El Espíritu del Señor como Paráclito nos hace encontrarnos
con nosotros mismos y encontrarnos de nuevo con el Evangelio de Jesús y
construir el mundo según sus valores
Hechos 8, 5-8. 14-17; Sal 65; 1Pedro 3,
15-18; Juan 14, 15-21
Nadie tiene por qué
sentirse desprotegido. Sabemos hoy que la sociedad tiene que ofrecer recursos
al que se siente indefenso ante la justicia para tener quien lo asesore y le
defienda. Multitud de recursos sociales que tiene que ofrecer la sociedad,
apoyo jurídico que incluso se ha de tener ante los tribunales. No siempre ha
sido así, ni siempre están a mano con la facilidad que correspondería esos
recursos de defensa incluso para el reo presuntamente culpable.
Hago esta referencia a
ese apoyo que siempre en la sociedad tendríamos que encontrar porque hablando
quizá desde el presupuesto de estos términos es lo que Jesús ofrece a sus discípulos.
Les está hablando en
momentos críticos como son los previos al propio prendimiento de Jesús y los
discípulos pudieran intuir que si les falta Jesús es como si se sintieran
huérfanos; conocen todas las confabulaciones de los judíos con Jesús, pero
ellos están con El y se sienten seguros; intuyen quizá que si les faltara Jesús
porque se cumpliera todo lo que El les ha anunciado se van a ver solos y como
abandonados a su suerte. Así los veremos encerrados en el cenáculo por miedo a
los judíos tras el prendimiento de Jesús, su pasión y su muerte en la cruz, a
pesar de todas las promesas que Jesús les ha ido haciendo, pero que ellos nunca
terminaron de entender. Y de eso es de lo que hoy Jesús les habla.
Ya en ocasiones les
había hablado de persecuciones y de tribunales e igualmente les había dicho que
no tuvieran miedo porque tendrían un Defensor, el Espíritu que pondría palabras
en sus labios para su defensa. Jesús les pide fidelidad, amor, cumplimiento
siempre de su voluntad, pero no han de temer aunque vengan momentos difíciles y
en ocasiones incluso se encuentren desorientados sin saber a qué atenerse. ‘Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté
siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad’.
Se nos ha
conservado la palabra de origen griego en su traducción literal al castellano
porque expresa realmente el sentido de lo que les ofrece Jesús. El paráclito es
el que está llamado para defender al indefenso. Y es el sentido que Jesús
quiere darle a la presencia del Espíritu Santo en la vida de los discípulos, el
Defensor, el apoyo y la fuerza incuestionable, el que estará siempre a nuestro
lado para que encontremos la mejor palabra, la más perfecta actitud y postura,
la más valiente decisión. Es el que inspira y nos da luz para hacernos ver
caminos, salidas. Es el que acompaña para que no nos sintamos solos en el
camino que muchas veces se puede convertir en algo duro y nos puede hasta
parecer intransitable. Pero El estará ahí como nuestra fuerza y nuestra luz,
como nuestra defensa y nuestra fortaleza.
La
liturgia cuando casi vamos concluyendo el tiempo pascual porque ya nos
acercamos a Pentecostés nos ofrece estos textos con la promesa de Jesús. Es esa
luz que necesitamos en todos los tiempos porque siempre ha habido y habrá
momentos difíciles para los que queremos seguir a Jesús y no nos podemos sentir
huérfanos y desamparados. Bien que en el camino de la Iglesia a través de todos
los tiempos siempre se ha sentido esa presencia del Espíritu y aunque haya
habido momentos difíciles, momentos en que la iglesia ha caminado incluso por
caminos tortuosos, no ha faltado la presencia del Espíritu que guía y que
sostiene a la Iglesia.
Pero tenemos
que escuchar esta Palabra en el momento presente, momento de turbulencias, de confusión
y desorientación, momentos en que nos vemos zarandeados por problemas que pensábamos
que no se iban a presentar a la humanidad, pero que de la noche a la mañana todo
se ha trastocado, muchas cosas se han venido abajo, nos sentimos que no sabemos
como ni cuando vamos a salir de estas oscuridades y tenemos el peligro y la tentación
del desaliento.
Momentos,
por otra parte, que tendrían que hacernos pensar sobre la manera como hemos ido
construyendo nuestro mundo que ahora da la impresión que ha perdido los
cimientos y el edificio se nos puede venir abajo. Momentos de reflexión para
saber leer las lecciones de la historia y, en concreto, de esta historia que
ahora nos ha tocado vivir y donde siempre tenemos algo que aprender. Se nos
cuestionan muchas cosas, pero aparecen también señales de luz de que no todo
está perdido porque aparece en muchos lo mejor que tienen de si mismos y eso
les hace plantearse las cosas de otra manera.
Y como creyentes
también tenemos algo que decir, como creyentes en Jesús también tenemos un
camino y unas decisiones que tomar para encontrar salidas, como creyentes no
podemos sentir que todo es oscuridad alrededor nuestro, como creyentes ahora escuchamos
esta Palabra de Jesús que nos hace encontrar la luz porque también en estos
momentos hemos de sentir con nosotros la presencia y la fuerza del Paráclito,
la fuerza del Espíritu Santo prometido. No estamos batiendo alas como aves
desorientadas en un túnel oscuro y sin salida sino que hay quien nos inspira y
nos orienta desde lo más hondo para que encontremos esa luz que nos señala una
salida.
Una salida a algo
nuevo, una salida a un mundo transformado, una salida a un mundo nuevo que
nosotros los cristianos sabemos bien como construirlo desde esos valores nuevos
que nos ofrece el evangelio y que quizá tantas veces hemos olvidado dejándonos
encantar por esos cantos de sirena que en el mundo se nos ofrecían. El Espíritu
del Señor que nos hace encontrarnos con nosotros mismos y encontrarnos de nuevo
con el Evangelio de Jesús. Ese mundo nuevo que nosotros los cristianos llamamos
el Reino de Dios y donde han de florecer esos valores eternos e inviolables del
amor y de la justicia, de la paz y de la solidaridad, de la verdad y de la
autenticidad, de la cercanía y de la fraternidad, por citar algunos.
No estamos solos, no
caminamos abandonados como huérfanos, con nosotros está la fuerza del Espíritu
del Señor. Dejémonos conducir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario