El cristiano tiene que ser signo que siembre la inquietud de algo nuevo en el corazón y que en verdad prendamos nuestro mundo en el fuego del amor
Efesios 3,14-21; Sal 32; Lucas
12,49-53
Ese individuo, ese personaje es como un terremoto, es como un fuego, no
hay quien lo pare, decimos cuando nos encontramos una persona de gran
actividad, que no es capaz de quedar quieto ante nada ni nadie, que con su
presencia, sus gestos o sus palabras va inquietando a todo el mundo y haciéndolos
poner en macha.
Todos hemos conocido alguna vez personajes así, que no dejan tranquilo
a nadie, que siempre están planteándose que más hacer, o que nos están
interrogando por dentro cuando vemos sus gestos, cuando vemos su compromiso,
cuando vemos como trabajan sin descanso y no ya solo por ganancias personales,
sino tratando de sembrar inquietud para que la gente se moje, se implique,
participe en actividades comunes que hacen el bien a la comunidad. Admiramos a
esos personajes.
No nos dejan tranquilos. Algunas veces incluso se provocan conflictos
entre quienes están de acuerdo con esa manera de actuar, o de quienes lo ven
exagerado y que no es necesario llegar a tanto, o quizá también porque esa
nueva forma de actuar puede tocar de alguna manera nuestros intereses. Y
algunas veces parece que se provoca división entre unos y otros.
Desde esta clave hemos de entender las palabras de Jesús. ‘He venido a prender fuego en el mundo, nos
dice, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!’ Y es que Jesús viene a hacer un mundo. Anuncia el Reinado de
Dios, lo que significa que muchas cosas tienen que cambiar. No es Jesús un
revolucionario como algunos en ocasiones de sus intereses o visiones
particulares nos quieren decir, pero sí quiere producir una revolución en la
conciencia de las personas, un revolución de amor, porque todo ha de vivirse
desde ora óptica, no desde nuestros intereses particulares o partidistas, sino
desde la búsqueda del bien del hombre que es lo mismo que buscar la gloria de
Dios.
Sabe Jesús que ponernos en
ese camino nuevo, donde tiene que haber un cambio radical en la percepción de
las cosas y en la manera de actuar, también va a crear conflictos. A El lo
llevará hasta la Cruz. Por eso nos dice que ha de pasar por un bautismo. ‘Tengo
que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!’ Es
consciente de la reacción que ya se está provocando en muchos que querrán
quitarlo de en medio, pero El no tiene miedo, es fiel a su misión hasta el
final. Recordamos que les decía a los hermanos Zebedeos si estaban dispuestos a
pasar el bautismo que El había de pasar.
Y ya nos previene para que
no nos desanimemos que quienes queremos seguir ese camino radical en el estilo
de su evangelio, de la buena nueva que nos está anunciando, vamos a encontrar
dificultades, porque vamos a encontrar oposición, y no será solo desde quienes estén
lejos de nuestros valores o principios, sino que muchas veces lo vamos a
encontrar desde los mas cercanos a nosotros. Por eso nos dice: ‘En adelante,
una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres;
estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre
contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra’.
No significa esto que Jesús quiera esas divisiones y enfrentamientos.
El quiere en nosotros unidad y comunión, por eso nuestro compromiso es siempre
acercarnos a los demás para obtener la paz. Pero bien sabemos bien que tenemos
un corazón roto y surgen entre nosotros esos desencuentros y enfrentamientos.
No los buscamos, no los queremos. Pero con nuestra vida tenemos que ser un
signo de un Reino nuevo para cuantos nos rodean que crea inquietud en los
demás. ¿Será así de verdad en nuestra vida?
Pero somos fieles a una misión, somos fieles al evangelio de Jesús y
con valentía tenemos que hacer su anuncio. En muchos se despertará la inquietud
en su corazón, pero somos conscientes también que nos podemos encontrar el
rechazo. Sabemos que si nos mantenemos en el amor Dios estará siempre con
nosotros, no nos faltará la fuerza de su Espíritu, porque ya nos ha dicho que
si guardamos su Palabra nos sentiremos inundados del amor de Dios y Dios
habitará en nuestros corazones. Que se siembre siempre esa inquietud en nuestro
corazón, que queremos en verdad prender nuestro mundo en el fuego del amor.
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