Nos mantenemos en el amor y en la fidelidad y también escucharemos en nuestro interior esa voz que nos llama por nuestro nombre y nos llenará de vida y plenitud en el amor
Cantar de los Cantares 3,1-4ª; Sal 62;
Juan 20,1.11-18
El amor auténtico y verdadero mantiene íntegra la fidelidad al mismo
tiempo que una fidelidad conservada aun en las más difíciles circunstancias
hace agrandar el amor. Parafraseando una frase bíblica podríamos decir que la
fidelidad y el amor se besan y se encuentran en la más dulce intimidad.
Pero esto no haría pensar y preguntarnos por qué cuando hoy tanto
decimos que nos amamos, y el amor es la primera palabra que surge cuando nos
sentimos atraídos hacia alguien y enseguida nos prometemos amores eternos, sin
embargo son tantas las rupturas que tras unos primeros momentos de amor van
apareciendo en la vida de las personas olvidando todas aquellas palabras
bonitas de fidelidad y de amor.
Tenemos que evitar confusiones porque no toda atracción y relación
siempre significa amor, y hemos de aprender a construir bien ese edificio de la
fidelidad para saber superar todos los escollos que pudieran ponerla en
peligro. La vida es como una mar bravía muchas veces que oculta corrientes o bajíos
peligrosos que pudieran hacer zozobrar la nave de nuestro amor y hemos de saber
ser o saber encontrar buen piloto que nos ayude a surcar esas aguas que tantas
veces se nos pueden convertir en peligrosas. Hay oscuridades como noches sin
estrellas que nos pueden hacer perder la orientación de nuestro camino de
fidelidad y de amor.
Muchas cosas podríamos reflexionar en este sentido y me he permitido
hacer este pequeño comentario cuando hoy estamos celebrando a santa María
Magdalena, mujer ejemplo de fidelidad y de amor. Un evangelista nos dice que de
ella fueron expulsados siete demonios, pero a partir de entonces los momentos
en que la vemos aparecer en el evangelio siempre serán resplandecientes por su
amor a Jesús y su fidelidad.
La veremos a los pies de la cruz de Jesús junto a María, la madre del
Señor y otras piadosas mujeres. Y será la primera que en la mañana de aquel
primer día de la semana irá hasta el sepulcro porque allí quiere seguir
llorando en su duelo y mostrando su amor por Jesús. Entre los relatos de los
distintos evangelistas la veremos corriendo por la calles de Jerusalén para
decir primero que se han llevado el cuerpo de Jesús, cuando se ha encontrado el
sepulcro vació. De vuelta hasta el huerto del sepulcro con Pedro y Juan cuando
ellos han comprobado que el sepulcro está vacío y comienza a renacer en ellos
la esperanza de la resurrección del Señor, ella se quedará allí junto a la
piedra rodada a la entrada del sepulcro llorando su desconsuelo y pidiendo a
quien fuera que le digan donde se han llevado el cuerpo de Jesús.
Es la fidelidad en el amor; es el amor siempre fiel que se mantiene a
pesar de las oscuridades de la cruz y aunque ella aún no haya encontrado los
resplandores de la resurrección. Por amor y fidelidad allí permanece hasta que Jesús
viene a su encuentro aunque sus ojos velados por las lágrimas no lo reconozcan.
‘Mujer, ¿por qué lloras?’ son los llantos del amor, de la búsqueda, del
ansia del encuentro, del deseo de estar junto a su amado. ‘¡María!’ La
llama por su nombre. Será suficiente. Es la voz del Maestro. Es la voz del amado.
Es la palabra con la que se premia su amor y su fidelidad. Es la voz que se
reconoce sin que los oídos la oigan porque se escucha en el corazón. Es la voz
y la palabra que la llama por su nombre y la llena de vida.
Nos mantenemos en el amor y en la fidelidad y también escucharemos en
nuestro interior esa voz que nos llama por nuestro nombre. Es la voz que nos
seguirá manteniendo en la fidelidad y creciendo en el amor. De nosotros depende
escucharla. Mantengamos la fidelidad, permanezcamos en el amor, la
perseverancia salvará nuestras almas, nos dice la Escritura, la perseverancia
nos llenará de vida para siempre porque nos mantiene en el amor.
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