Reconocemos lo bueno que hay en nosotros dando gracias por
ese regalo recibido y compartiendo nuestro gozo con los demás para quienes
hemos de ser signos del amor de Dios
Deuteronomio 8, 7-18; 2Corintios 5, 17-21;
Mateo 7, 7-11
Saber reconocer lo
bueno de lo que disfrutamos de la vida es un paso importante en el camino de la
felicidad; pero digo un paso, importante quizá, pero no el único. Porque es
importante también saber cómo hemos logrado lo que tenemos y saber descubrir en
el fondo que es un don. Un regalo que tenemos que saber agradecer también.
Me puedes decir, es mi
esfuerzo, son mis luchas, ahí están quizá mis sacrificios, ahí está mi trabajo,
es cierto. Y ya es importante que sepamos valorar el trabajo realizado, el
camino hecho, la capacidad de ese sacrificio y ese esfuerzo, el tener en cuenta
que tú has creído en tí mismo y por eso has luchado para conseguirlo. Pero hay
algo, misterioso quizá, que nos trasciende, que va más allá de esos esfuerzos
personales, porque tenemos que darnos cuenta que ese camino no lo hemos hecho
solos; a nuestro lado hay muchos que han sido un estímulo para nosotros, que
nos han alentado, que quizá cuando nos sentíamos sin fuerzas han puesto su mano
sobre nuestro hombro para darnos ánimos. Entonces a ellos también tenemos que agradecérselo.
Pero tampoco me quedo
ahí, aunque ya son pasos muy importantes que estamos dando con ese
reconocimiento. No han sido solo nuestras fuerzas humanas, ni los alientos
humanos que hayamos recibido de los que caminan a nuestro lado. Yo miro hacia
lo alto, a quien hace de verdad trascender mi vida para darle un valor todavía
más grande, yo miro a Dios que está a mi lado, digo que miro a lo alto pero es
una forma de decir porque nada está más cercano a nosotros que Dios mismo que
camina a nuestro lado por es Emmanuel, Dios con nosotros, pero más aun que se
entraña en nuestro ser, en nuestro corazón. El sí que es mi fuerza, mi
verdadero aliento, el hondo sentido de mi vida, lo que me da el verdadero
valor. Soy creyente y siento a Dios en lo más hondo de mi corazón.
Por eso nunca por
mucho que pueda disfrutar de todo eso bueno de lo que dispongo, mi corazón se
puede llenar de soberbia para creerse el único y como dueño y señor de todo. Mi
Señor de verdad es Dios que es el que da hondo sentido y valor a mi vida. Sin
El nada sería, sin El nada hubiera conseguido, sin El no hubiera realizado y
estaría realizando el camino. El es en verdad la fuente de mis alegrías, la
fuente de mi vida.
Hoy en la Iglesia
celebramos un día especial, que lamentablemente pasa muy desapercibido. Es el
día que se llama de Témporas de Acción de Gracias y de Petición. Sí, es
un día para la acción de gracias, para el reconocimiento de todo eso bueno que
hay en nosotros, en la vida, como hemos venido reflexionando. Un día para reconocer
la obra del Señor en nosotros y entonces desde lo más hondo de nosotros darle
gracias. Es el momento que de una forma personal veamos cada uno por lo que
tiene que darle gracias al Señor, reconocer todo eso bueno que hay en nosotros,
todo ese don de gracia que hemos recibido; cada uno tenemos nuestra historia,
cada uno tenemos nuestros motivos para dar gracias y tendríamos que detenernos
en ello.
Pero también una forma
de reconocerlo y dar gracias es no quedarnos encerrados en nosotros mismos y comenzar
a mirar en derredor nuestro. Primero, como antes decíamos, recordando a cuantos
han contribuido a que hoy haya llegado hasta aquí, porque han estado a mi lado,
porque me han animado, porque me han echado el brazo sobre el hombro tantas
veces para que siguiera caminando. Y dar gracias a ellos y por ellos al Señor
que los puso a mi lado.
Pero nuestra mirada no
se puede tampoco quedar ahí. A nuestro lado hay tantos que lo están pasando
peor en sus necesidades, en sus problemas, en sus sufrimientos, en sus
angustias, en sus enfermedades, en sus soledades… y no los podemos dejar
solos. Tenemos que ser con nuestros
gestos de amor y cercanía signos de la presencia del Señor en su vida, para que
no se cansen en sus luchas, para que sean capaces de levantarse para seguir
adelante, para que encuentren también un sentido y un valor a lo que están
viviendo aunque sea algo duro. Nosotros podemos ser luz para ellos, una luz que
les refleje la luz del amor de Dios.
Démosle un sentido
hondo a la vida y a este día concreto que hoy estamos viviendo.
¡Qué hermosa reflexión! ¡Excelente! ¡Bendito el Señor que nos permite captar estas palabras repletas de amor! ¡Sí! ¡Gracias enormes!
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