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viernes, 19 de marzo de 2021

Dios nos va sorprendiendo a cada paso y como san José sabremos leer los caminos de Dios dejándonos conducir por la obediencia de la fe

 


Dios nos va sorprendiendo a cada paso y como san José sabremos leer los caminos de Dios dejándonos conducir por la obediencia de la fe

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Romanos 4, 13. 16-18. 22;  Mateo 1, 16. 18-21. 24a

‘Era el hijo de José, el carpintero’, darían como referencia para Jesús cuando fue a su pueblo y se levantó en la sinagoga para hacer la lectura. Y hoy la Iglesia y la liturgia nos hace volver la vista hacia san José, el esposo de María, de la cual nació Cristo, como se nos dirá en otro momento del evangelio. Y este año el Papa Francisco con una breve carta apostólica sobre san José nos invita a celebrar el año de san José; inmersos en ello estamos desde el pasado 8 de diciembre, día de la Inmaculada Virgen María.

Justo, pues, que esta fiesta de san José que a causa de la pandemia estamos pasando por debajo de la mesa como decimos cuando no podemos celebrar un acontecimiento familiar, un cumpleaños de alguno de sus miembros. Nos pasa que no podemos darle mucha solemnidad externa, pero eso no nos quita para que reflexionemos sobre su figura y desde las pocas líneas que el evangelio le dedica entresaquemos hermoso mensaje y testimonio que nos ayude en el camino de nuestra vida cristiana, como queremos hacer siempre con la fiesta de cualquier santo.

Hombre de fe y hombre humilde como el que más, hombre abierto al misterio de Dios y obediente a sus designios no siempre de fácil comprensión y asimilación. Es el hombre creyente que sabe rumiar todo el misterio de Dios que envuelve su vida. No era hombre de decisiones apresuradas pero sí siempre pronto a confrontar su vida y lo que le sucedía con el misterio de Dios que todo lo envolvía. Es el hombre bueno que querrá hacer sufrir a nadie por la toma de sus decisiones, sino que siempre se abre al designio de Dios que se le revela, pero que él sabe leer esa revelación en aquello que le va sucediendo.

No es poco lo que hasta aquí estamos diciendo. Noches oscuras turbaban su vida cuando siendo bueno y siendo recto su vida se ve envuelta en hecho que pudieran mancillar su reputación y la de las personas que él más quería. El misterio que sucede en María y que él no termina de entender estaba poniendo en juego su rectitud y su madurez humana como hombre. La afecta profundamente a su vida pero ni quiere escandalizar, ni quiere dañar a nadie, por eso decide actuar en el silencio. Qué lección más bonita que tenemos que aprender, guardar silencio ante lo que sucede y no comprendemos; guardar silencio pero abrir su corazón a quien se le puede revelar en ese silencio o a quien en el silencio le habla y le señala caminos. Es le hermosa lección que de José aprendemos.

Y en el silencio de la noche, en el silencio de las horas pasadas en profunda reflexión dando vueltas y más vueltas a cuanto le sucede, en el silencio que se hace oración y apertura a Dios, José escucha en su corazón, José escucha la voz de Dios que le habla por el ángel del Señor y José llegará a comprender y aceptar todo el misterio de Dios tantas veces incomprensible. Cuánto bien nos hace rumiar una y otra vez en nuestro interior esos misterios de Dios que se nos revelan y nos tienen que llevar también a la toma de decisiones sobre lo fundamental de nuestra vida.

Así se nos muestra san José como ejemplo de lo que ha de ser la obediencia de la fe. Esa obediencia de la fe, cuando desde la luz de la fe y aunque los razonamientos humanos parezca que van en otro sentido, nosotros sabremos decir Sí, como lo hizo san José. Tras las palabras del ángel cuando en principio él pensaba huir lejos de cuanto le estaba sucediendo sin embargo se lleva a María, su mujer a casa; pero es el sí que siempre lo está poniendo en camino, primero Belén, más tarde Egipto, finalmente de nuevo Nazaret. No eran sus caminos pero eran los caminos que había que recorrer porque eran los caminos de Dios, aunque él nunca hubiera pensado tener que recorrer esos caminos.

Es lo sorprendente de san José, como muchas veces son sorpresas los caminos que se van abriendo delante de nosotros cuando sabemos hacer silencio para dejarnos conducir por el ángel del Señor. No siempre hemos hecho lo que pensábamos o hicimos lo que nunca habíamos pensado que tendríamos que hacer; es la vida que nos va sorprendiendo, pero que el verdadero creyente que nosotros hemos de ser a la manera de san José, descubrimos que no es la vida la que nos da las sorpresas sino que es Dios quien nos va sorprendiendo minuto a minuto cuando son sinceridad y con humildad nos ponemos a recorrer sus caminos.

Abramos los ojos para no perdernos la sorpresa de Dios, para sentirnos siempre inundados por su presencia y por su amor.

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