¿De
qué nos estará pidiendo el Señor que nos abstengamos o hagamos ayuno en nuestra
vida de cada día para vivir el gozo de la presencia del Señor?
Isaías 58, 1-9ª; Salmo 50; Mateo 9,
14-15
Parece normal que si estamos viviendo
unos momentos agradables y felices en esos momentos no traigamos al presente
situaciones que nos puedan resultar duras. Tratamos oportunamente de disfrutar
el momento aunque sepamos que luego tendremos que afrontar situaciones que nos
puedan resultar costosas, quizás puedan aparecer carencias que nos pueda
imponer la vida o que quizás nosotros mismos nos imponemos en aras de conseguir
luego algo mejor.
Cuando queremos alcanzar buenas metas
quizás tengamos que pasar por el sacrificio y la renuncia, quizás no tenemos
más posibilidades, pero sabemos que es el camino que nos ayudará en nuestro
esfuerzo por conseguir lo mejor. El estudiante que quiere obtener los mejores
conocimientos y las mejores notas al final, tendrá que renunciar a momentos de
esparcimiento y de fiesta para poder estudiar; el que va a emprender una obra
que es el sueño de su vida, para poder tener lo necesario para alcanzar
renunciará a gastos en otras cosas que aunque buenas no son tan necesarias. Y así
podríamos ponernos muchos ejemplos de la vida que pasan por ese sacrificio en
aras de la meta que quieren alcanzar.
Hoy le vienen a plantear algunos porque
sus discípulos no ayunan como lo hacían los discípulos de Juan el Bautista o
los seguidores de los fariseos. Jesús habla de que los amigos del novio cuando están
en la fiesta de la boda de su amigo, tienen que participar de la alegría de esa
fiesta porque además es la manera de sentirse unidos a El. Y así les pasa a los
discípulos de Jesús, los que queremos seguir a Jesús, vivimos siempre en la
alegría de su presencia y con ese sentido de fiesta. Qué lástima que algunas
veces los cristianos vamos con cara de duelo incluso a nuestras celebraciones
más festivas como tiene que ser siempre la liturgia; qué lástima que los
cristianos no manifestemos más la alegría con que vivimos nuestra fe.
Jesús les dice, sin embargo, que podrán
llegar momentos en que tengan que vivir en ese sacrificio. Así se considera el
ayuno, es la renuncia a algo que necesitamos y que además nos gusta y
saboreamos. Estamos en la cuaresma y hay algunos días que son especialmente
penitenciales; es el momento de ofrecer algo de nosotros mismos, algo que nos
cueste pero que ofrecemos con amor, como un signo y una señal de nuestro
arrepentimiento pero también de que queremos algo mejor en nuestra vida.
Creo que tenemos que ir descubriendo el
verdadero sentido que tiene que tener nuestro ayuno o nuestra abstinencia.
Prescindir de algo que es gustoso para nosotros pero como señal de ese camino
de superación que tenemos que hacer en nuestra vida. Muchas veces tenemos que
decirnos ‘no’ en la vida, porque no todo nos lo podemos permitir, o porque
quizás algo se nos presenta tentador como algo bueno pero nosotros sabemos que
ese no es el camino de rectitud que hemos de vivir; y eso cuesta, y no siempre
tenemos la voluntad firme para hacerlo y no dejarnos arrastrar por la
tentación, y para eso tenemos que entrenarnos.
Sí, entrenarnos, aprender a hacerlo. El
que realiza un entrenamiento por ejemplo para realizar un deporte tendrá que
aprender unas técnicas, tendrá que desarrollar unas cualidades o unas
costumbres, tendrá que dejar quizás malos hábitos o malas manera de hacer
aquellas cosas, para aprender lo que es mejor, lo que hará de él ese buen
deportista que logra metas y triunfos.
Eso en la vida. Siempre nuestro camino
ha de ser un camino de superación y crecimiento. Y eso cuesta, y eso nos exige
dejar a un lado los malos hábitos o rutinas de cómo hacíamos las cosas, eso nos
está pidiendo unas renuncias, un decirnos no. ¿Estaremos entrenados para eso
cuando todo nos lo permitimos, cuando no nos negamos de nada, cuando
simplemente en la vida nos dejamos llevar?
¿No necesitaremos hacer ayuno de algunas cosas? El ayuno que nos está pidiendo el Señor va más allá de unos determinados alimentos. ¿No habrá en nosotros muchas rutinas de la vida de las que tendríamos que ayunar? ¿No tendríamos que ayunar de nuestro mal humor y de nuestros malos modos, de nuestras violencias y malquerencias, de nuestras envidias y resentimientos, de nuestras miradas despreciativas y de nuestras desconfianzas, de nuestras ganas de murmurar y de criticar y de andar siempre con nuestros juicios severos hacia los demás? ¿No tendríamos que aprender a ayudar de tantas vanidades con las que envolvemos la vida, de nuestros sueños de grandeza y buena consideración, de los aplausos que nos halagan? Miremos con atención muchas cosas concretas de nuestra vida de cada día y de nuestras relaciones con los que nos rodean.
Aprenderemos a decirnos no, absteniéndonos
de carne o de golosinas los viernes, pero son de muchas más cosas de las que
tenemos que abstenernos, hacer ayuno. Es algo que seriamente tenemos que
plantearnos. Leamos con atención lo que hoy nos dice el profeta Isaías. Y todo
eso con cara de fiesta porque siempre hemos de sentir la alegría de la
presencia del Señor que nos ama y es nuestro salvador.
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