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martes, 19 de mayo de 2020

Despedida de Jesús a sus discípulos con anuncio de presencia nueva por la fuerza del Espíritu que enviará desde el Padre



Despedida de Jesús a sus discípulos con anuncio de presencia nueva por la fuerza del Espíritu que enviará desde el Padre

Hechos 16, 22-34; Sal 137; Juan 16, 5-11
Las despedidas son siempre tristes. Es un desgarro del alma al tener que separarse del ser querido o apreciado. Por mucho que nos anuncien una pronta vuelta, por mucho que nos digan que quien marcha va hacia algo mejor, por muchas que sean las promesas de continua comunicación; aun hoy con los medios de comunicación que tenemos, con las redes sociales que nos permiten mantenerse en contacto incluso de contemplar su imagen o escuchar su misma voz. La tristeza nos embarga.
Pienso en mi niñez con la emigración familiares más allá del atlántico; pienso en tantos momentos a lo largo de mi vida en que he tenido que desprenderme de seres queridos, o yo mismo he tenido que marchar del lugar donde hacia mi vida. Por mucho que tratara uno de disimular las lágrimas se nos rompía el corazón. Hablo de esas despedidas impuestas por las circunstancias como podría mencionar las despedidas impuestas por las leyes de la vida cuando fallece un ser querido. No es necesario decir mucho porque por esas experiencias hemos pasado todos, aunque muchas más circunstancias podríamos recordar o resaltar.
Era la tristeza también que envolvía la cena pascual de Jesús con los discípulos; eran las mismas palabras de Jesús, era lo que los discípulos intuían porque no habían terminado ni de aceptar ni de comprender los anuncios que Jesús hacia, era la tensión que se vivía en aquellos momentos con tantos signos y gestos distintos que se iban sucediendo en aquella cena. La tensión y la tristeza se mordían en el aire.
Y sin embargo Jesús les dice ‘os conviene que yo me vaya’, aunque resulten palabras dolorosas. Les cuesta entender aunque las palabras de Jesús hoy nosotros las podamos ver un poco más claras. Recordemos textualmente las palabras de Jesús. Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré’.
Nosotros hoy desde la perspectiva de lo que ya ha pasado podemos comprenderlas un poco mejor, aunque no sé si luego realmente lo llevemos a la vida. Diríamos que la misión de Jesús concluye porque llega el momento culminante de su Pascua, su muerte y su resurrección. No es un final. Es algo que tendrá luego que prolongarse y precisamente a través de quienes creemos en Jesús. Les dejará esa misión a los apóstoles y a los discípulos de entonces, como nos está confiando a nosotros también esa misma misión. El anuncio de la Buena Nueva, el anuncio del evangelio de salvación para que creyendo en Jesús se vaya realizando el Reino de Dios. Pero será una tarea que los discípulos no podrán realizar sin la fuerza del Espíritu que Jesús desde el Padre nos enviará. ‘Si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito; en cambio si me voy os lo enviaré’, les dice y nos dice Jesús.
Si nosotros hoy podemos seguir celebrando a Jesús, si podemos hacer el anuncio del Evangelio, si llegamos a vivir ese compromiso de transformación de nuestro mundo según los valores nuevos del evangelio será porque tenemos el Espíritu que Jesús nos envía desde el Padre con nosotros. Es quien nos hace sentir la presencia de Jesús, es quien impulsa nuestros corazones al amor y a la comunión para sentirnos hermanos los unos de los otros, es el que mueve nuestros corazones para ponernos en camino de evangelio, caminos de evangelio en que nos sintamos evangelizados y caminos de evangelio en que llevemos ese anuncio al mundo que nos rodea.
Es despedida de Jesús pero es certeza de que estará con nosotros para siempre hasta la consumación del mundo pero que lo sentiremos y lo viviremos de forma nueva. Despedida de Jesús, que humanamente a los discípulos entonces les costaba lágrimas y angustias ante la incertidumbre de todo lo que iba a suceder, pero despedida que nosotros sabemos que podemos vivir de un modo nuevo. No son aquellas angustias de las que hablábamos al principio como experiencias que humanamente nosotros hubiéramos vivido. Es algo nuevo, es algo distinto, es la certeza de lo presencia de Jesús de un modo nuevo por la fuerza y por la acción del Espíritu.
Claro que todo lo que decíamos entonces nos tendrá que llevar quizá a unas actitudes nuevas desde el amor con la fuerza del Espíritu para quienes viven esas amargas experiencias de dolor en la separación de seres queridos; cómo nosotros allí a su lado hemos de saber estar con un mensaje de esperanza, con una presencia que conforte y consuele en el dolor, con un abrazo de amor que haga que no se sientan solos y abandonados por quienes pasan ese trance de la despedida y de la separación sea cual sea.


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