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sábado, 2 de diciembre de 2023

Nos lo tenemos que pensar muy bien y con mucha seriedad para estar vigilantes y no apartarnos de ese camino que nos lleva a la plenitud y es nuestra fe en Jesús

 


Nos lo tenemos que pensar muy bien y con mucha seriedad para estar vigilantes y no apartarnos de ese camino que nos lleva a la plenitud y es nuestra fe en Jesús

Daniel 7, 15-27; Sal.: Dn. 3,82-87; Lucas 21, 34-36

¿Qué es lo que realmente queremos hacer de nuestra vida? Si nos ponemos un poco razonables seguramente que todos reconoceremos que no queremos destrozar nuestra vida, que queremos buscar lo mejor, que en la vida estamos para ser felices y que por supuesto no queremos hacer daño a nadie. Claro que el tema de fondo está en qué es lo que creemos que es lo mejor, donde podemos encontrar esa felicidad que deseamos y que claro en la vida nos vamos rozando los unos con los otros y no es que queremos dañar a nadie, pero en esos roces siempre alguien saldrá dañado, y claro no queremos ser nosotros.

Aquí hay muchas cuestiones de fondo, porque es plantearnos que es lo que verdaderamente me satisface, o como puedo encontrar prontamente esos momentos de felicidad. Y nos encontramos en nuestro derredor muchas cosas que nos atraen, que nos confunden, que nos ofrecen momentos prontos de placer que confundimos con la felicidad verdadera, y poco a poco podemos irnos cegando, confundiendo, y terminamos por derroteros que no hubiéramos querido recorrer. A cualquier persona llena de vicios y de ataduras en su vida le preguntamos si querían llegar a ese estado y nos dirán que no, pero que en la pendiente de la vida las cosas fueron rodando y rodando y terminaron como terminaron. No justificamos, pero si entendemos. Porque todos estamos sometidos a esa tentación.

Hoy nos dice que Jesús que tengamos cuidado con que no se nos embote la mente; que no nos ceguemos; que no nos encerremos en esas cosas de placer pronto pero que no nos harán totalmente felices. Cuando caemos en esas redes luego terminamos queriendo más y más, y todo es como una espiral que se va agrandando y que parece que no puede tener fin. Pero hemos de romper esa espiral; tener la fuerza de voluntad suficiente para decir hasta aquí he llegado y no doy un paso más por esa pendiente, porque mucho que sea lo que me arrastre. Y sabemos que cuesta, que es difícil.

En la vida tenemos que estar atentos para no caer por esas pendientes. Son unos oropeles muy brillantes que nos atraen y nos confunden. Tenemos que saber discernir en cada momento lo que se nos ofrece y lo que hacemos. No puede ser una espiral irremediable, aunque tanto nos cueste arrancarnos de ella. Es la vigilancia de la que continuamente Jesús nos está hablando; hemos escuchado hablar del criado que está pendiente de la puerta para abrir apenas llegue su señor, del administrador a quien se le han confiado unas responsabilidades del cuidado de la casa y de todos los que en ella habitan y tiene que cumplir fielmente con su tarea, como del centinela que está de guardia en la muralla para evitar ser atacado. Muchas imágenes que nos propone Jesús para hablarnos de esa atención y vigilancia con que hemos de vivir.

Y es aquí cuando tenemos que ir a lo más hondo de nosotros mismos. ¿En qué o en quien hemos puesto el sentido de nuestra vida? ¿Estaremos siendo fieles a esa trayectoria que nos hemos trazado para no apartarnos ni lo más mínimo del camino? Si nos llamamos cristianos es porque nuestra fe la hemos puesto en Jesús; es El el sentido de nuestra vida, por algo nos dice que es el Camino y la Verdad y la Vida.

Es por lo que hemos optado en nuestra existencia, por ese camino, esa verdad y esa vida que es Jesús. Es lo que queremos vivir. Es lo que nos va a dar verdadera plenitud. Es de lo que no nos podemos alejar. Pero ahí están esas pendientes resbaladizas que nos rodean, que, como decíamos, nos ofrecen otras cosas que nos parecen más fáciles. Es la meta por la que tenemos que lugar, es esa vida eterna que Jesús nos ofrece para que vivamos para siempre con El.

Nos lo tenemos que pensar muy bien, con mucha seriedad. Para que no se nos embote la mente, como antes nos decía Jesús, para que sigamos el camino recto que nos lleva a la plenitud y nos hará alcanzar la verdadera felicidad.

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