Aunque
la tierra esté llena de pedruscos y abrojos no seamos pasivos sino que a pesar
del lugar inhóspito ayudemos a que la semilla germine y brote una hermosa
planta que dé fruto
Éxodo 16, 1-5. 9-15; Sal 77; Mateo 13, 1-9
Caminando por la calle o carreteras de
nuestros pueblos o nuestros campos es fácil que nos encontremos que en
cualquier grieta del asfalto veamos surgir una pequeña planta, una hierba
quizá, o en alguna ocasión quizá hasta el brote de lo que pudiera ser un árbol
de frutos; te admiras, quizás, de que allí haya germinado una semilla para
hacer brotar esa planta en un lugar tan adverso, y piensas cómo es que ha
encontrado la humedad necesaria y ha encontrado la tierra donde echar sus
raíces. Quizá la adversidad no le dé futuro a esa planta, o quizá encuentre la
fuerza necesaria para brotar vigorosa y mantenerse con vida hasta darnos frutos.
Poniendo imaginación por nuestra parte podríamos decir cuánto esfuerzo por
tener vida en un lugar tan inhóspito, por llegar a ser una planta que nos de
una hermosa flor o incluso ricos frutos. Algo nos enseña.
¿Será así también en nuestra vida o en
la vida de los que nos rodean? Cada uno sabe los esfuerzos que hace en si mismo
para lograr ese crecimiento y esa maduración de la vida. Todos tenemos nuestras
debilidades, nuestras tendencias y pasiones que se nos desbordan, apegos en la
vida o malas semillas que han ido creciendo también en nuestro interior.
Podemos ser conscientes de lo que sucede en nuestro interior, pero quizá
desconocemos lo que sucede en el interior de los demás.
Esto nos exigiría respeto hacia la vida
de los otros, porque realmente no sabemos lo que sucede en el interior de cada
hombre, las grietas que pueda tener en su vida, el mundo adverso que a cada
cual rodea, las sequedades de su interior o aquellas cosas en las que tropieza
una y otra vez y no permiten que sus raíces pueden ahondarse allí donde pueda
encontrar buena tierra y enraizar debidamente. Somos fáciles para el juicio y
la condena de los demás, pero pocas veces nos detenemos a ver las dificultades
que en si mismo cada uno tiene.
Ya sabemos que necesitamos tierra
buena, tierra bien cultivada, libre de pedruscos y de abrojos, pero la realidad
de nuestra vida es esa. Son muchas las cosas que influyen en nosotros de manera
negativa y nos cuesta levantar cabeza, nos cuesta poner esa positividad en la
vida. Cuando en verdad queremos crecer como personas sabemos cuanto nos cuesta,
las dificultades que cada día de la vida vamos encontrando. No es que seamos
pesimistas, sino que vemos nuestra realidad. Pero tampoco podemos quedarnos en
la pasividad, sino que hemos de saber encontrar fuerzas para levantarnos, para
crecer, para llevar a madurar en la vida buscando el mejor ideal, la más alta
meta.
Hoy el evangelio nos ha propuesto la parábola
del sembrador que salio echar la semilla por todo lugar. Hubo, es cierto,
semillas que no pudieron germinar, o semillas que aunque germinaron y
comenzaron a crecer pronto se vieron agostadas y no llegaron a dar fruto. Pero
como decíamos no nos podemos quedar en la pasividad, sino que tenemos que
buscar cómo ser la mejor tierra para que lleguemos a dar fruto. Podemos
liberarnos de esos abrojos, limpiar esos pedruscos del campo de nuestra vida.
Con dificultad, pero podemos. Y es a lo que nos incita la parábola.
Que esa semilla de la Palabra de Dios
que cae en nosotros llegue a dar fruto. Somos nosotros los que tenemos que dar
respuesta, cada uno en su vida, pero también en lo que podemos hacer para
ayudar a los demás. Como nos enseña la parábola y la actitud de Jesús hemos de
buscar todo momento y todo lugar para sembrar esa semilla, como Jesús que
enseñaba aprovechando la barca de Pedro a la orilla del lago, como el sembrador
que fue echando la semilla a voleo por todos los lugares, consciente también de
la dificultad para que toda esa semilla germinara y diera fruto.
En nuestras manos está y no podemos ser
pesimistas ni por nosotros mismos ni por el campo que podamos ver a nuestro alrededor.
Sembremos la semilla respetando lo que suceda en el interior de cada hombre,
pero pongamos también algo de nuestra parte para ayudar, para animar, para
regar o abonar ese sembrado. Muchas son las cosas que podemos hacer si nos
arrancamos de nuestras actitudes pasivas y negativas. Cambiemos nuestra mirada
y nuestra actitud.
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