Nos promete Jesús el Espíritu de la Verdad que nos conduce a
la Sabiduría para que vivamos la verdad de Dios en nuestra vida que nos llene
de plenitud
Hechos 17, 15. 22 — 18, 1; Sal 148; Juan 16,
12-15
Vivimos en un mundo
saturado; es tal la avalancha de noticias e informaciones que nos llegan a cada
minuto, acontecimientos que se suceden no solo en nuestra cercanía sino que nos
llegan noticias de ellos aunque sucedan en los lugares más lejanos del planeta,
gente que vamos conociendo y que va aumentando cada día los ‘amigos’ de las
redes sociales que parecen ya listas interminables, no solo informaciones sino
comentarios de los más variados que se nos ofrecen por todos lados en cualquier
medio de comunicación que abramos, que al final no sabemos que hacer con tantas
cosas, como poner orden a esa maraña que se nos va formando en nuestro
interior, y parece que el disco duro de nuestra mente ya no da para más.
¿Cómo poner orden en
todo ese caos que se nos forma? ¿Quién nos dice lo que es verdaderamente
importante y lo que hemos de dejar a un lado? ¿Merece la pena estar al tanto de
tanta información que nos llega que al final no sabemos procesar? Es necesario
hacer una parada, detenerse para ver lo que verdaderamente merece la pena,
encontrar en medio de todo ese caos lo que nos ayude de verdad y nos acerque de
una manera distinta a los demás.
Los apóstoles y los discípulos
de Jesús también se veían saturados. Habían comenzado a seguir a Jesús porque
se sentían atraídos por sus palabras y por los gestos que iba realizando; su cercanía
a la gentes, la acogida que hacia de cuantos tenían el corazón lleno de dolor,
las esperanzas que se iban suscitando en sus corazones, los signos que
realizaba les abrían sus mentes a un mundo nuevo que todos deseaban. Por eso
algunos querían estar más cerca de El, y muchos fueron los llamados de manera
especial por el Maestro para seguirle.
En la medida que le
iban conociendo eran muchas cosas nuevas las que descubrían en su corazón pero
también Jesús comenzaba a decirles y a enseñarles nuevas cosas, nuevas
actitudes para vivir, nuevos caminos que habían de recorrer. Se sentían
desbordados. Ahora era lo que sentían inminente con los anuncios que había
hecho y lo que ellos intuían que sucedía a su alrededor donde había algunos que
querían quitarlo de en medio y esto concordaba con lo que Jesús les anunciaba.
Parece que ya nada más cabía en sus cabezas.
Por eso Jesús en su
despedida, porque todo lo que estaba sucediendo en aquella tarde noche en
aquella cena pascual parecía que tenía ese sentido de despedida, Jesús les
promete que estará con ellos para siempre aunque será de un modo nuevo, Jesús
les promete la presencia del Espíritu que desde el Padre había de enviarles.
Es lo que ahora les
anuncia. ‘Muchas cosas me quedan por deciros, pero
no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la
verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia,
sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir’. Son muchas las cosas que Jesús les ha enseñado y no han
sabido hasta ahora digerirlas, aunque estando Jesús con ellos y explicándoles
El una y otra vez. ¿Cómo será en su ausencia? ‘El os lo enseñará todo, os
guiara hasta la verdad plena’.
Es el Espíritu
del Señor que sigue presente en su Iglesia, el Espíritu del Señor que podemos
sentir también en nosotros, en nuestro corazón. Es el Espíritu que os guía y
nos conduce a la verdad plena, es el Espíritu que nos llena de la Sabiduría de
Dios, es el Espíritu que inspira en nuestro corazón lo bueno que hemos de
realizar, es el Espíritu que nos fortalece contra la debilidad y el mal que nos
acecha, es el Espíritu que caminará siempre a nuestro lado para liberarnos del
mal, es el Espíritu que pone orden en nuestro corazón, es el Espíritu que nos
hace descubrir la verdad, es el Espíritu del que hemos de dejarnos conducir.
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