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miércoles, 7 de octubre de 2020

En la batalla de Lepanto que hoy vive nuestro mundo las palabras del ángel a Maria convertida en oración para nosotros sea una nueva ancla de salvación para todos


En la batalla de Lepanto que hoy vive nuestro mundo las palabras del ángel a María convertida en oración para nosotros sea una nueva ancla de salvación para todos

Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc 1, 46b-55; Lucas 1, 26-38

‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Un saludo tranquilizador y lleno de esperanza, pero un saludo me atrevo a decir también inquietante. Un saludo que necesitamos escuchar, pero no solo como palabras bonitas y tranquilizadoras, sino como un mensaje fuerte que nos llene también de inquietud. Un saludo que nos puede parecer una utopía de algo que está lejos de la realidad. Así al menos lo ven algunos. ¿Es que podemos sentir alegría, se preguntan, cuando hay tantas sombras alrededor?
Ahora son los momentos duros y de crisis en todos los sentidos que estamos viviendo. Cualquiera tiene que sentir preocupación por la situación; que es la enfermedad, la pandemia que parece que no tiene fin; que es esta situación que inquieta a todos y nos llena de miedos y se crea como una sensación de angustia, porque por todas partes todos y todo nos habla de lo mismo; es la situación social tan llena de amarguras y sufrimientos; es la situación social que se derrumba, y parece que con ellos se nos está derrumbando toda nuestra sociedad, porque está afectando a todos los aspectos de la vida; se nos están hasta cambiando las costumbres, perdemos la comunicación porque se nos hace difícil el encuentro, estamos llenos de desconfianzas, no sabemos por donde salir. No quiero cargar con tintes negros pero son bastante oscuros los horizontes.
Sí, necesitamos oír unas palabras como las que le dijo el ángel a María. Ella también se sintió turbada ante la aparición del ángel y sus palabras; pero María vivía también la inquietud de su pueblo, con sus problemas, con su pobreza, con sus angustias, en la espera de un Mesías que no llegaba, en la situación de opresión ante el poder extranjero, ante incluso las revueltas que de vez en cuando aparecían por distintos lugares y Galilea era un caldo de cultivo para celotes y demás grupos terroristas.
Y el ángel le dice ‘alégrate porque el Señor está contigo’. ¿Qué significaban aquellas palabras? ¿Qué significaba aquel mensaje? Era el momento de la gracia, era el momento del año de gracia del Señor, como más tarde se proclamaría en la sinagoga precisamente de Nazaret donde ahora estaba sucediendo la aparición del ángel. Y el ángel viene con una misión para ella. Dios la ha escogido para ser madre y va a ser la Madre del Altísimo. ‘Has hallado gracia ante de Dios’, le dice el ángel. Y le anuncia una concepción y el nacimiento de un niño. ‘Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’.
María no termina de entender pero quiere fiarse de Dios. Ha tenido ella otros planes para su vida aunque ya está prometida con José, pero ahora se abren otros caminos delante de su vida. No termina de entender y no sabe qué decisión tomar porque también es una incertidumbre para ella el camino que se está abriendo para su vida. Está lo que sería su voluntad humana, sus buenos deseos con la mejor buena voluntad del mundo, pero está lo que Dios le está planteando y para lo que le está pidiendo su Sí. Y María se confía en Dios y cree en las palabras del ángel. Ella se siente la esclava del Señor y que en ella se realice lo que es la voluntad de Dios.
Y escuchamos hoy nosotros este evangelio en el hoy concreto de nuestra vida que estamos viviendo y también se nos dice que para nosotros es la alegría. También se nos dice que Dios está con nosotros, aunque con los nubarrones algunas veces no terminemos de ver la claridad. Y ahora nos toca discernir, para descubrir la voluntad de Dios en este momento de nuestra vida, en estas circunstancias que ahora nos toca vivir.
Y es que aunque los nubarrones sean negros y las oscuridades no nos dejen ver la salida, sin embargo nosotros tenemos que ser personas de esperanza. En todo esto que nos está sucediendo tenemos que saber descubrir la palabra del Señor, lo que es la voluntad de Dios para nuestra vida. No caben las angustias ni las tristezas, no caben los agobios ni las desesperanzas. Tenemos que aprender a confiar en Dios y abrirnos a su misterio.
Nos estamos haciendo toda esta consideración con el evangelio que se nos ofrece en la fiesta de la Virgen que hoy celebramos, la Virgen del Rosario. El Rosario esa repetición de piropos que queremos dirigirle a nuestra madre cuando a ella oramos desde nuestro valle de lágrimas, como decimos en otra de las oraciones dedicadas a la Virgen. Pero nuestro rosario, nuestro rezo repetido del Avemaría no es simplemente un piropo de amor que le dirigimos a la Madre, sino fijémonos que estamos repitiendo las palabras del ángel.
Y es que rezar el rosario es rumiar el evangelio, digo bien, rumiar, ir repitiéndonos en el corazón esas palabras que son buena nueva de salvación para nosotros y de ahí tendríamos que salir con una nueva visión, con un nuevo valor y sentido para lo que hacemos y para lo que vivimos, con una nueva esperanza porque nos estamos diciendo que el Señor está también con nosotros.
El rosario nació en la piedad del pueblo cristiano como una manera de rumiar el evangelio al lado de María; ya santo domingo recogió lo que en las entrañas del pueblo cristiana ya estaba y quizás le diera nueva forma en las decenas de Avemarías y con la meditación de los distintos misterios de la vida de Cristo que hemos de ir meditando.
Pero recordemos que adquirió gran auge en unos momentos difíciles para la cristiandad y para Europa con la invasión de los otomanos y musulmanes que iban avanzando paso a paso por los pueblos de Europa. Y ahí estuvo la batalla de Lepanto con la victoria de los ejércitos cristianos que ponían barrera al invasor, pero con algo muy importante, detrás estaba todo el pueblo cristiano invocando a la Virgen con el rezo precisamente del Rosario.
¿Por qué no pensar que en estos momentos que vive nuestra sociedad y nuestro mundo el rezo del Rosario, esa oración a María, por parte del pueblo cristiano puede ser esa ancla de salvación para esta situación que actualmente vivimos? Que al final escuchemos también esa palabra del Ángel ‘has hallado gracia ante Dios’.


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