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miércoles, 5 de marzo de 2025

Con el miércoles de ceniza emprendemos un camino de silencio y de interiorización que nos conducirá a un verdadero camino pascual en nuestra vida

 

Con el miércoles de ceniza emprendemos un camino de silencio y de interiorización que nos conducirá a un verdadero camino pascual en nuestra vida

 Joel 2, 12-18; Salmo 50; 2 Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18

En un mundo de ruidos y superficialidades necesitamos hacer silencio para poder llegar a una profundización de la vida. Todo parece una loca carrera, son los agobios en los deseos de conseguir todo y lo más pronto posible, como es la banalidad con que vivimos la vida que disfrazamos con tantas vanidades. Ensordecidos al final nos encontramos vacíos, aquello por lo que tanto luchábamos porque nos parecía que era lo que nos iba a hacer más feliz, pronto se desvaneció y ni encontramos esa pronta y fácil felicidad ni encontramos un sentido profundo a la vida que parece que se nos diluye y desaparece como agua que se nos escapa de nuestras manos.

Es necesario detenernos, apartarnos de esos ruidos para encontrar un silencio que nos dé paz, un silencio para la reflexión, para encontrar una mirada nueva, para descubrir una luz en el camino, para saber que al final hay una meta por la que merece la pena luchar, superarnos, dejar cosas atrás, despojarnos de vanidades, buscar lo mejor y lo que es primordial. No sabemos como hacerlo, porque esos mismos ruidos que nos envuelven, nos ensordecen para escuchar las llamadas que recibimos seguramente allá en lo más hondo del corazón, pero que nos llegan también por la mediación de la Iglesia y desde la Palabra de Dios.

En ese ruido de la vida, en medio de tanto bullicio de nuestro mundo, con tantos guiños que recibimos de todas partes y que nos distraen pudiera sucedernos que nos pasara desapercibido este miércoles de ceniza que hoy celebramos. Para algunos ha perdido incluso su sentido, a lo más les es un anuncio de que pronto en cuarenta días llegará la semana santa, pero si no captamos todo su sentido se nos puede quedar, como me decía una persona estos días, es que nos ponen una cruz de ceniza en la frente y ya está.

Lo llamamos de ceniza, es cierto, por ese signo que la liturgia emplea en este día, la imposición de la ceniza. Pero eso tiene un sentido. Es la puerta que se nos abre y nos invita a entrar en nuestro interior para hacer ese silencio que tanto necesitamos. Es cierto que tiene ese sentido penitencial que nos recuerda que somos pecadores, que nos recuerda la nada de nuestra vida que se nos puede quedar en polvo de ceniza que pronto el viento se puede llevar, pero esos signos nos están hablando de un camino que hemos de iniciar, un camino de interiorización, un camino de búsqueda y de escucha para lo que necesitamos hacer ese silencio interior.

Acostumbrados como estamos a tanto ruido - ¿no encendemos desde que llegamos a casa la televisión para que haya unos sonidos que nos alejen de nuestra soledad aunque ni prestemos atención a lo que aparece en la pantalla? – algunas veces nos molesta ese silencio; nos cuesta hacer ese silencio porque nos vamos a escuchar a nosotros mismos, va a aflorar nuestra conciencia que quizás nos traerá muchos recuerdos que preferimos olvidar, nos va a hacer pensar en algo distinto, nos va a hacer sentir una voz que nos invita a algo nuevo.

Pero tenemos que aprender a dejarnos envolver por ese silencio porque será la manera que al final escuchemos la voz de Dios que nos susurra en nuestro corazón. La liturgia nos irá ofreciendo cada día en este tiempo que comenzamos que llamamos la cuaresma la riqueza de la Palabra de Dios como un camino a recorrer; un camino que será de encuentro con nosotros mismos y con nuestra cruda realidad, de renovación porque nos irá dando pautas de por donde tiene que ir el recorrido de nuestra vida, de vaciamiento de vanidades y superficialidades para poder encontrar lo que dará verdadera riqueza a nuestra vida; un camino que será de pascua porque aprenderemos a ir muriendo a nosotros mismos y a despojarnos de todas esas banalidades con que disfrazamos con vanidad nuestra vida, para encontrar ese vestido nuevo de nuevos valores que nos hará sentirnos hombres y mujeres nuevos.

Es el camino que vamos a emprender. Dejemos, sí, que el signo de la ceniza caiga sobre nuestra frente que nos recuerde lo que somos o en lo que nos hemos convertido. Al final habrá un agua que nos lave, la fuente bautismal ante la que renovaremos en la noche de pascua todo lo que es el sentido de la vida de quien sigue a Jesús y su evangelio.

Habrá sido un camino de pascua porque habremos aprendido a morir a todo ese viejo que hay en nosotros para resucitar a una vida nueva con Cristo resucitado. Ojalá cuando llegue la noche de Pascua lo podamos celebrar con todo sentido. Emprendamos ese camino de silencio e interiorización.

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