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sábado, 13 de junio de 2015

Aprendamos de la espiritualidad de María a rumiar las cosas en el corazón para descubrir y aceptar los designios de Dios

Aprendamos de la espiritualidad de María a rumiar las cosas en el corazón para descubrir y aceptar los designios de Dios

Génesis 27, 1-5. 15-29; Sal 134; Lucas 2,41-51
‘María, su madre, conservaba todo esto en su corazón’. Nos lo repite el evangelio. Cómo tenemos que aprender de María a guardar en el corazón, a mirar con el corazón, a pasarlo todo por el filtro del amor, a tener la mirada de Dios.
Es lo que hacía María. Es lo que haciéndose pequeña la hacía grande. Cuando el ángel se le manifiesta en Nazaret ante su saludo se quedó María rumiando en su corazón aquellas palabras del ángel. Y el ángel le decía que estaba llena de Dios, que la gracia de Dios la inundaba. Es que María rumiaba en su interior cuanto le sucedía para descubrir la acción de Dios en su vida. Llegará a reconocer que el Señor ha hecho obras grandes en ella y por eso bendice y alaba al Señor con toda su alma, con todo su ser.
¿Por qué María podía llegar a decir que era la esclava del Señor y que estaba dispuesta, su corazón y su vida estaban abiertos para que Dios realizara en ella lo que era su voluntad? Porque María era una mujer abierta a Dios. En silencio, rumiando en su interior, meditando, reflexionando, orando, queriendo escuchar a Dios, buscando siempre su voluntad, alabando y bendiciendo a Dios María crecía en su interior; era la mujer llena del Espíritu divino de tal manera que de ella había de nacer el Hijo del Altísimo, el Hijo de Dios. Es la espiritualidad en que nos enseña a crecer María.
Miramos y celebramos hoy ese Corazón de María - celebramos hoy la fiesta del Corazón de María -, aprendiendo de él, queriendo parecernos a María, queriendo copiar en nosotros esa actitud de su corazón, aprendiendo como María a guardar en nuestro corazón para así aprender a descubrir siempre y en todo lo que es la voluntad del Señor.
Algunas veces los caminos pudiera parecernos que se nos vuelven turbios y nos cuesta entender lo que nos sucede y por qué nos sucede. Rumiemos como María en nuestro interior cuanto nos sucede abriéndonos a Dios para descubrir sus designios y aunque nos cueste decirlo que también nos pongamos en las manos de Dios, que también nos sintamos esos humildes siervos del Señor dispuestos a aceptar y hacer lo que el Señor nos pide; que lleguemos a descubrir lo que es la voluntad del Señor y así lo asumamos en nuestra vida, que se cumpla en nosotros lo que es la voluntad de Dios, aunque nos llegue a sangrar el corazón.
Y finalmente un deseo, quisiera estar en el corazón de María; como ella guardaba todo en su corazón, que nos guarde a nosotros, que nos deje introducirnos en su corazón porque así siempre nos sentiremos protegidos en su corazón de madre, así siempre podremos sentir mejor lo que ese corazón de madre querrá decirnos, y es que siempre busquemos a Jesús y hagamos cuánto El nos diga.

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