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martes, 4 de diciembre de 2018

Que las palabras proféticas no se queden en bellas imágenes poéticas sino que con nuestra nueva vida a partir de la navidad sean signo del mundo nuevo que nace con Jesús


Que las palabras proféticas no se queden en bellas imágenes poéticas sino que con nuestra nueva vida a partir de la navidad sean signo del mundo nuevo que nace con Jesús

Isaías 11, 1-10; Sal 71; Lucas 10, 21-24

‘¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron…’ sin embargo no lo supieron ver. A los mismos discípulos les costaba comprenderlo. Las mismas palabras que ahora Jesús les dice les causan extrañeza y no terminan de entender. Pero allí estaba el deseado de las naciones, el que tanto habían anunciado los profetas, con el que soñaban que un día había de llegar los Patriarcas. Incluso muchos los iban a rechazar. Pero ante sus ojos se estaba realizando el maravilloso misterio de Dios, el misterio de su amor que se manifestaba en Jesús.
La liturgia nos ofrece este texto de la Escritura, del Evangelio ya en este comienzo del tiempo del adviento. Vamos escuchando los anuncios de los profetas que tantas esperanzas habían suscitado en el pueblo de Israel – son las primeras lecturas que nos ofrece la liturgia cada día – pero sabemos bien que esas promesas se han cumplido. Como diría Jesús en la sinagoga de Nazaret ‘esta escritura que acabáis de oír hoy se cumple’, aunque las gentes de Nazaret no supieron entenderlo.
Diríamos que eso forma parte de nuestra fe y es lo que tendríamos que celebrar llenos de gozo y con todo sentido. Es lo que está en lo más hondo del misterio de la Navidad que vamos a celebrar. Porque los anuncios y las profecías se han cumplido. Por eso podría decirle Jesús a los discípulos que los antiguos profetas y patriarcas podrían sentir una sana envidia en sus corazones de lo que la gente del tiempo de Jesús podía contemplar.
Pero es que tendríamos que decir que es también lo que nosotros contemplamos y tenemos que vivir. ¿Sabremos nosotros entender en toda la amplitud de su sentido el misterio de la Navidad que vamos a celebrar? Ya sabemos bien como tenemos el peligro de desvirtuarlo y pongamos mucho empeño en que cosas que son también buenos incluso pero que tenemos el peligro de perder de vista la esencial. Damos algunas señales con la alegría que vivimos en esos días, y con los bonitos sentimientos de hermandad y de paz con los que queremos envolver estos días.
Son cosas buenas que tenemos que realizar también, pero cuidado que en medio de todo esto nos olvidemos del protagonista principal que es Jesús. Jesús con todo el misterio de Salvación que nos ofrece, con todo el misterio de Dios que en El se nos revela. Algunas veces parece que tenemos el peligro de infantilizar demasiado nuestra navidad. Nos fijamos en el Niño que nace en Belén y llenamos de ternura nuestros corazones pero no llegamos a vivir con intensidad la salvación que viene a ofrecernos. Por eso pasa la navidad, se apagan las luces, se olvidan a un lado los regalos, dejamos para otro momentos todos esos sentimientos bonitos que hemos vivido, y nuestra vida sigue igual, nuestro mundo sigue igual.
Celebrar la navidad tendría que producir un impacto muy profundo en nuestro mundo que hiciera que muchas cosas cambiaran, no por el cambio de unos días en que utilizamos el quita y pon, sino porque nuestros corazones se sintieran transformados, porque en verdad a partir de la navidad siguiéramos amándonos con la misma intensidad y sintiendo la preocupación por los pobres y los que sufren, y sintiéramos la angustia de tantos problemas de nuestro mundo que no terminan de resolverse, y de verdad pusiéramos empeño, hubiera un compromiso serio por hacer que las cosas fueran de distinta manera.
Dichosos nosotros que podemos celebrar la Navidad, que podemos contemplar ese misterio grande de amor de un Dios que viene a inundar nuestros corazones para que en verdad vivamos una vida nueva y hagamos un mundo mejor. Aquellos antiguos profetas ansiaban que llegara ese día y lo expresaban con muchos signos e imágenes preciosas, como las que escuchamos hoy en el profeta, de lo que sería ese mundo nuevo a partir de la venida del Salvador. Pero ¿se quedarán esas imágenes en bella poesía expresada con bonitas palabras pero que no reflejan lo que en verdad estaremos haciendo después de la Navidad?

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