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martes, 17 de agosto de 2010

Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja

Ez. 28, 1-10;
Sal.: Dt. 32, 26-36;
Mt. 19, 23-30

‘Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja…’ Era como un refrán o una sentencia muy utilizada por los rabinos en Israel para expresar que algo era difícil, poco menos que imposible. Podemos pensar en el ojo de una aguja que se utiliza para coser, por muy grande que sea, o podemos pensar, como se suele interpretar, en las puertas pequeñas y estrechas que había en las murallas de una ciudad junto a la puerta mayor por la que entraran los carruajes o las bestias de carga, pero a las que sería imposible pasar por esa puerta pequeña. Más un camello con la forma de llevar la carga con sus angarillas laterales o por las petas propias del animal.
Jesús lo aplica a los ricos que quieren entrar con todas sus riquezas en el reino de los cielos. ‘Más fácil que un rico entrar en el reino de los cielos’. Es el comentario que sigue a la tristeza del joven rico que no fue capaz de desprenderse de lo que tenía para seguir a Jesús. Los apegos del corazón hacen bien difícil el seguimiento del camino de Jesús. ‘No podéis servir a Dios y al dinero’, diría Jesús en otra ocasión.
En la primera lectura hemos escuchado al profeta Ezequiel en un oráculo-profecía contra el rey de Tiro. Esta ciudad era famosa por sus riquezas y por sus sabios, puesto que sus habitantes eran muy dados al comercio. ‘Con tu talento y tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros; con agudo talento de mercader ibas acrecentando tu fortuna y tu fortuna te llena de presunción’. Así le dice el profeta y le denuncia que se ha engreído tanto su corazón que se cree dios y no hombre, y se jacta de sus riquezas y de sus sabidurías. ‘Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa, en el corazón del mar’, les anuncia el profeta. Es que el Señor resiste a los soberbios, o como escuchábamos en el cántico de María ‘derriba del trono a los poderosos y a los ricos los despide vacíos’.
La reacción de los discípulos cuando escuchan a Jesús es que ‘entonces, ¿quién puede salvarse?... para los hombres es imposible, no para Dios’, les responde Jesús. costará y será difícil ese desprendimiento, ese vivir desapegado a las riquezas, pero con la ayuda y la gracia del Señor todo es posible. Tendremos que utilizar esos medios materiales y pecuniarios en nuestras relaciones humanas para la adquisición de aquello que necesitamos. Pero no hagamos nunca que el dinero sea nuestro Dios. Que los talentos y habilidades que nos ha dado el Señor sean siempre para lo bueno y para la gloria del Señor.
Los discípulos se preguntan y a ellos que les pasará, porque lo han dejado todo para seguirle. Un día dejaron la barca allá junto al lago los que eran pescadores, o le mostrador donde cobraba los tributos Leví, el publicano, como cada uno de los apóstoles cuando se habían decidido a seguir a Jesús lo habían dejado todo por estar con El..
‘Cuando llegue la renovación y el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir las tribus de Israel…’ Lo han dejado todo, padre, madre, hermano, casa, tierra y Jesús, el hijo del Hombre que aparecerá con todo poder y gloria, les dirá ‘Venid, vosotros, benditos de mi Padre, pasad a heredar el Reino de mi Padre, preparado para vosotros desde la fundación del mundo… heredarán la vida eterna’.
Que merezcamos nosotros alcanzar también la vida eterna. Que vivamos con ese corazón desprendido y generoso.

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