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viernes, 12 de junio de 2015

Decimos corazón y mirando el Corazón de Cristo pensamos en ternura y amor y encontramos fuerza para transformar nuestro mundo por el amor

Decimos corazón y mirando el Corazón de Cristo pensamos en ternura y amor y encontramos fuerza para transformar nuestro mundo por el amor

Oseas 11, 1b. 3-4. 8c-9; Sal: Is 12; Efesios 3, 8-12. 14-19; Juan 19, 31-37
Decimos corazón y pensamos en ternura y amor; decimos corazón y pensamos en los mejores sentimientos que llevamos dentro; decimos corazón y pensamos en amistad, en generosidad, en horizontes que se abren a lo nuevo y a lo bello; decimos corazón y pensamos en compasión y en misericordia; decimos corazón y pensamos y deseamos tener nosotros y encontrarnos en el camino de la vida con corazones sencillos y humildes que nos acojan y nos llenen de su ternura; decimos corazón y no queremos que en él se metan las malas ideas ni los malos deseos, aunque sabemos que a eso también nos sentimos tentados. Pero pensemos en lo bueno y en lo hermoso que el corazón nos sugiere.
Iniciamos nuestra reflexión con estos pensamientos porque hoy queremos mirar al corazón más hermoso y del que manan para nosotros toda clase de bienes. Hoy celebramos a Cristo Jesús queriendo mirar y contemplar su corazón del que se derrama su amor como un rió impetuoso que todo lo inunda y lo transforma llenándolo de nueva vida.
Venid y aprended de mi que soy manso y humilde de corazón, nos dice en una ocasión; pero es que contemplando a Cristo estaremos contemplando para siempre su amor, la ternura de Dios para con nosotros que se hace misericordia y se hace compasión, que nos regala con su amor dándonos su perdón por tantas veces que vivimos encerrados en nosotros mismos y en nuestro egoísmo y desamor.
Hoy tendríamos que ir de nuevo repasando la vida de Cristo para no solo escuchar sus palabras que tanto necesitamos oírlas, sino para ir contemplando su cercanía a los pobres y los humildes, a los enfermos y a los que sufren, a los pecadores o a los que eran marginados en aquella sociedad, a los niños y a los pequeños, a los que tenían un corazón inquieto para alentarle a cosas grandes, como a los que dudaban para hacerles comprender el camino de la verdad, también a los que lo rechazaban y tramaban contra él a los que siempre llamaría amigos mirándoles al corazón y esperando la mirada de respuesta de amor y de generosidad.
Pero no queremos mirar Cristo desde fuera, como si fuéramos meros espectadores de su hacer y su actuar, sino que queremos meternos en su corazón para dejarnos inundar por sus sentimientos y por su amor; que su Espíritu inunde también nuestro corazón para llenarnos de su paz, para encontrar la verdad de nuestra vida, para alcanzar esa alta sabiduría de su corazón, que es la sabiduría del amor.
Cuando contemplamos toda la maravilla que podemos encontrar nuestro corazón lleno de amor decíamos también que nos podemos sentir tentados y dejar que en él se nos metan los malos sentimientos que nos dañen y puedan dañar también a los demás. Por eso hoy queremos que sea el Espíritu del Señor el que nos transforme por dentro para hacer nuestro corazón semejante al de Cristo; que El nos llene de su fuerza y de su vida para que siempre Cristo sea el centro de nuestro corazón, pero también para hacer nuestro corazón tan grande porque así lo expanda el amor para que en él quepan todos nuestros hermanos.
Que siempre haya un lugar en nuestro corazón para el pobre y el que sufre; que siempre el que está triste pueda encontrar consuelo, alegría y paz en nuestro corazón; que los que andan desesperanzados por la vida y sin ilusión puedan encontrar en el testimonio de nuestra vida llena de amor razones para la esperanza y anhelos de superación; que tengamos un corazón fuerte para que no nos desalentemos por los contratiempos o las tristezas y negruras que nos puedan ir apareciendo en la vida y siempre nos empeñemos en encontrar caminos de luz, en descubrir lo bueno que hay en los demás y en tantas razones que podemos encontrar para despertar nuestra esperanza y la de los demás.
¿Cómo podremos realizarlo? Asemejando nuestro corazón al de Cristo; meciéndonos en El y dejando que El se meta en nosotros y nos transforme llenándonos de nueva vida. 

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