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viernes, 7 de diciembre de 2018

En nuestras manos, a nuestro alcance está esa nueva luz que necesitamos y hemos de tomar la iniciativa de lanzarnos a buscarla


En nuestras manos, a nuestro alcance está esa nueva luz que necesitamos y hemos de tomar la iniciativa de lanzarnos a buscarla

Isaías 29, 17-24; Sal. 26; Mateo 9,27-31

¿Podremos lograrlo o no podremos? Algunas veces nos acobardamos con las dificultades, dificultades que en muchas ocasiones casi nos creamos nosotros mismos en nuestra imaginación. Nos parece difícil, algo en cierto modo inalcanzable, es algo que pudiera o debiera cambiarnos la vida, la percepción de las cosas, la manera de actuar. Pero o nos da miedo o no le damos la importancia debida y las cosas suceden pero no repercuten en nosotros.
Hay desconfianza en nosotros, nos consideramos tan poco cosa que si es algo que tenemos que pedir pensamos ya de antemano que no nos van a escuchar, y ya no ponemos mucho empeño en conseguirlo. Tenemos posibilidades delante de nosotros y por nuestros miedos o desconfianzas no alcanzamos aquello que podría ser tan importante para nosotros.
Así muchas veces nuestra vida se hace ramplona, nos acostumbramos y nos damos por satisfechos quedándonos quizá en nuestras necesidades, no hacemos que en verdad vayamos creciendo con lo que cada día vivimos porque realmente no le ponemos toda la intensidad posible en aquello que hacemos o por lo que tenemos que pasar.
Muchas veces pasamos en la vida por situaciones que quizá podríamos mejorar, pero vivimos como acomplejados, nos sentimos satisfechos con lo poco que tenemos o somos, nos conformamos por no tener la valentía de dar la cara para pedir, para reclamar, para poner un plus de esfuerzo por hacer que las cosas sean mejores. Es el conformismo con que vivimos la vida, incluso necesidades, o enfermedades que padezcamos. Quizá en nuestra imaginación pensamos en cuantas cosas vamos a decir o hacer para que las cosas cambien, pero a la hora de la verdad nos encerramos en nuestro conformismo y nada hacemos, ningún paso damos.
Necesitaríamos una cierta rebeldía interior que nos saque de nuestro conformismo. Una rebeldía que  nos haga tomar iniciativas, dar pasos, reclamar si es necesario, querer salir de donde estamos y querer darle un mayor crecimiento a nuestra vida.
Hoy vemos en el evangelio que dos ciegos iban gritando detrás de Jesús y daba la impresión que Jesús no les hiciera caso. Muchos ciegos había en Israel, era una enfermedad muy común que implicaba situaciones límites de pobreza que les llevaba simplemente a pasar su vida junto a los caminos pidiendo limosna. Estos ciegos oyen que pasa Jesús, habrán oído con toda seguridad de los milagros que Jesús hacia curado a otros ciegos como ellos y se lanzan al camino para seguir a Jesús. Es al llegar a casa cuando parece que Jesús les hace caso y se interesa por ellos.
¿Qué queréis que os haga? ¿Creéis que yo pueda hacerlo? Parece que todo son dificultades pero aquellos hombres llenos de fe insisten, no se acobardan. Están seguros que Jesús puede hacerlo y por eso están ellos aquí; de ahí su insistencia sin cansarse ni rendirse, aunque les pareciera que todo estaba en contra; no solo era la negrura de su ceguera, sino las dificultades que están encontrando. Recordamos aquel otro ciego de Jericó a quien quieren acallar sus gritos las gentes mismas que acompañaban a Jesús.
La fe insistente de aquellos hombres les lleva a encontrar la salvación, a encontrar la luz para sus ojos. Pero quizá tengamos que preguntarnos, porque este texto del evangelio tiene que ser un impulso para nuestra fe y para nuestras luchas, hasta donde somos capaces de insistir, si estaremos dispuestos a poner en camino buscando en verdad que las cosas cambien, que nuestra vida cambien también. Porque algunas veces somos nosotros los ciegos, pero que no hacemos lo suficiente por salir de nuestra oscuridad y encontrar una nueva luz.
Esta Palabra del Señor que escuchamos desde el testimonio de arrojo y valentía de aquellos ciegos tendría que ser para nosotros un impulso grande para nuestra vida. No dejemos que la salvación pase a nuestro lado y no nos beneficiemos de ella. En nuestras manos, a nuestro alcance está esa nueva luz que necesitamos y quizá no somos todo los impulsivos para lanzarnos a buscarla.

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