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lunes, 16 de agosto de 2010

Vende lo que tienes, dalo a los pobres y vente conmigo


San Roque de Montpellier
Ez. 24, 15-24;
Sal: Dt. 32, 18-21;
Mt. 19, 16-22

El camino de nuestra vida cristiana arranca siempre por el cumplimiento fiel de lo que es la voluntad del Señor manifestada en los mandamientos. Es un camino de fidelidad y de amor a Dios en la búsqueda de su voluntad, que nos irá produciendo un crecimiento interior para buscar cada día con más intensidad cómo mejor servir y amar a Dios, cómo poner todo nuestro corazón en El, de manera que nos desprendamos de nosotros mismos para encontrar toda la riqueza de nuestra vida sólo en Dios.
Entre la gente que seguía a Jesús, escuchaba el anuncio del Reino que El iba haciendo realizando con sus palabra y los signos que hacía, surgía también ese deseo, esa ansia de una mayor perfección y santidad, esa búsqueda de cómo mejor alcanzar esa vida eterna que Jesús anunciaba y prometía.
Es lo que escuchamos hoy en el evangelio. ‘Se acercó una a Jesús y le preguntó: Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?’ Deseos de más, ansia de mayor perfección, búsqueda de cómo alcanzar la vida eterna. Y Jesús responde recordando los mandamientos. ‘Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’. Y los detalla Jesús. Y allí había un hombre bueno que ya buscaba en su vida lo que era la voluntad de Dios. ‘Todo eso lo he cumplido’.
Es el paso adelante al que Jesús nos invita. ‘Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego vente conmigo’. Exigencia de perfección. Exigencia de desprenderse totalmente de uno mismo, que no es sólo desprenderse de unos bienes que ya va incluido. Buscar el tesoro del cielo, no el de la tierra. Desprenderse y compartir. En el evangelio que escuchamos aquel paso no fue capaz de darlo aquel joven. ‘Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico’.
Quizá podemos pensar, ¿para qué nos pone esto el evangelio si no encontramos un buen testimonio de respuesta por parte de aquel joven? No importa. Primero porque Jesús tiene que decirnos cuál es el camino al que El nos invita a seguir. Pero también porque ese contra-testimonio y esas palabras de Jesús han servido a muchos a través de los tiempo para sí dar el paso adelante en ese camino de perfección que lleva a la vida eterna. El santoral está lleno de testimonio de los santos que así lo hicieron. Y seguramente a nuestro lado, quizá no lo apreciemos, pero haya muchas personas que viven ese desprendimiento. Pensemos en quienes se han consagrado a Dios y viven con fidelidad su vocación.
Pero el santo del que hacemos hoy memoria es un buen testimonio. San Roque de Montpellier siguió ese camino del evangelio. No fue sacerdote ni religioso en su sentido más estricto. Sin embargo siguió ese camino de santidad en el desprendimiento generoso y total para darse por los demás. Era rico también como el joven del evangelio. Sus padres vivían en buena posición en Montpellier. Se queda huérfano de padre y madre en su juventud, pero seguramente habría escuchado este evangelio porque hizo al pie de la letra lo que Jesús hoy nos enseña. Se desprendió de todo, lo dio a los pobres y comenzó un camino de peregrinación y servicio hasta su muerte.
Jesús dijo ‘vende lo que tienes… y vente conmigo’. Roque se puso en camino de ese seguimiento de Jesús. Quiere peregrinar a Roma y como un pobre recorre los caminos primero del sur de Francia y luego del norte de Italia, pero va repartiendo su mayor riqueza que es el amor. Allí donde hay un pobre o un enfermo que servir allí está el ofreciendo su amor. Epidemias de peste maligna hacen que sean muchos los que enfermen y mueran y allí esta Roque sirviendo a los enfermos hasta incluso quedar él contagiado de la enfermedad. Retazos de su historia hablan de cómo se refugia en un bosque pensando quizá morir y milagrosamente un perro lo alimenta cada día con un pan que le trae. Es el perro que aparece en su iconografía. Se recupera y sigue prestando sus servicios de amor, intenta volver a Montpellier – los historiadores no se ponen de acuerdo si llegó o no – pero incluso va a sufrir cárcel porque es tenido por un pordiosero. Allí morirá en la más absoluta pobreza, o mejor, allí nacerá a la vida porque alcanzará esa vida eterna que deseaba, puesto que la muerte no es sino el paso a la vida eterna en Dios y con Dios.
Brevemente es su testimonio y su ejemplo de cómo llevar a la vida con toda radicalidad el evangelio de Jesús que hoy hemos escuchado. San Roque nos da ese ejemplo de desprendimiento, de generosidad, de espíritu de servicio; san Roque es el hombre peregrino que quiere seguir a Cristo porque sabe donde está la verdadera patria, la verdadera meta de la vida, que es la vida eterna. Cuánto nos puede enseñar para nuestra vida. Que el Seños nos conceda el don de la generosidad, del desprendimiento para arrancarnos de nuestros egoísmos. Que en verdad sintamos deseos de vida eterna en nuestro corazón.

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