Que el soplo del Espíritu nos ayude a quitar y echar al fuego de la purificación lo que nos sobra o nos estorba de nuestra vida para hacer rectos los caminos que nos llevan al Señor
Sofonías 3, 14-18ª; Sal.: Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6;
Filipenses 4, 4-7; Lucas 3,
10-18
Hoy se emplean en el evangelio unas imágenes que quizá en muchos de
nuestros ambientes o de generaciones jóvenes no terminarán de entender. Se nos
habla de parva y de paja, de aventar – lanzar al viento – y de grano de trigo
recogido limpio de toda parva o de toda paja. La era de trillar, el aventar el
grano para que quedara limpio de paja y polvo es algo que nos queda en el
recuerdo de los mayores si acaso vivimos en el campo y pudimos presenciarlo o
incluso trabajarlo, pero que hoy mecánicamente con métodos mas modernos han
sido sustituidos.
Pero son imágenes que nos emplea el Bautista y cuanto pueden
significar en ese camino de conversión que hemos de vivir en nuestra
preparación para la venida del Señor. Hemos de recoger ese grano limpio, ese fruto
bueno de nuestras vidas purificándonos de tantas cosas que llevamos demasiado
apegadas en el corazón. Y los apegos no son solo cosas sino actitudes y
posturas de las que tenemos que liberarnos si en verdad queremos preparar bien
los caminos del Señor.
‘¿Qué tenemos que hacer?’ se preguntaba la gente cuando
escuchaba la predicación de Juan. ¿Qué tenemos que hacer? acaso nos estemos
preguntando nosotros también. Quizás hasta podemos pensarnos que no tenemos que
hacer nada especial porque nosotros ya vamos por el buen camino. Sabemos bien
que nosotros mismos muchas veces nos lo planteamos así, nos consideramos buenos
y cumplidores, y quizá pensamos que todo lo resolvemos con repetirnos unas
oraciones o acaso dar alguna limosna, o hacer alguna ofrenda si se da el caso.
Es una pregunta que seguirá repitiéndose a lo largo del evangelio por
muchos de los que se acercan a Jesús y se sienten conmovidos quizá por sus
palabras. Jesús, es cierto, nos recordará como a aquel joven rico en principio
que cumplamos los mandamientos, aunque luego le pida más cosas si en verdad
quiere crecer en su vida. Cuando le preguntan a Jesús qué es lo principal
recordará siempre el mandamiento del Señor, pero con toda la amplitud y
exigencia de lo que significa amar con todo el corazón y con toda la vida. Cuando
Jesús habla del prójimo a quien tenemos que amar, todavía alguno se atreverá a
preguntar ‘¿y quién es mi prójimo?’
Pero vamos a las palabras de Juan porque si hemos hecho referencia a
esos otros momentos del evangelio es para que veamos la sintonía que hay entre
las palabras de Juan y la Buena Nueva de Jesús. Ahora escucharemos
detalladamente las palabras con que Juan va respondiendo a cada uno de aquellos
grupos que se acercan hasta el Bautista en el desierto. Son la gente común, la
gente sencilla, los que en verdad quieren abrir su corazón a algo nuevo que
saben que va a aparecer con la presencia ya cercana del Mesías como les dice
Juan. Gente sencilla y entre ellos cobradores de impuestos o militares.
¿Qué les pide Juan señalándose a cada uno en concreto? La generosidad
del compartir que significa no solo dar cosas sino ser capaces de desprenderse
de si mismos, de su yo. ‘El que tenga dos túnicas, les dice, que se las
reparta con el que no tiene; y el que tenga comida que haga lo mismo’. Es
parte de su yo, de su vida lo que han de compartir; la ropa o lo que tenemos
para vivir de alguna manera nos identifica, porque no es el mero hecho de
compartir una túnica que me sobre o una comida que tenga en abundancia, sino
que es dar de si mismo. Cuánto podríamos decir en este sentido.
Es la rectitud con que hemos de vivir nuestra vida; no nos vale
aprovecharnos del otro en virtud de nuestras posibilidades o de nuestro poder.
Con rectitud y justicia hemos de vivir para respetar al otro y lo que es, para
respetar la persona y lo que tiene y no valernos de nuestros trapicheos,
nuestra mano izquierda o nuestros trucos para aprovecharnos de los demás.
De cuantas nebulosas rodeamos muchas veces nuestros trabajos o
nuestros negocios; cuantas veces nos valemos de nuestras influencias y
manipulaciones para aprovecharnos de lo que sea; de cuantas apariencias de
bondad y decimos de querer ayudar a los otros queriendo colgarnos medallas de
meritos y merecimientos, para aumentar nuestro poder o nuestras ganancias o
para escaquearnos de nuestras responsabilidades y trabajos pues es lo que todos
hacen o ya otros lo harán nos decimos.
A la gente le sorprendían las palabras directas e incisivas del
Bautista y por eso se preguntaban si acaso no era Juan el Mesías. Es cuando nos
anuncia que él solo viene a bautizar con agua, como un signo de purificación
necesaria y de penitencia, pero que vendrá el que lo transformará todo porque
viene a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
Es entonces cuando nos habla lo que recordábamos al principio de esta reflexión,
lo de aventar el trigo para que el viento se lleva la parva, para separar el
grano de la paja.
¿No será lo que tenemos que hacer en la vida? Que el soplo del Espíritu
nos ayude a quitar y echar al fuego de la purificación todo eso que nos sobra o
nos estorba de nuestra vida para hacer rectos los caminos que nos llevan al
Señor; cómo es necesario hacer relucir el verdadero fruto manifestado, como
hemos venido diciendo, en el amor y en la justicia.
Creo que pueden surgir interrogantes serios en nuestro interior en
este camino de Adviento; es una invitación a la verdadera purificación de
nuestra vida, a preparar debidamente los caminos del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario