Hay
una buena noticia que nosotros podemos y tenemos que ofrecer y que no podemos
callar, un agua viva que saciará en plenitud a nuestro mundo sediento
Efesios 2, 19-22; Sal 18; Lucas 6, 12-19
Cuando
tenemos que tomar decisiones importantes nos lo pensamos muchos, dedicamos
mucho tiempo a reflexionar para ver los pro y los contra de esa decisión que he
de tomar si es un proyecto importante para la vida, o si son cosas que pueden
afectar a otras personas; nos lo pensamos, le damos muchas vueltas por la cabeza
y si tenemos oportunidad y confianza con alguien seguro que acudiremos en busca
de un consejo, de una orientación, de otro punto de vista, pues realmente
tenemos miedo de no aceptar, de equivocarnos y de poner quizás en riesgo
circunstancias de otras personas.
Eso lo hace
cualquier persona, medianamente reflexiva, que se toma con responsabilidad sus
decisiones y que quiere buscar lo mejor. Pero el creyente hace algo más; es su
decisión, pero será en algo en lo que quiere ver lo que es la voluntad de Dios;
por eso el creyente lleva la toma de decisiones así a la oración, para contar
con Dios, para dejarse iluminar, no solo para no equivocarme porque cuente con
la inspiración divina, sino para tratar de ver la situación por la que pasamos
desde otra perspectiva, sentir esa perspectiva de Dios.
Es lo que
contemplamos hoy en el evangelio en el actuar de Jesús. Nos dice el evangelista
que se pasó la noche en oración. A la mañana siguiente estaban tomadas las
decisiones. Llamó a los discípulos y escogió a Doce a los que constituyó
apóstoles. Y el evangelista nos da detalladamente la relación de los doce
escogidos, y escogidos con una misión. Iban a ser enviados con la misma misión
de Jesús.
En esta
fiesta de los Apóstoles san Simón y san Judas, la liturgia nos ha ofrecido este
texto del evangelio de Lucas, donde se señala la elección de los doce que
habían de ser constituidos apóstoles, porque iban a ser los especialmente
enviados de Jesús con su misma misión. A partir de este momento a lo largo del
evangelio contemplaremos cómo Jesús con ellos tiene especiales detalles; es
como la preparación, la formación que les va dando para que puedan cumplir su
misión.
Sin embargo
el texto que se nos ofrece no se queda en esta elección, sino que
contemplaremos a Jesús en el cumplimiento de su misión. Al bajar de la montaña
en la llanura se encontraron con una multitud que los estaba esperando. A ellos
se entrega Jesús, enseñándoles, curándoles; todos acudían a Jesús porque en El
no solo encontraban palabras de vida eterna, sino también todos los signos y
señales de esa vida eterna. Eran curados, y no solo de sus cuerpos enfermos y
dolores, sino de toda clase de males. Es la liberación que Jesús nos ofrece.
Pero es también la tarea que pone en nuestras manos.
En nuestro
entorno está también esa multitud, aquejada de tantos males y que buscan,
aunque no saben muchas veces cómo, la liberación de todos esos males de su
vida. A ellos tenemos que ir, porque a nosotros Jesús nos ha confiado su misma misión.
Signos de liberación tenemos que convertirnos para los demás, porque llevamos
el mensaje de Jesús, porque tenemos que realizar la misma misión de Jesús. También
tenemos que curar a los enfermos de nuestra sociedad, sedientos de amor y de
verdad, sedientos de vida.
El mundo
tiene sed, el mundo se nos ahoga y no es porque con el cambio climático falte
el agua para el uso cotidiano, sino porque no sabe encontrar lo que le sacie de
verdad desde lo más hondo de sí mismo. Muchas aguas ponzoñosas y envenenadas
están dañando a nuestro mundo cuando se le está ofreciendo no lo que de verdad
va a dar sentido a sus vidas y les lleve por caminos de plenitud. Y ahí tenemos
nosotros algo que ofrecer desde el evangelio. Sí, es el agua viva que saciaré
nuestra sed en plenitud.
Hay una buena
noticia que nosotros podemos ofrecer, nosotros tenemos que ofrecer y que no
podemos callar. Cumplamos con nuestra misión. Llevemos todo esto a nuestra
oración para descubrir en verdad lo que Jesús hoy nos está pidiendo que
llevemos a nuestro mundo.
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