Dan. 7, 15-27;
Sal. Dn.3, 82-87;
Lc. 21, 34-36
‘Tened cuidado… estad siempre despiertos… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre…’ Así nos advierte Jesús. Esperanza, vigilancia, reflexión, oración. Actitudes y hechos en nuestra vida.
Vivimos en la esperanza de la venida del Señor, pero hemos de estar atentos. Que nada nos distraiga. Que nada nos aparte de esa esperanza. Que no haya apegos en el corazón que nos arrastren y nos hagan olvidar la meta. Los apegos del corazón son como pesos muertos que nos hunden, nos impiden caminar, levantar el vuelo para cosas altas y grandes. Hemos de liberarnos de esos apegos. Sentimos continuamente la tentación en la vida, a pesar de nuestros buenos deseos y propósitos. Porque además el enemigo malo quiere apartarnos del buen camino.
Hoy nos dice Jesús: ‘Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación por el dinero…’ Somos cómodos y evitamos lo que signifique esfuerzo o sacrificio en el camino de nuestra superación. Se nos ciega la mente. La tentación del placer o del materialismo nos acecha y trata de arrastrarnos. Se nos llena de apegos el corazón, buscamos felicidades que al final no llenan y nos creamos dioses que se adueñan de nuestra vida. El materialismo que nos rodea es una gran tentación que sufrimos; el brillo dorado del dinero o de las cosas materiales nos encandila.
Ya nos decía Jesús por otra parte que no podemos servir a dos amos, no podemos tener dos dioses. Andaríamos divididos y al final seremos nosotros los que terminamos mal. Perderíamos el rumbo; nos encontraríamos en un sin sentido; nos ahogaríamos en lo terreno, material y sensual.
Tenemos que andar vigilantes. ‘Tened cuidado…’ nos dice. Y la vigilancia significa estar despiertos, porque el que se duerme no se entera de lo que pueda suceder. ‘Estad en pie…’ nos dice también el Señor. La vigilancia significa también reflexión para sopesar las cosas, analizar lo que tiene el verdadero valor, no dejarnos arrastrar por la primera impresión, madurar hondamente dentro de nosotros lo que hacemos, las metas que nos proponemos, el camino que vamos a recorrer.
Vigilantes porque llega el Señor a nuestra vida y, como nos enseñaba Jesús en sus parábolas, hemos de estar con las lámparas encendidas para recibirle y tener suficiente aceite para que no se apaguen. Y eso significa también oración. ‘Estad siempre despiertos pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir’, nos decía Jesús hoy.
La tarea que tenemos que realizar no la hacemos solos. Esa vigilancia que hemos de tener para no dejar que se nos embote la mente, o el corazón se nos llene de apegos, no la hacemos sólo con nuestras fuerzas. Tenemos que contar con el Señor. Qué importante y necesaria la oración en nuestra vida.
No sólo reflexionamos sino también oramos. Reflexionamos y oramos porque queremos escuchar en lo hondo de nuestro corazón lo que el Señor nos dice o nos pide. Pero oramos porque tenemos que pedir la fuerza y la gracia del Señor que nos fortalezca para nuestra lucha, para nuestro camino, para nuestra esperanza.
Esperanza, vigilancia, reflexión, oración, son las palabras claves que señalábamos desde el principio. Tengámoslo muy en cuenta en este camino de seguimiento de Jesús.
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