Nos
presenta hoy la liturgia cuaresmal una encrucijada, pero la Palabra de Dios nos
deja las suficientes señales para no errar el camino de vida que hemos de tomar
Deuteronomio 30, 15-20; Salmo 1; Lucas 9,
22-25
Todos tenemos momentos en la vida que
son como encrucijadas en las que tenemos que tomar decisiones que se convierten
en importantes; cuando llegamos a una encrucijada significa que hay varios
caminos delante de nosotros y tenemos que escoger, escoger el mejor camino y no
equivocarnos. ¿Sabemos lo que encontraremos a lo largo de ese camino? En
ocasiones no vemos sino el primer trecho, los primeros pasos. ¿Tenemos que
adivinar lo que hay más allá? No se trata tanto de adivinar, sino de saber leer
bien las señales porque son las que nos darán la dirección apropiada. Muchas
son las decisiones que tenemos que tomar en la vida, sobre nuestro futuro,
sobre el sentido que le queremos dar a lo que hacemos, con quienes vamos a
hacer ese camino, donde podemos mejor desarrollar lo que somos y nuestras
capacidades, y así muchas cosas.
Apenas iniciamos ayer el camino de la
cuaresma con la imposición de la ceniza y la invitación que escuchábamos desde
la Palabra de Dios a adentrarnos dentro de nosotros mismos para poder
adentrarnos en Dios. Hoy se nos hace un planteamiento serio, se nos pone en una
encrucijada ante la que tenemos que comenzar a tomar decisiones.
Es lo que le planteaba Moisés al pueblo
que había venido conduciendo por el desierto en aquel camino hacia la libertad,
hacia la tierra prometida desde la liberación de Egipto y en el momento en que
van a entrar en esa tierra que Dios les da. Es momento también de tomar
decisiones, ¿qué va a hacer de sus vidas? ¿Cuál camino van a escoger? ¿Serán
como los otros pueblos u optarán por el camino de vida escuchando y siguiendo
lo que es la voluntad del Señor? ‘Hoy pongo delante de ti la vida y el bien,
la muerte y el mal’. ¿Escogerán el camino que les lleva a la vida y a la
bendición?
Pero es también lo que Jesús viene a
plantearnos en el evangelio del día. Primero les anuncia claramente cual va a
ser el final de su camino. Habiendo vivido la experiencia jubilosa de las
multitudes que seguían y aclamaban a Jesús – podemos recordar diversos momentos
de su predicación por Galilea – resulta en si mismo chocante que Jesús les
anuncia que ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por
los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer
día’. En otros momentos en que Jesús hace este mismo anuncio el evangelista
nos dice que les costaba comprender e incluso insistían en que eso no podía
pasarle.
Pero sigamos con el texto de hoy, tras
ese anuncio que hace Jesús nos viene a decir ¿queréis ser discípulos míos? Ese
es el camino de entrega que también tienen que vivir. Y nos habla Jesús de
negarnos a nosotros mismos, de ser capaces de perder la vida para poder
ganarla; nos está diciendo que nuestro camino tiene que pasar por el amor y
cuando amamos de verdad seremos capaces de olvidarnos de nosotros mismos por
ese amor que les estamos ofreciendo a los demás. Y Jesús nos está diciendo
¿seréis capaces de vivir un amor así? Claro que primero nos ha dicho que porque
el vive un amor así será capaz de morir para que nosotros tengamos vida.
Es la encrucijada en la que nos
encontramos. Porque es cierto que es importante el amor para nosotros, pero
algunas veces centramos el amor solo en amarnos a nosotros mismos. No nos dice
Jesús que no nos amemos, todo lo contrario, porque en alguna ocasión nos dirá
que amemos a los demás como nos amamos a nosotros mismos y lo que no queremos
para nosotros no podemos quererlo ni desearlo para los demás. Pero ese amor
tiene que tener una progresión en nosotros en que ya lo importante será el amor
que seamos capaces de ofrecer a los demás.
Vayamos poniendo los cimientos de este
camino cuaresmal que estamos iniciando, estemos atentos a las señales que nos
irán apareciendo para no desviarnos de ese camino podamos llegar a vivir de verdad la pascua.
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