Que el Espíritu de Jesús nos ayude a descubrir y leer las señales que nos pone en el camino de la vida, en nuestro camino de fe
Efesios 4,1-6; Sal 23; Lucas
12,54-59
Vamos por un sendero en el que pretendemos seguir una ruta que nos
lleve a alguna parte y tratamos de fiarnos de las señales e indicaciones que
vamos encontrando a lo largo del camino para poder llegar a nuestra meta.
Estaremos atentos a no tomar los senderos que nos aparten de nuestro camino,
cuidaremos de prevenirnos de los peligros que se nos señalan que podrían no
solo hacernos perder el camino sino incluso poner en peligro la vida, las
señales indicadoras que vamos encontrando nos dan confianza de que vamos por el
buen camino.
Hablamos de un sendero en nuestros campos, bosques o montañas, una
carretera que nos enlaza entre unos lugares y otros, o de unas calles de ciudad
donde podríamos encontrar muchas cosas que nos distraigan y nos hagan perder
nuestro rumbo. Nos fiamos de las señales y estamos atentos a todas las que
podamos encontrar. Nos dan seguridad en nuestro caminar.
Pero son las cosas a las que tenemos que estar atentos en la vida, que
no es solo ir de un sitio a otro, sino que es la vida con sus metas e ideales,
con el sentido que le queramos dar, o con la trascendencia de plenitud que
sabemos muy bien nos señala verdaderos caminos en la vida. Son muchas las cosas
que nos pueden distraer de nuestros objetivos, son muchos los caminos que se
nos van abriendo delante de nosotros que nos pueden atraer, pero que nos
alejarían de la meta que tengamos en la vida, son los momentos de
desorientación en los que nos podamos encontrar en alguna ocasión, ¿quien nos
asegura que podemos hacer un buen camino?
Es todo lo que es la vida misma, con sus luchas y responsabilidades,
con sus trabajos o con sus momentos de ocio, con la familia con la que
convivimos, los amigos que nos rodean, o la misma sociedad en la que tenemos
que saber convivir con todos. Es compleja la vida con todas las circunstancias
que la pueden rodear, con todas las personas con la que tenemos que convivir o
relacionarnos, con los problemas que afectan al conjunto de la sociedad y los
deseos que podamos tener en nuestro ser de querer un mundo mejor.
Pero es también el camino de nuestra fe, el camino de nuestra vida
cristiana. Desde esa fe queremos seguir el camino de Jesús; desde esa fe nos
confiamos en el evangelio, buena nueva de salvación para nosotros, y queremos
vivir según sus parámetros. Desde esa fe sentimos la trascendencia y el valor
de nuestra vida porque ponemos nuestra meta en el cielo y queremos vivir según
los valores del Reino de Dios que Jesús nos anuncia y nos propone.
Pero también algunas veces se nos hace duro el camino, un camino lleno
de confusiones, donde sentimos también tantas atracciones que nos podrían alejar
del camino verdadero que queremos seguir. Nos podemos sentir desorientados en
ocasiones, o también en algún momento podemos sentir la soledad, pero no
estamos solos, no tenemos por qué perder la orientación. Jesús nos va dejando
señales de presencia a nuestro lado de muchas maneras.
Es de lo que hoy nos quiere advertir en sus palabras en el evangelio.
Nos dice que somos capaces de conocer las señales de los tiempos para saber si
hace bueno o va a haber tormenta, y nos plantea por qué no somos capaces de
reconocer esos otros signos de los tiempos que pone a nuestro lado para que no
perdamos la orientación de la vida. Son las señales que tenemos que saber
descubrir.
Sí, tenemos la certeza de que viene a nosotros en la Iglesia y en los
sacramentos signos misteriosos y sagrados de su presencia, pero tenemos también
su Palabra que nos habla al corazón, que llega a nosotros en las Sagradas
Escrituras; pero nos había dicho también que cualquier cosa que le hiciéramos
al prójimo a El se lo hacemos, pues ahí tenemos otro signo maravilloso de la
presencia de Jesús que viene a nosotros en el hermano, y sobre todo en el pobre
y necesitado.
Pero en muchas más cosas tenemos que saber leer las señales de su
presencia. Y son los acontecimientos de la vida, los encuentros que podemos
tener con los demás, pero también en cuanto nos sucede o sucede a nuestro
alrededor. En cada acontecimiento podemos estar viendo una señal de su
presencia, una llamada que nos está haciendo, una palabra que también nos habla
al corazón. Son las señales para nuestro camino que tenemos que saber descubrir
porque nos aparecen en el lugar más insospechado y que tenemos que saber leer
para saber que hacer, qué nos está pidiendo el Señor en cada ocasión.
Que el Espíritu de Jesús que mora en nuestro corazón nos ayude a
descubrir y leer esas señales que el Señor nos pone en nuestro camino de la
vida, en nuestro camino de fe.
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