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viernes, 26 de julio de 2019

Reconozcamos la bendición de Dios que son para nosotros nuestros abuelos por cuanto de ellos recibimos y pongámoslos en un lugar importante de la historia de nuestra vida


Reconozcamos la bendición de Dios que son para nosotros nuestros abuelos por cuanto de ellos recibimos y pongámoslos en un lugar importante de la historia de nuestra vida


Alabemos a Joaquín y a Ana por su hija; en ella les dio el Señor la bendición de todos los pueblos’, así comienza la liturgia de este día en que celebramos a San Joaquín y Santa Ana, los padres de María.
Siempre nuestra alabanza para el Señor. Hoy bendecimos a Dios por los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús. María, ciertamente fue una bendición de Dios para ellos, como es también una bendición para toda la humanidad. Hoy celebramos a aquellos que engendraron y trajeron a la vida a quien iba a ser la Madre del Señor, la Madre de Dios. Pero ser padre y madre es algo más que engendrar y llevar en su vientre a una criatura, porque los padres se prolongan en la vida de sus hijos en la vida que les trasmiten que son también todos esos valores que fundamentan la existencia del hombre.
No somos solo por nosotros mismos aunque luego en nuestra propia autonomía creceremos poniendo todo de nuestra parte, pero somos también lo que hemos recibido, lo que nos ha formado, lo que nos ha dado esos principios y valores para esa nuestra maduración personal. Hay una mutua interrelación entre lo que son los padres y lo que van a ser luego los hijos. La obra de Dios en nosotros se realiza también a través de esas mediaciones que son nuestros padres que son un punto de gracia para nosotros, una señal también de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Por eso cuando contemplamos a María con su fe y con su disponibilidad y con todas las virtudes que la rodean por lo que tanto la exaltamos, tenemos que pensar en quienes le dieron esos valores, en quienes les transmitieron esa vida, en quienes despertaron en ella esa fe y ese amor servicial que tanto resplandece en su vida. Decimos es la obra de la gracia de Dios en María pero que a ella llegó a través de toda la vida que le transmitieron sus padres Joaquín y Ana.
Nos tiene esto que hacer valorar lo que de nuestros padres hemos recibido. Lista grande sería la que tendríamos que hacer si quisiéramos catalogar todo lo bueno que de nuestros padres hemos recibido. Con su buena voluntad, con lo que ellos vivían y querían vivir, lo que había sido el sentido de su vida, también con sus posibles deficiencias y debilidades nos han transmitido muchas cosas hermosas que no siempre sabemos no solo valorar sino saber tener en cuenta en el día a día de nuestra vida.
Pero cuando hoy estamos celebrando a los padres de María nosotros también queremos ir más allá de nuestros padres subiendo también un escalón en nuestra ascendencia para pensar en los abuelos; de ellos a través de nuestros padres y quienes tuvimos la suerte de conocerlos también directamente de su trato nosotros también hemos recibido muchas cosas. Lo que somos a ellos también se lo debemos.
Este día de los padres de María se ha convertido también en nuestros tiempos en el día de los abuelos, de los mayores. Quiere ser un día en cierto modo de homenaje y de reconocimiento lleno de cariño y amor hacia nuestros abuelos, pero también de todos los abuelos. Como hemos venido diciendo, lo que somos también de ellos depende, de ellos lo hemos recibido. Con cuanta veneración y cariño hemos de agradecérselo.
Y como nuestra mirada va más allá de lo personal o de lo que son nuestras propias familias, queremos mirar con respeto, con veneración sincera y afectuosa, con agradecimiento surgido de lo más hondo del corazón a todos los abuelos, a todos los mayores. Tristemente somos conscientes del abandono y del olvido que sufren muchos de nuestros mayores a los que arrinconamos quizá donde no nos puedan molestar, desentendiéndonos de ellos.
Como sociedad incluso somos deudores ante nuestros mayores porque incluso lo que somos hoy como sociedad es herencia de lo que ellos en su momento de plenitud de sus vidas quisieron construir. Si queréis pensarlo así, cada uno a su manera, cada uno según sus principios y valores, cada uno conforme a lo que en aquel momento se vivía y ya bien sabemos lo cambiante que es la historia de nuestra sociedad en las diversas etapas de los tiempos fueron construyendo su vida y nuestra historia; hemos de reconocer su buena voluntad y sus buenos deseos, la responsabilidad con que vivieron su momento, el amor que ponían en todo lo que hacían para querer buscar siempre lo mejor.
Merecen nuestra gratitud y nuestro respeto. Merecen el homenaje sincero de nuestro amor. Sepámoslos poner en un lugar importante de nuestro corazón y de nuestra historia que es herencia de lo que ellos un día construyeron.

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