Hagamos
camino con el camino de Jesús que no es otro que nuestro propio camino que
quiere hacer con nosotros para revelarnos todo el misterio del amor de Dios
Isaías 10, 5-7. 13-16; Sal 93; Mateo 11,
25-27
Es justo y
humano que queramos crecer en conocimientos; podríamos decir que es exigencia
de nuestra condición humana, pues en nuestra dignidad como personas estamos
dotados de una inteligencia y de una voluntad, que nos engrandece. Exigencia,
porque tenemos que desarrollar nuestras capacidades; exigencia porque desde esa
inteligencia vamos creciendo en el conocimiento y crecer en el conocimiento es
una manera de crecer como personas, pero es lo que intelectualmente nos hace ir
investigando, creando esa cultura científica en todos los aspectos. Decimos que
una faceta de esa sabiduría es ese crecimiento de conocimientos y todo ese
desarrollo que podemos ir haciendo de nosotros mismos y de nuestro mundo.
Algo que tendría
que hacernos más humanos, crear humanidad en nuestras relaciones como en
nuestra manera de ser, reconociendo incluso nuestras limitaciones aunque cada día
vayamos avanzando más y más. Esa ciencia, ese conocimiento no nos puede hacer
autosuficientes para creernos dioses o para ponernos por encima de los demás,
aun cuando no hayan sido capaces de ese desarrollo al que nosotros hemos
llegado. Esa autosuficiencia y ese orgullo a la larga nos destruyen como
personas y nos impedirán alcanzar otra sabiduría de la vida que nos viene, por así
decirlo, por otro camino.
Decíamos que
es exigencia de nuestra propia humanidad, pero que también lo podemos descubrir
como una exigencia de nuestra fe; y no tiene por qué haber enfrentamiento entre
esa sabiduría que vamos alcanzando en nuestro desarrollo y nuestra fe. Es
necesario un camino de humildad, de reconocimiento incluso de aquello a lo que
no podemos llegar por nosotros mismos.
Nos sorprende Jesús hoy con sus
palabras. Nunca nos podemos acostumbrar a las palabras de Jesús y darlas
siempre por conocidas y entendidas. Da gracias al Padre porque ha querido rebelarse,
no a los sabios y entendidos, sino a los que son pequeños, a los que han sabido
ser pequeños.
¿Reñida esa revelación de Dios con el
desarrollo de nuestra inteligencia y de nuestra ciencia? De ninguna manera. Es
la actitud del que se cree entendido lo que le hace incapaz de recibir esa revelación
de Dios; la autosuficiencia de creer que todo nos lo podemos saber por nosotros
mismos nos cierra a lo más grande que podemos recibir, esa revelación que Dios
hace de si mismo. No hay ninguna contradicción con lo que hemos venido
diciendo, sino todo lo contrario. Es una sabiduría que solo podemos recibir de
Dios pero si tenemos el corazón humilde y abierto como para dejarnos enseñar
por Dios.
Es lo que recibimos por Jesús, Palabra
y revelación de Dios. ‘Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar’. Jesús quiere revelársenos, Jesús viene del Padre
y nos revela el misterio de Dios, Jesús es la luz que nos ilumina, pero como
nos sucede tantas veces por nuestra autosuficiencia las tinieblas no quieren
recibir la luz.
Recorramos las páginas del evangelio y
veremos quienes son los que escuchan a Jesús; aquellos que han llenado su
corazón de autosuficiencia, los veremos que siempre están a distancia de Jesús,
al acecho; pero quienes son pequeños y saben hacerse pequeños, aquellos que
caminan con corazón pobre y humilde serán los que escuchan y siguen a Jesús.
¿Cuál es nuestra posición ante Jesús? ¿Nos
quedaremos quizás en mirar de lejos para filtrar las palabras y los gestos de
Jesús? ¿Seremos capaces de ponernos a pie de calle para caminar al lado de
Jesús, aunque muchas veces el camino se haga duro o se haga calle de amargura
que nos lleve al Calvario para dejarnos inundar por el amor de Jesús?
El ha venido a caminar a nuestro lado,
a hacer nuestros caminos, a llegar a la casa de la suegra de Pedro donde hay
sufrimiento o a la casa de Jairo donde están las plañideras de la muerte, pero
el viene para curarnos, para llenarnos de la vida y de la sabiduría de Dios.
Hagamos camino con su camino que no es otro que nuestro camino que Jesús quiere
hacer con nosotros.
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