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lunes, 6 de marzo de 2023

Cuando nos dejamos envolver por la misericordia, ni juzgamos ni condenamos, siempre estaremos dispuestos a la generosidad del perdón, siempre estaremos regalando amor

 


Cuando nos dejamos envolver por la misericordia, ni juzgamos ni condenamos, siempre estaremos dispuestos a la generosidad del perdón, siempre estaremos regalando amor

Daniel 9, 4b-10; Sal 78; Lucas 6, 36-38

Si en un aspecto negativo solemos decir que quien siembra vientos recoge tempestades, dándole la vuelta podríamos pensar que quien siembra buena semilla tendrá derecho a recoger buena cosecha de frutos buenos. Por eso son importantes las actitudes que llevamos en el corazón en nuestra relación con los demás y los buenos gestos que hemos de saber prodigarnos los unos a los otros. Y es que el bien se contagia y no es una enfermedad, sino todo lo contrario; y ese sembrar siempre el bien, la buena semilla, es en lo que hemos de estar bien atentos en la vida.

Ya sé que me van a decir que una manzana podrida pudre todo el cesto, pero hemos de saber quitarla a tiempo, a tiempo hemos de saber curar esa herida que muchos podemos llevar en el corazón antes de que se encone y nos vaya a producir mayor enfermedad. Claro que todos tenemos ese peligro; ya sabemos que hasta en los mejores hospitales, algunas veces se producen contagios e infecciones, pero ahí esta nuestra tarea como seguidores de Jesús, que tenemos la misión de curar. ¿No envió Jesús a sus discípulos a curar a los enfermos y para eso los llenó de autoridad?

Reducimos excesivamente esa curación a las enfermedades del cuerpo, pero hay heridas que llevamos en el alma que no sabemos curar, que muchos en ocasiones tampoco quieren curar, prefieren el sufrimiento que llevan en su corazón con sus resentimientos y deseos de venganza, que verse liberados de ese mal y poner tener paz en el corazón. Es una tarea que tenemos que realizar; costosa muchas veces, porque nos enconamos fácilmente en el mal, pero tarea importante que tenemos que realizar para cumplir con la misión de Jesús. Devolver la paz a los corazones.

¿Cómo podemos hacerlo? Tenemos que convertirnos en signos de misericordia y de reconciliación; porque lo vivamos en nosotros mismos; porque reconozcamos con valentía y sinceridad la misericordia que el Señor ha tenido y tiene continuamente con nosotros que siempre nos está ofreciendo su perdón; porque con la paz de nuestro espíritu, con ese serenidad que nace de un corazón lleno de amor así nos acerquemos a los demás, allí donde están esas almas dolientes, allí donde están tantos con esas heridas y les mostremos cómo podemos curar esas heridas, como nosotros hemos sido sanados, cómo nosotros un día quizá estuvimos también con esas heridas que tanto daño nos hacían primero que nada a nosotros mismos, y nos dejamos curar, y hemos encontrado la paz; porque vayamos derramando la paz y la compasión, la misericordia y el amor en nuestro encuentro con los demás. Ángeles de misericordia tenemos que ser.

Es lo que nos está diciendo hoy Jesús en el evangelio. Que miremos lo que es la misericordia de Dios y así nos mostremos nosotros con misericordia para con los demás. Y nuestra misericordia los curará, nuestros gestos de amor regenerarán esos corazones para que ellos también se dejen transformar por el amor.

‘Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará…’ nos dice Jesús. Cuando nos dejamos envolver por la misericordia, ni juzgamos ni condenamos, siempre estaremos dispuestos a la generosidad del perdón, siempre estaremos regalando amor.

Pero nos dice algo más Jesús, con esa medida de amor nosotros seremos pagados. ‘Os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros’. ¿Queremos mejores regalos?

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