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sábado, 3 de diciembre de 2022

Un regalo es un don de sí mismo que nos hace quien nos regala, cuando Dios nos ama se nos está regalando a sí mismo a nuestra vida

 


Un regalo es un don de sí mismo que nos hace quien nos regala, cuando Dios nos ama se nos está regalando a sí mismo a nuestra vida

Isaías 30, 19-21. 23-26; Sal 146; Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8

No siempre valoramos lo suficiente lo gratuito; podríamos pensar que como es gratuito es de menos valor, que más valor tiene aquello que nos cuesta, en lo que no solo tenemos que poner esfuerzo para conseguirlo, sino incluso desprendernos de algo a cambio; claro que entonces tendríamos que preguntarnos donde está el verdadero valor ¿en lo material que tenemos aportar a cambio? ¿En lo que nosotros lo ambicionamos, y por eso, porque lo ambicionamos y nos cuesta esfuerzo, nos parece que tiene más valor? No digo que no tengamos que valor lo que significa nuestro esfuerzo, lo que ponemos de nosotros mismos para obtener algo. ¿Qué valor tendría entonces lo gratuito?

Se nos quedan ahí planteadas unas cuestiones, a lo que no siempre sabemos o podemos dar respuesta. Pero ¿y el valor que tiene quien, porque quiere regalarnos algo, se desprende de algo suyo que sea nuestro? Un regalo es un don de sí mismo que nos hace quien nos regala. Será o no será lo que nosotros apetecíamos, pero en ello está la vida, el amor de aquella persona que nos regala. ¿Y no vale eso más que todo el oro del mundo?

Creo que esto incluso tendría que hacernos pensar en la manera cómo nosotros recibimos un regalo; muchas veces aparece, quizá sin querer, una actitud de desdén porque no era lo que nosotros esperábamos o no terminamos de comprender lo que significa aquel regalo que nos hacen. Apuros como esos seguramente habremos pasado más de una vez en la vida.

¿Por qué me estoy haciendo todas estas consideraciones? Estoy recogiendo una frase que nos deja caer Jesús en el final del relato que hoy nos presenta el evangelio. ‘Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’.

Vamos a fijarnos en el desarrollo del relato del evangelio. Nos habla de cómo Jesús va por todas las aldeas y puebloproclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia’. Es como una constante de lo que significa siempre la presencia de Jesús. ‘Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor’. ¿Y qué es lo que hace Jesús? Anunciar el Reino y dando señales de que ese Reino ha llegado y se está haciendo presente. Cura Jesús, porque El es Amor; cura Jesús porque quiere quitar el mal, es la señal del Reino de Dios que llega, no será el mal el que domine sino que tiene que ser el amor. Es la llegada del Reino de Dios.

Pero eso es lo que nos pide que nosotros hagamos también. ‘La mies es abundante…’ nos dice Jesús. Y escoge entre sus discípulos aquellos que han de ir con la misma misión. El anuncio del Reino y la muestra de las señales de que ese Reino de Dios ha llegado, curando de todo mal. ‘Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia… Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios’

No van a anunciar algo que ellos no hayan recibido. No son unas máquinas que repiten, son unos mensajeros que anuncian lo que ellos han vivido. Han sentido también que sus vidas se transformaban, que se sentían liberados del mal, que había algo nuevo que brillaba ahora en sus vidas, que Dios en verdad era y es el Señor de sus vidas. Eso que han recibido, es lo que tienen que transmitir. ‘Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’.

Y haciendo referencia a lo que decíamos cómo muchas veces nos cuesta valorar lo gratuito, tendríamos que preguntarnos qué valor le damos en nuestra vida a la salvación que Jesús nos ofrece. Qué lugar ocupa en nuestra vida el evangelio de Jesús, la Palabra de Dios que escuchamos. Algunas veces damos la impresión que no valoramos la fe porque no termina de empapar totalmente nuestra vida.

En la práctica religiosa no hemos de reducir todo lo que es nuestra fe, pero si es una expresión y muy importante de lo que significa Dios en nuestra vida, y veamos cómo muchas veces las ponemos en un segundo plano. ¿No tendría que ser, entre otras cosas, esa práctica religiosa que expresamos en la oración y en la liturgia una manera de agradecer a Dios lo que tan generosamente nos ha regalado cuando nos ha dado todo su amor?

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