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lunes, 8 de junio de 2015

El nuevo camino de la felicidad que nos traza Jesús en el evangelio, las bienaventuranzas

El nuevo camino de la felicidad que nos traza Jesús en el evangelio, las bienaventuranzas

2Corintios 1, 1-7; Sal 33; Mateo 5,1-12
Es algo connatural al ser humano la búsqueda de la felicidad. Todos queremos ser felices, buscamos la felicidad, utilizamos todos los medios que estén a nuestro alcance con el fin de conseguirla; algunas veces nos sentimos tentados a pensar que desde los medios materiales que tengamos es cómo de la forma más rápida podamos conseguirla. Desde ahí tantas sentencias desde un sentir popular que utilizamos muchas veces engañándonos a nosotros mismos.
Queremos ser felices y queremos vivir en paz con todo el mundo, de la manera que sea; queremos ser felices y trabajamos y trabajamos por tener más cosas pensando que en eso está la felicidad; queremos ser felices y queremos alejar de nosotros todo tipo de sufrimiento y cuando nos aparece en la vida nos llenamos de amargura; queremos ser felices y muchas veces pensamos solo en nosotros mismos queriendo olvidarnos de los demás, pero queriendo poner aparte a aquellos que pudieran ocasionarnos problemas o dificultades; queremos ser felices y no asumimos nuestras limitaciones de todo tipo porque realmente no somos perfectos y siempre hay en nosotros muchos tipos de debilidades.
Hoy escuchamos a Jesús en el evangelio que llama dichosos, bienaventurados, felices, pero ¿a quienes? ¿a los que basan su felicidad en lo que hemos venido mencionando hasta aquí?
Las palabras de Jesús nos desbordan y nos descolocan, como se suele decir. Porque habla de pobres, de los que lloran, de los que sufren, de los que son perseguidos, de los que se olvidan de si mismos, y a esos les dice que son bienaventurados, felices, dichosos. Jesús quiere hacernos descubrir un sentido nuevo.  Y nos dice que en nuestra pobreza o en nuestros llantos podemos ser felices; nos dice que en esa inquietud que pueda haber en nuestro corazón por deseo de cosas mejores para todos aunque eso nos haga luchar y pasarlo mal en ocasiones, ahí seremos en verdad felices. Jesús nos dice que cuando nos olvidamos de nosotros mismos y de lo que son nuestros sufrimientos para romper ese círculo que nos encierra en nosotros mismos es cuando nos ponemos de verdad en un camino de felicidad.
Tenemos que rumiar con mucha calma y con mucha paz las palabras de Jesús  para encontrar su sentido. Quizá eso nos haga nadar a contracorriente de lo que son los caminos de muchos a nuestro alrededor y no nos van a entender, pero nosotros si comprenderemos lo que en verdad puede dar plenitud a nuestra vida. Es amando, olvidándonos de nosotros mismos para buscar el bien y la justicia para los demás, es arrancando de nosotros toda malicia para tener siempre un corazón bueno es como caminamos hacia la felicidad verdadera.
Y dirán mal de nosotros, tratarán de dañarnos o hacernos sufrir, de insultarnos o desprestigiarnos, de querer quitarnos incluso de en medio, pero nosotros queremos ser fieles a un camino, el camino del Reino de Dios que Jesús ha venido a instaurar primero que nada en nuestros corazones y que será del que contagiaremos luego a nuestro mundo. En el Señor encontramos aliento y consuelo, como nos decía san Pablo, con el que nosotros vamos a consolar y alentar a los demás. Estamos llenos de esperanza en el Señor y es la esperanza con la que queremos contagiar a nuestro mundo.
Y ¿no nos sentiremos felices de verdad si vemos una nueva ilusión y esperanza en el mundo que nos rodea y que está tan lleno de sufrimientos? La felicidad en Jesús encuentra un nuevo y más profundo sentido.

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