Es
difícil mantener la calma y la serenidad en medio de una tormenta pero Jesús
nos promete su paz y nos da seguridad para que no nos dejemos engañar
Daniel 2,31-45; Sal.: Dn. 3,57-61; Lucas
21,5-11
Qué difícil mantener la calma y la
serenidad en medio de una tormenta. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué va a suceder?
¿Hasta que punto llegará? Si podemos nos refugiamos, si estamos en casa no
salimos, si nos coge en medio de nuestros trabajos, en los campos o de camino,
buscaremos donde sea algún tipo de refugio que nos resguarde de las
consecuencias de la tormenta. Nos las podemos encontrar con frecuencia.
Estamos hablando de las fuerzas de la
naturaleza sobre las que no tenemos ningún tipo de dominio. Pero hay otras
tormentas que también destrozan la vida y destrozan todo cuanto encuentran de
camino; podemos hablar de las guerras, de la violencia desatada desde unas
ambiciones, desde unas ínfulas de poder y dominio, desde las propias pasiones
humanas que se desatan y no sabemos a donde pueden llegar.
¿Qué hacer? ¿Dónde refugiarnos? ¿A
dónde podemos huir que encontremos la paz que necesitamos? Y son cosas que
siguen sucediendo en nuestro mundo porque no terminamos de aprender la lección
de otras situaciones semejantes que en la historia cercana también hemos ya
vivido. Las tenemos ahí en las noticias de cada día y cuando vemos tanta
destrucción y tanta muerte nos llenamos también de angustia y de amargura.
¿Dónde encontrar paz y serenidad? Son
preguntas que nos rondan dentro del alma. Nos sentimos impotentes y nos volvemos
rebeldes; hasta tenemos la tentación de responder a esa violencia también con
violencia. ¿Es ese el camino?
De esto nos está hablando el evangelio
hoy. El evangelista hace referencia a hechos y situaciones que incluso cuando
se escribe el evangelio ya han sucedido, tras lo que Jesús había anunciado.
Parte de una imagen preciosa que era lo que se contemplaba de la ciudad de
Jerusalén y del templo en primer termino desde aquel bacón del monte de Los
Olivos; y Jesús ante las consideraciones que se están haciendo, les dirá que no
quedará piedra sobre piedra. Cuando se redacta el evangelio son hechos que ya
han sucedido con la destrucción de la ciudad de Jerusalén en los años 70. En el
relato del evangelista se recogen las preguntas que se hacen de cuando va a
suceder todo lo que Jesús les anuncia.
Pero Jesús continuará hablando de otras
situaciones que pueden producir momentos de inquietud e incluso de angustia. Es
cierto que Jesús les ha hablado de su segunda venida, que será el final de los
tiempos, pero Jesús les previene y nos previene frente a los agoreros de
turnos, profetas de calamidades de todos los tiempos que continuamente nos
estarán hablando de ese final de los tiempos para sembrar angustias e
inquietudes. No son los caminos que nos pueden llevar a una verdadera
conversión del corazón. Por eso Jesús les dice y nos dice que no nos
inquietemos. ‘Mirad que nadie os engañe’, nos dice, ‘no tengáis
pánico’.
Y nos habla Jesús de guerras y de
revoluciones, de terremotos y grandes calamidades, nos hablará de fenómenos
espantosos y de cosas que nos sorprenderán, pero Jesús nos está invitando a la
serenidad y a la confianza, a no perder la paz del corazón. Tenemos la
confianza puesta en el Padre del cielo que, como nos dirá en otra ocasión, no
permitirá que se caiga un cabello de nuestra cabeza sin su consentimiento. Es
el Padre bueno que nos cuida y nos regala su amor, que nos da fortaleza a
nuestro espíritu y que nos ayuda a encontrar siempre caminos de paz. Esa paz
que tanto necesitamos en nuestro corazón.
Porque todo esto de lo que nos ha
estado hablando pueden significar también las tormentas de nuestro espíritu,
esa inquietud que muchas veces nos revuelve por dentro y nos provoca hacernos
muchas preguntas, esos contratiempos que vamos encontrando en la vida cuando
parece que nuestros caminos se nos quiebran y nos agobian los problemas y las
dificultades, esos momentos oscuros por los que todos pasamos en algún momento
y que tanta inquietud siembran en nuestro corazón.
Por eso escuchamos eso que nos ha dicho
Jesús ‘mirad que nadie os engañe’. Podrán venirnos son fáciles
soluciones, podrán venirnos queriendo tener sueños que son irrealizables,
podrán anunciarnos milagritos si hacemos esto o aquello que se convertiría en
un talismán milagroso que todo lo soluciona. ‘Mirad que nadie os engañe’,
nos dice Jesús, ‘no tengáis pánico’.
No es fácil en la tempestad mantener la
calma, la serenidad, la paz. Pero Jesús nos dice también que El nos da la paz,
que no es la paz como la da el mundo, pero que con su presencia en nosotros
nuestro corazón se llenará de verdad de paz. Escuchemos la palabra de Jesús.
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