores y las grandezas lo que tenemos que buscar en la
vida, sino desde un espíritu humilde saber buscar lo que es en verdad la
voluntad del Señor. Denuncia Jesús las actitudes de los fariseos y maestros de
la ley. Nos enseña el camino de la humildad y del servicio.
Somos unos
hermanos que caminamos juntos, que nos ayudamos y nos sentimos solidarios los
unos con los otros. Ni padres, ni maestros, ni jefes, sino hermanos que nos
amamos y nos ayudamos. Por eso siempre estaremos manifestándonos nuestro amor y
el amor que es creativo sabrá encontrar en cada momento cómo mejor servir,
ayudar, hacer el bien al que está a nuestro lado.
Por eso
terminará diciéndonos hoy: ‘el primero
entre vosotros será el vuestro servidor. El que se enaltece será humillado y el
que se humilla será enaltecido’.
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