Descubramos
esas pequeñas semillas de mostaza, esa levadura que se está diluyendo en la
masa de nuestro mundo y que un día ha de fermentar, porque Dios también está
ahí
Efesios 5, 21-33; Sal 127; Lucas 13, 18-21
Para los que
tenemos siempre muchas prisas y queremos todo de inmediato nos viene bien
escuchar las parábolas que nos ofrece hoy Jesús en el evangelio. Siempre
tenemos prisa, queremos las cosas de inmediato; los medios que hoy se nos
ofrecen, la tecnología que se vive tan intensamente, las redes sociales que nos
ponen en comunicación de inmediato con cualquier en cualquier parte del mundo,
contribuyen aun más a estas prisas y carreras en que vivimos y que de alguna
manera nos pueden impedir el saborear las cosas de cada momento. Y hasta nos
volvemos exigentes, porque si no nos responden de inmediato ya es que no nos
hacen caso, que nosotros poco importamos para esas personas y no nos damos
cuenta del ritmo real que cada persona lleva allí donde esté y que no sabemos
bien cuales son las circunstancias que viven.
Con esto
hablamos de nuestras relaciones interpersonales, con esto podemos hablar de las
inquietudes que podamos sentir por situaciones que no nos parecen bien y que desearíamos
que cambien, con esto podemos hablar, también ¿por qué no?, del anuncio del
evangelio en nuestro mundo y nuestros deseos de que se haga presente el Reino
de Dios.
¿Se hace o no
se hace presente? Quisiéramos verlos a todos convertidos. Quisiéramos que
nuestro mundo y nuestra sociedad cambie y sea más humana y logremos caminos de
entendimiento y de paz; no nos sentimos satisfechos con la falta de paz que hay
en nuestro mundo y no solo es la guerra de Ucrania, sino que bien sabemos que
son muchos los conflictos de nuestra sociedad, pero muchos los conflictos que
hay también en medio de nosotros. ¿Por qué no cambiamos? ¿Por qué no cambia
nuestro mundo que nos parece que todo sigue igual? Pero en verdad, ¿será eso
cierto así? Ahí andamos con nuestras prisas y carreras porque todo lo queremos
de inmediato, pero que no siempre sabemos apreciar las pequeñas cosas, los
pequeños signos que se pueden estar donde del Reino de Dios entre nosotros.
Hoy nos habla
Jesús de una pequeña semilla, insignificante semilla la del grano de mostaza. Y
nos habla de esa pequeña semilla que germina y que crece, podrá anidar hasta
pájaros entre sus ramas. Tan insignificante que ni nos damos cuenta de su
presencia y de su crecimiento. Pero ahí está y está produciendo sus frutos.
Como nos habla del puñado de levadura que queda diluido en la masa que luego no
sabremos diferencias una cosa y otra. Pero hace fermentar el pan.
¿No estarán
esas pequeñas semillas sembradas en medio de nuestro mundo? ¿No estará ese
puñado de levadura diluyéndose en la masa de nuestro para hacerlo fermentar a
un pan mejor? Corremos y queremos ver el resultado final ya; no apreciamos los
pasos previos, no apreciamos los pasos pequeños, no apreciamos lo que nos
parece insignificante.
Muchos
cristianos estarán calladamente siendo esa levadura en medio del mundo, aunque
nos parezca que no vemos nada. Van surgiendo nuevos movimientos, se va creando
un mundo de solidaridad, estamos contemplando una inquietud grande que hay en
muchos por hacer un mundo nuevo y mejor; cuanta gente comprometida podemos ver
alrededor aunque, como en un momento decían algunos discípulos a Jesús, no
parecen de los nuestros. Pero si lo que están haciendo es dar señales de un
mundo nuevo y mejor, ¿por qué no los valoramos? ¿Por qué no descubrir ahí un
actuar de Dios, aunque nos parezca que nuestras iglesias están vacías?
Descubramos
esas pequeñas semillas de mostaza; descubramos esa levadura que se está
diluyendo en la masa de nuestro mundo. Un día ha de fermentar. Dios también
está ahí.
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