A
nosotros que tanto nos cuesta desprendernos de ropajes de vanidad nos está
diciendo Jesús cual es el auténtico camino que hemos de emprender, de humildad
y de servicio
Isaías 1, 10. 16-20; Sal 49; Mateo 23,
1-12
Con qué
facilidad damos un consejo; hablar cosas, opina, decir cómo se tienen las cosas
es algo para lo que estamos siempre prontos. Pero una cosa es decir y otra cosa
es hacer; con facilidad nos convertimos en consejeros, todos sabemos dar
consejos – al menos eso decimos – pero poner manos a la obra, dar ejemplo con
lo que nosotros hacemos, realizar nosotros eso que aconsejamos a los demás, ya
no es tan fácil. Modelos de palabras, pero no de hechos, no de lo que hacemos,
porque al final terminamos no haciendo nada. Y eso nos pasa a todos, bueno, es
algo que puede suceder con mucha facilidad. Ahora y siempre, porque siempre ha
sucedido así, pero eso no nos justifica.
Confieso que
cuando preparo y os ofrezco estas semillas de cada día, yo también puedo caer
en lo mismo; muchas veces me lo cuestiono, me interrogo a mi mismo, si yo sería
en verdad capaz de hacer lo que aquí voy diciendo. No es fácil. Os digo, sí,
que primero que nada leo el evangelio para ver qué es lo que me dice a mi; y
trato de que lo que os voy ofreciendo con estas reflexiones, sea algo que
primero vea en mi mismo, lo realice en mi mismo. Y repito, no es fácil. Y Dios
me libre de caer en esa tentación de ser el consejero bueno para los demás, que
me quede en palabras que son solo para los demás y primero no me aplico a mi
mismo.
Hoy nos
encontramos en el evangelio con lo que Jesús le dice a la gente en referencia a
aquellos maestros de la ley que tenían en Israel. Jesús desconfía, los ha
llamado hipócritas, por las dos caras, por las apariencias. Vanidades en las
que nosotros podemos caer también. Queremos dar una buena cara, como decía un
amigo mío, pongo el lado bonito de la cara para salir bien en la foto. Eso
hacemos con demasiada facilidad, es lo que ahora Jesús dice de aquellos
maestros de la ley, ponen la buena cara, se las dan de cumplidores, se
convierten en unos exigentes para los demás, pero no son capaces de mover un
dedo por hacer algo bueno, por hacer aquello incluso que dicen a los demás.
Jesús nos
está pidiendo otras actitudes, otros valores, algo que nazca de lo más hondo
del corazón, algo en lo que nos impliquemos de verdad, algo que envuelva
totalmente nuestra vida. Son los planteamientos que tenemos que ir haciéndonos
en este camino cuaresmal que nos lleva a la pascua. Es la autenticidad de
nuestra vida la que tiene que brillar; son los vestidos viejos de los que hemos
de desprendernos, es la transformación profunda que tenemos que ir haciéndonos,
son esas vanidades que se convierten en falsedad e hipocresía de las que
tenemos que ir desprendiéndonos.
Es ir
haciendo pascua en nosotros, porque es mucho a lo que tenemos que morir para
llenarnos de la vida nueva que nos hace hombres nuevos. Es como tendrá sentido
y verdadero valor la fiesta de la Pascua cuando lleguemos a celebrarla. Caminos
de humildad y de sencillez, los que tenemos que emprender, porque son los que
en verdad nos llevarán a la Pascua. Nos dice Jesús que ni nos dejemos llamar
padre, ni maestro, ni consejero. Cuando ya vamos poniendo el titulo por
delante, estamos comenzarnos a vestirnos de unas vestiduras que en verdad no
son las nuestras. Y de eso tenemos que despojarnos.
Por eso
terminará diciéndonos hoy Jesús que el que se humilla será verdaderamente
enaltecido, que ser primeros es convertirnos en servidores de todos siendo
capaces de ponernos en los últimos lugares. A nosotros que tanto nos cuesta
desprendernos de ropajes de vanidad nos está diciendo Jesús cual es el
autentico camino que hemos de emprender. Y es de lo que tiene que convertirse
en testimonio nuestra vida.
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