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miércoles, 24 de octubre de 2018

Démosle gracias a Dios por los dones recibidos, que nos fortalece en la debilidad, nos estimula en nuestro crecimiento y siempre todo para la gloria de Dios


Démosle gracias a Dios por los dones recibidos, que nos fortalece en la debilidad, nos estimula en nuestro crecimiento y siempre todo para la gloria de Dios

Efesios 3,2-12; Sal.: Is 12,2-3.4bcd.5-6; Lucas 12,39-48

‘Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá…’
Así termina hoy Jesús las recomendaciones que nos está haciendo a la vigilancia y a la responsabilidad en la vida. Pero con esta sentencia final de Jesús creo que nos está planteando algo importante. ¿Somos conscientes de cuanto recibimos del Señor? ¿Somos conscientes del regalo de la vida, para comenzar, pero de cuantos dones y cualidades está llena esa misma vida?
Algunas veces, en una especie de humildad que no es realmente humildad, nos decimos qué poco somos y qué poco valemos. Nos achicamos y empequeñecemos no queriendo o no sabiendo reconocer de cuántos dones estamos dotados. Muchas veces pudiera ser que fuera una excusa para no comprometernos, para no implicarnos más en las cosas de la vida, para asumir responsabilidades, para dejar que sean otros los que hagan o se impliquen para no complicarnos nosotros.
Decimos fácilmente que no sabemos o que no podemos. Una excusa, un escurrir el bulto. Como se suele decir nadie nace aprendido, sino que descubriendo cuales son nuestras cualidades, nuestros valores – que todos tenemos – tratar de desarrollarlos, de ponerlos en juego, quitando miedos y temores y viendo al final que somos capaces de muchas cosas y de cosas importantes también.
Es necesario conocerse de verdad, ahondar en nuestras posibilidades, descubrir cuales son verdaderamente nuestros gustos, porque por ahí quizá podemos descubrir capacidades que hay en nosotros y que hemos de desarrollar. Dejarnos ayudar para descubrir la riqueza de nuestro yo y esas capacidades que tenemos. Cuantas veces porque nos vemos obligados a implicarnos en algo que nos parecía que no seriamos capaces de sacar adelante, luego descubrir que con nuestra paciencia y nuestra constancia fuimos capaces de afrontar aquellas responsabilidades quizás y desarrollar unas cualidades que estaban ocultas en nosotros.
El empequeñecernos y anularlos sería una falta seria de responsabilidad en la vida cuando lo hacemos por comodidad, o por no querer complicarnos la vida. Ahí está lo que nos ha dicho hoy Jesús que citábamos al principio de nuestra reflexión y que nos viene bien recordar para despertarnos de ese sopor en que tantas veces nos metemos en la vida y lo llegamos a hacer nada. ‘Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá…’ reconozcamos los dones recibidos del Señor, no enterremos el talento, demos fruto que nos lo debemos a nosotros mismos, lo debemos a los demás en ese bien que les podemos hacer y se le debemos a Dios que es el que ha enriquecido nuestra vida con esos dones.
Démosle gracias a Dios por esos dones recibidos, y esa presencia continua en nuestra vida para fortalecernos en nuestras debilidades, para estimularnos en nuestro crecimiento, para dar gloria al Señor con todo lo que es nuestra vida y cuanto de bueno podemos hacer.

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