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jueves, 25 de octubre de 2018

El cristiano tiene que ser signo que siembre la inquietud de algo nuevo en el corazón y que en verdad prendamos nuestro mundo en el fuego del amor


El cristiano tiene que ser signo que siembre la inquietud de algo nuevo en el corazón y que en verdad prendamos nuestro mundo en el fuego del amor

Efesios 3,14-21; Sal 32; Lucas 12,49-53

Ese individuo, ese personaje es como un terremoto, es como un fuego, no hay quien lo pare, decimos cuando nos encontramos una persona de gran actividad, que no es capaz de quedar quieto ante nada ni nadie, que con su presencia, sus gestos o sus palabras va inquietando a todo el mundo y haciéndolos poner en macha.
Todos hemos conocido alguna vez personajes así, que no dejan tranquilo a nadie, que siempre están planteándose que más hacer, o que nos están interrogando por dentro cuando vemos sus gestos, cuando vemos su compromiso, cuando vemos como trabajan sin descanso y no ya solo por ganancias personales, sino tratando de sembrar inquietud para que la gente se moje, se implique, participe en actividades comunes que hacen el bien a la comunidad. Admiramos a esos personajes.
No nos dejan tranquilos. Algunas veces incluso se provocan conflictos entre quienes están de acuerdo con esa manera de actuar, o de quienes lo ven exagerado y que no es necesario llegar a tanto, o quizá también porque esa nueva forma de actuar puede tocar de alguna manera nuestros intereses. Y algunas veces parece que se provoca división entre unos y otros.
Desde esta clave hemos de entender las palabras de Jesús.He venido a prender fuego en el mundo, nos dice, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!’ Y es que Jesús viene a hacer un mundo. Anuncia el Reinado de Dios, lo que significa que muchas cosas tienen que cambiar. No es Jesús un revolucionario como algunos en ocasiones de sus intereses o visiones particulares nos quieren decir, pero sí quiere producir una revolución en la conciencia de las personas, un revolución de amor, porque todo ha de vivirse desde ora óptica, no desde nuestros intereses particulares o partidistas, sino desde la búsqueda del bien del hombre que es lo mismo que buscar la gloria de Dios.
Sabe Jesús que ponernos en ese camino nuevo, donde tiene que haber un cambio radical en la percepción de las cosas y en la manera de actuar, también va a crear conflictos. A El lo llevará hasta la Cruz. Por eso nos dice que ha de pasar por un bautismo. ‘Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!’ Es consciente de la reacción que ya se está provocando en muchos que querrán quitarlo de en medio, pero El no tiene miedo, es fiel a su misión hasta el final. Recordamos que les decía a los hermanos Zebedeos si estaban dispuestos a pasar el bautismo que El había de pasar.
Y ya nos previene para que no nos desanimemos que quienes queremos seguir ese camino radical en el estilo de su evangelio, de la buena nueva que nos está anunciando, vamos a encontrar dificultades, porque vamos a encontrar oposición, y no será solo desde quienes estén lejos de nuestros valores o principios, sino que muchas veces lo vamos a encontrar desde los mas cercanos a nosotros. Por eso nos dice: ‘En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’.
No significa esto que Jesús quiera esas divisiones y enfrentamientos. El quiere en nosotros unidad y comunión, por eso nuestro compromiso es siempre acercarnos a los demás para obtener la paz. Pero bien sabemos bien que tenemos un corazón roto y surgen entre nosotros esos desencuentros y enfrentamientos. No los buscamos, no los queremos. Pero con nuestra vida tenemos que ser un signo de un Reino nuevo para cuantos nos rodean que crea inquietud en los demás. ¿Será así de verdad en nuestra vida?
Pero somos fieles a una misión, somos fieles al evangelio de Jesús y con valentía tenemos que hacer su anuncio. En muchos se despertará la inquietud en su corazón, pero somos conscientes también que nos podemos encontrar el rechazo. Sabemos que si nos mantenemos en el amor Dios estará siempre con nosotros, no nos faltará la fuerza de su Espíritu, porque ya nos ha dicho que si guardamos su Palabra nos sentiremos inundados del amor de Dios y Dios habitará en nuestros corazones. Que se siembre siempre esa inquietud en nuestro corazón, que queremos en verdad prender nuestro mundo en el fuego del amor.


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