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sábado, 31 de agosto de 2024

Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los demás a que descubran sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplíalos también para los que te rodean

 


Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los demás a que descubran sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplíalos también para los que te rodean

1 Corintios 1,26-31; Salmo 32; Mateo 25,14-30

Cantos de lamentaciones de lo poquito que somos o que valemos, de lo poquito que tenemos en la vida que no nos da para nada, seguramente estaremos acostumbrados a escuchar, o acaso nosotros mismos en más de una ocasiones también nos hemos hecho esas elegías de nuestra vida; yo no valgo para nada, yo no tengo medios, yo no sé como salir adelante, yo que puedo hacer por los demás si no tengo ni para mí mismo, yo no tengo suerte en la vida, yo no tengo quien me ayude, quizás también nos lo hemos repetido, en algunas ocasiones decimos que por humildad, pero muchas veces por la propia desidia con que vivimos nuestra vida.

Sin embargo sí hemos visto a más de uno que desde lo más bajo, podríamos decir, supo levantarse, supo emprender, supo luchar para salir adelante, buscando fuerza donde parecía que no la tenía, pero con una energía del espíritu que le hizo salir adelante.

Algunas veces para justificarnos quizá pensamos que quienes fueron capaces de salir adelante fue porque tuvieron padrinos, porque tuvieron suerte en la vida, o porque quizás tenían unos medios que nosotros no tenemos; pero pienso no en los que estaban esperando que la suerte les cayera un día encima para comenzar a luchar, ni los que se valieron de padrinos, sino en los que con su esfuerzo supieron luchar; no vamos a negar que luego apareciera quien les ayudara, porque personas así con ese empuje son personas a las que merece en verdad ayudar porque sabrán aprovecharlo bien para conseguir esos nobles fines. La suerte y la ayuda tenemos que encontrarla en nosotros mismos, en nuestras ganas de luchar que nos hace buscar y tener iniciativas, que nos hace mover Roma con Santiago, como dice el refrán, y así sabremos salir adelante. Desgraciadamente hoy en la vida nos encontramos muchos que todo lo esperan regalado – que si subvenciones, que si padrinos… - y no ponen ningún tipo de esfuerzo por sí mismos para luchar por la vida.

¿No será de esto de lo que nos está hablando hoy el evangelio con la parábola que Jesús nos propone? Unos talentos – se refiere a unas monedas fuertes que se utilizaban entonces – que aquel buen hombre reparte nos parece de manera desigual entre sus servidores  mientras él se va de viaje. Podemos pensar, si queremos, en unas responsabilidades en la administración de sus bienes, por ejemplo, que confía a sus servidores mientras está ausente.

Cuando vuelva va a pedir cuentas de la administración de aquello que les ha confiado. Dos de aquellos servidores supieron negociar muy bien aquellos bienes y presentarán positivo rendimiento, aunque fueran diversas las cantidades que se les habían confiado. Merecen la alabanza y el premio de su señor. Mientras el tercero, considerándose inferior porque menos recibió, no quiso perderlo y allá lo enterró para poder entregarlo integro cuando tuviera que rendir cuentas. Tuve miedo, decía, porque yo sabía como tú eres de exigente, pero no tuvo la osadía de aventurarse, de buscar la manera de salir de aquello que le parecía pequeño, y ya sabemos cómo fue recriminado a la vuelta de su señor. No lo había perdido, simplemente lo había enterrado.

¿No andaremos así muchas veces nosotros enterrando talentos? Es que yo no valgo para nada, a mi fue poco lo que me ofrecieron o pusieron en mis manos y qué voy a hacer con tan poca cosa, nos decimos tantas veces. Y solo esperamos el milagro de la suerte, solo esperamos que otro sea el que nos saque las castañas del fuego porque nosotros no queremos quemarnos.

Lo tenemos que mirar para todos los aspectos de nuestra vida en que nos decimos tantas veces que nos sentimos tan pobres, tan poca cosa; pero quizás no hemos sabido mirarnos por dentro, no hemos sabido descubrir todo lo que somos capaces de hacer por nuestros miedos, por nuestra indecisión, por nuestras rutinas, por la flojera con que vivimos la vida, por la superficialidad que le vamos dando a lo que hacemos. ¿Qué buscamos? Con aquello de la sociedad del bienestar que decimos que tenemos que crear sin embargo nos hemos hecho cómodos y estamos esperando que todo nos lo den hecho y no somos capaces de desarrollar eso que llevamos dentro de nosotros; siempre hay unos valores, unas capacidades, unas posibilidades, unas iniciativas que podemos tomar, que aunque pequeñas en principio se van a hacer en la medida que rueden en una bola grande.

Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los que están a tu lado a que descubran todas sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplia también los horizontes de los que te rodean. Lo podemos hacer con los amigos, como los padres tienen que hacerlo con los hijos, como todos tenemos que hacerlo con los que caminan a nuestro lado en nuestra sociedad.

Jesús cuando nos está proponiendo esta parábola está queriendo hablarnos del Reino de Dios, de los valores que en él hemos de encontrar y que nos harán crecer a nosotros en nuestra fe y en nuestro compromiso. Esto tendría que llevarnos a pensar también en lo que nosotros en medio de nuestra comunidad cristiana podemos hacer y estamos haciendo. La comunidad no nos la van a hacer otros, sino que somos nosotros, entre todos, los que en verdad tenemos que construirla.

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