Vistas de página en total

sábado, 23 de mayo de 2020

Con Dios no podemos andar con tráfico de influencias queriéndonos ganar los favores de otros porque Dios es siempre el Padre bueno que nos escucha



Con Dios no podemos andar con tráfico de influencias queriéndonos ganar los favores de otros porque Dios es siempre el Padre bueno que nos escucha

Hechos 18, 23-28; Sal 46; Juan 16, 23b-28
¿Quién me podría echar una mano para sacar este proyecto adelante? ¿Conoces a alguien que pudiera tener cierta influencia con aquel personaje, con aquella institución… y con quien pudiéramos hablar para que nos eche una mano? Así andamos muchas veces en la vida buscando intermediarios, debiendo favores, buscándonos una recomendación, queriendo tener un padrino porque ya sabemos que quien tiene el poder en su mano tantas veces se hace rogar para que así estemos más dependientes de él y de su poder. Vienen las manipulaciones, los favoritismos, el tráfico de influencias y no se cuántas cosas más que caen una detrás de otra como en cascada. Y desgraciadamente nos hemos acostumbrado a eso hasta el hecho de perder todos los valores éticos que dignificarían en verdad a la persona.
Esto que sucede en la vida ordinaria, podemos pensar en las graves problemas de tráfico de influencias con la consiguiente corrupción, como podemos pensar en cosas más pequeñas pero que están en el día a día de nuestras mutuas relaciones en que tantas veces estamos buscando un mediador, alguien que interceda por nosotros para la solución de los problemas ordinarios de la vida, pero esto lo hemos transportado de alguna manera al ámbito religioso y de nuestras relaciones con Dios.
Cuantas cadenas nos llegan hoy por las redes sociales que si hacemos no sé qué cosas o qué oraciones a un determinado santo que es muy milagroso vamos a obtener todos los favores de Dios. Yo de entrada huyo de esas cadenas en las que nos quieren ofrecer la voz de Dios para que hagamos determinadas cosas y tendremos no sé cuántos años de beneficios; Dios no utiliza las redes sociales para darnos su gracia si hacemos determinadas cosas no sé cuantas veces que hay que repetir.
Pero vamos a aquello de aquel santo tan milagroso, de aquella imagen de la Virgen que nos obtiene todos los favores del cielo o determinada imagen de Jesús que es más milagrosa que las demás. Y así vamos con nuestros rezos, que no sé si podemos decir oraciones de verdad que dirigimos a todos los santos del cielo pero parece como si tuviéramos miedo de dirigirnos a Dios. El tráfico de influencias del cielo, podríamos decir utilizando el lenguaje de lo que hacíamos antes referencia.
Entiéndame bien no quiero decir que no nos valga la intercesión de los santos o de la Virgen María, la Madre de Dios.  Sin embargo, ¿no tendríamos que decir que oramos con María para aprender de su oración y para imitarla en sus virtudes de gracia que tanto necesitamos? ¿No tendríamos que aprender de los santos, de su vida santa, de su entrega y de su amor, del desprendimiento de su vida y de la generosidad de sus corazones para actuar nosotros de la misma manera? Si queremos decir que estamos orando con los santos o con la Virgen María creo que estaríamos diciéndolo mucho mejor y nuestra oración dirigida al Padre tendría más su verdadero sentido. Mucho tendríamos más que decir.
Es de lo que nos está hablando Jesús en el Evangelio. Y Jesús es bien claro. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa…Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios’.
Ya nos enseña Jesús en distintos momentos a lo largo del evangelio como tiene que ser nuestra oración, no con muchas palabras como si solo así seríamos escuchados, como hacen los gentiles, nos dice, o como la de los fariseos llenos de pomposidad y ruidos de campanillas y con rebuscadas palabras.
Nos enseñará que es el Padre providente, que si cuida de los pájaros del cielo o de las flores del campo cómo no va a cuidar de nosotros que somos sus hijos. No es la oración de las vanas promesas que luego no cumplimos o lo hacemos a regañadientes como si de un chantaje o de una compraventa se tratara en nuestra relación con Dios.
Es la oración confiada, la oración humilde, la oración del que abre el corazón a Dios para escucharle, es la oración de quien se sabe hijo y saborea la palabra Padre cuando se dirige a Dios porque se goza del amor de Dios allá en lo hondo del corazón. Con Dios no podemos andar con tráfico de influencias queriéndonos ganar los favores de otros porque Dios es siempre el Padre bueno que nos escucha. Y nuestro Mediador es Cristo Jesús.

3 comentarios:

  1. Es una muy interesante y valiente reflexión, puesto que muchas veces el ser humano tiende a confundirse. Creo que sería interesante que las parroquias se mostraran pulcras, es decir, sin estatuas, estatuillas o imágenes, porque esto puede hacer confundir a las personas, derivando su atención en una imagen más que en el poder de la oración, el del poder comunicarse con el Señor de una manera elevada, espiritual, sin necesidad de estar poniendo la atención en objetos.

    ResponderEliminar