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miércoles, 5 de diciembre de 2018

Todos soñamos con un mundo nuevo pero hemos de despertar de ese sueño para ver la realidad de nuestro mundo y hacer con nuestro compromiso de amor un mundo nuevo


Todos soñamos con un mundo nuevo pero hemos de despertar de ese sueño para ver la realidad de nuestro mundo y hacer con nuestro compromiso de amor un mundo nuevo

Isaías 25,6-10; Sal 22; Mateo 15,29-37

Todos tenemos sueños. Y no son ya los que tenemos mientras dormimos y la mente nos lleva por derroteros que ni no podíamos imaginar o nos vuelve a hacer revivir momentos que ya antes habíamos vivido intensamente en diversas circunstancias de la vida. Me quiero referir a esos sueños que estando despiertos y conscientes muchas veces tenemos que son deseos que llevamos en el corazón, que pueden ser aspiraciones que tengamos en la vida y que nos gustaría ver realizadas, o son reacciones a situaciones que nosotros vivimos o sufrimos o también en el dolor o el sufrimiento de tantos en nuestro entorno, porque siempre pensamos en lo que está mas cercano, pero que pueden ser aspiraciones de un sentido más universal.
¿No soñaremos un mundo sin guerras ni miserias? ¿No soñaremos con un mundo mejor donde todos podamos entendernos y vivir en armonía y respeto? ¿No soñamos que se acabe el hambre en el mundo y todo tipo de sufrimiento? ¿No soñamos quizá en nuestros intereses más particulares o individualistas en que tengamos suerte en la vida, podamos vivir mejor y así nosotros desde nuestra contribución compartir con los demás para que nadie pase necesidad?
Nos pueden parecer nuestros sueños frutos solo de una imaginación calenturienta, o utopías que nos parecen irrealizables, pero que mientras lo vamos soñando parece como que se despiertan esperanzas en nuestro corazón. Yo diría que es bueno soñar, porque puede despertar en nosotros buenos sentimientos, o hacer que surja un deseo que nos lleve al compromiso para hacer que las cosas sean de manera distinta. Sin soñadores quizá nuestro mundo no hubiera avanzado porque incluso la misma ciencia es el sueño escondido de alguien que lucha y trabaja por encontrar soluciones. Es necesario soñar con sueños que nos hagan despertar a una realidad mejor.
Parece un sueño lo que nos describe el profeta hoy. Nos habla de un mundo maravilloso, de un gran festín al que todos los pueblos están invitados y en el que nada faltará. Parece algo imposible cuando tanto nos quejamos de que la tierra no puede producir pan en abundancia para todos. Son imágenes que nos hablan de un mundo nuevo, donde todo es a la manera de un festín de esas características donde ya no habrá ni hambre, ni sufrimiento, ni duelo, ni dolor. Y el profeta nos está diciendo que esa es la imagen de los tiempos nuevos, de los tiempos mesiánicos que venga el Salvador para toda la humanidad. Por eso nos invita, ‘celebremos y gocemos con su salvación’.
Y cuando ha llegado el Mesías el evangelio nos ha hablado de una multitud llena de sufrimiento que se acerca hasta Jesús, porque su presencia ha despertado todas las esperanzas. Y con Jesús llega la salvación, porque a todos cura y sana, y para todos tiene una palabra de vida. Pero es que en Jesús vemos el cumplimiento de aquel sueño profético cuando para la multitud hambrienta Jesús parte y comparte los panes para que todos coman y todos puedan saciarse.
Nos quedamos en el milagro y decimos qué cosas maravillosas hacía Jesús, pero  no terminamos de ver el signo que tiene que significar eso para nosotros. No es una utopía lo que se nos está presentando sino un camino que se está abriendo ante nosotros. Aquello que anunciaba el profeta y significativamente veíamos en Jesús es el camino de lo que nosotros tenemos que realizar.
Es ese sueño, si queremos decirlo así, en que tenemos que ver, es cierto, ese mundo de sufrimiento que nos rodea. Pero ¿no tendríamos que hacer como aquellos que acudían a Jesús llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros y los echaban a sus pies, para que él los curara? Muchas veces pensamos mucho en nosotros mismos pero no somos capaces de mirar alrededor, nos preocupamos en nuestra fe y devoción en acudir a Jesús pero no somos capaces de llevar con nosotros a tantos envueltos en su sufrimiento.
Sería un primer paso constatando la realidad, siendo conscientes de ella. Un paso que nos hace seguir adelante para que luego pongamos todos de nuestra parte. Jesús quiso comprometer a los discípulos en la solución al problema que se presentaba, alguien generosamente ofrece unos pocos panes y peces, y desde ahí todos comieron, todos pudieron sentirse en un mundo feliz. ¿No sería eso lo que nosotros tenemos que hacer?
Cuando queremos preparar nuestro corazón en este camino de Adviento para recibir a Dios que viene a nuestra vida con su salvación esos han de ser nuestros caminos; abrir los ojos de nuestro corazón para ver, despertarnos de ese sueño para ver la realidad y contemplar cuanto hay de sufrimiento a nuestro alrededor y darnos cuenta que en esos hermanos que sufren está el Señor que viene a nuestra vida. Otras serían nuestras actitudes, otra sería nuestra vida.

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