Necesitamos
la fortaleza y sabiduría del Espíritu para poder dar testimonio de la luz que
llevamos en nosotros con nuestra fe y con nuestro ser cristiano
Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Sal.: Dn.
3,62-67; Lucas 21,12-19
Todos nos hemos visto seguramente que
en más de una ocasión sin saber que decir, sin saber qué responder. Una
conversación de amigos con intercambio de ideas y de pensamientos en que
aparecen opiniones divergentes y en las que se entabla un diálogo que de alguna
manera lleva a la discusión. Mantenemos nuestra postura que creemos cierta,
pero nuestros oponentes nos argumentan, y aunque bien convencidos de lo que
decimos nos encontramos sin palabras, parece que se nos agotan los
razonamientos y terminamos por callarnos.
Aunque también algunas veces hemos de
reconocer que nos quedamos callados por miedo o cobardía para expresar con
claridad nuestra opinión porque sabemos que los demás no están de acuerdo con
nosotros y rehuimos toda discusión y preferimos quedarnos en silencio porque
además nos podríamos sentir como catalogados sin con libertad y valentía
expresamos nuestra opinión aunque sea diferente. Unas veces nos sabemos, nos
faltan las palabras o los argumentos porque nuestra mente no está lo
suficientemente ágil, o nos callamos refugiándonos en silencios que pudieran
ser cobardías.
El mundo es muy variado, nos podemos
decir, hay opiniones para todos los gustos, tenemos que reconocer también la
validez de los que piensan distinto a nosotros, hemos de saber entablar un
diálogo que nos lleve a encontrarnos a pesar de las diferencias con respeto
mutuo, pero lo que no podemos hacer es callarnos. Aunque sea difícil. Y mira
que se nos está poniendo difícil a los cristianos en el mundo y en la sociedad
en la que vivimos. No tan diferente a otros tiempos, pero que también tiene hoy
sus características muy especiales.
Y quiero referirme al ámbito de nuestra
fe y de nuestros sentimientos y valores cristianos que tanto nos cuesta
manifestar hoy en la sociedad en la que vivimos. Será la indiferencia de tantos
a nuestro alrededor que va creando un mundo y una sociedad insensible a lo
verdaderamente religioso y espiritual y también a todo lo que suene a
cristiano. No es fácil el testimonio que tenemos que ofrecer y algunas veces
parece que nos quedamos sin palabras.
Es aquí donde tenemos que recordar las
palabras de Jesús en el evangelio que hoy se nos ofrece. Nos habla de
persecuciones de todo tipo y somos conscientes de ello, porque ahí está la
historia de todos los tiempos, ahí está la historia reciente incluso de nuestra
tierra, ahí está no ya esa indiferencia sino ese desdén que vamos a encontrar
en muchos de la sociedad que nos rodea.
¿Ha perdido influencia la Iglesia en
nuestra sociedad? Algunos lo pueden pensar así como algunos lucharán contra esa
influencia que pueda tener la Iglesia y los cristianos en el mundo de hoy.
Quizás nos hemos acobardado, quizás no hemos sabido estar a la altura, quizás
vivimos un cristianismo muy ramplón con el que no tenemos raíces suficientes
para enfrentarnos a esas situaciones con las que nos podemos encontrar.
Necesitamos una fortaleza y una
sabiduría especial para poder dar testimonio de esa luz que llevamos en
nosotros con nuestra fe y con nuestro ser cristianos. Hoy Jesús nos dice que no
nos faltarán palabras porque la sabiduría del Espíritu está con nosotros.
Quizás nos acobardamos porque hemos perdido la fe en esa presencia del Espíritu,
o porque con nuestra autosuficiencia creíamos que por nosotros solos íbamos a
ser capaces.
Sin mí, nos decía Jesús, que no podéis hacer nada; sin
la fuerza y presencia del Espíritu tampoco podremos tener esa sabiduría para
hacer esa proclamación del mensaje de Jesús. Los tiempos nos pueden parecer
apocalípticos en esa versión un tanto errada que tenemos de esa palabra. Los
tiempos pueden ser difíciles, pero en la Apocalipsis encontramos nuestra
esperanza, el cumplimiento de esa promesa de Jesús, la presencia del Espíritu
que nos hará sortear todos esos peligros que podamos encontrar. Es lo que hoy
Jesús nos promete.
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