Necesitamos
encontrar momentos de interiorización, de apertura del corazón a Dios para
asumir la misión que Jesús también nos está confiando
1Corintios 6, 1-11; Salmo 149; Lucas 6,
12-19
Cuando en la vida tenemos que tomar
decisiones que consideramos importantes además de pensarlo y de reflexionarlo
mucho normalmente pedimos consejo a personas que por su prudencia y sus
conocimientos nos pudieran dar una opinión que nos ayudara en nuestra toma de
decisiones; si se trata de escoger colaboradores para una tarea con los que
hemos de trabajar codo con codo también nos lo pensamos mucho antes de
elegirlos, viendo su experiencia y la práctica que hayan adquirido en otras
actividades de sus vidas, sus conocimientos y su preparación, buscando también
el consejo de personas expertas. No nos la podemos jugar.
Ha llegado el momento en el camino del
anuncio del Reino de Dios que Jesús va realizando de ir escogiendo a personas
que están cercanas a Jesús y al Evangelio que El nos está trasmitiendo para
tenerlos como colaboradores directos suyos en esta tarea; estamos hablando
quizás muy a lo humano, tal como se podría pensar en cualquier tarea que en la
vida tengamos que realizar.
Pero aquí se trata de algo mas, es el
anuncio del Reino de Dios, es la continuidad de la obra de Jesús, es la
comunidad nueva que tiene que surgir desde la fe de aquellos que le siguen.
¿Jesús se aconseja, lo consulta con alguien? En un aspecto humano nada nos dice
el evangelista, que además suele ser muy medido y escueto en el relato del
Evangelio. Pero sí nos dice una cosa importante. Jesús se pasó a solas la noche
en oración.
¿Dónde mejor podía acudir Jesús,
hablando muy llanamente, cuando se trata de las obras de Dios y de la tarea del
anuncio del Evangelio? Si nos fijamos bien en el evangelio tratando de hacer
una análisis bien profundo de los gestos de Jesús, le veremos que en varios
momentos que van a ser muy determinantes nos habla del evangelista de que Jesús
se ha retirado a algún lugar apartado para orar.
Podemos pensar en el inicio de la
predicación, que será a partir de aquella cuarentena de ayuno y oración que
Jesús llevado por el Espíritu pasó en el desierto. Lo veremos igualmente en el
momento en que va a vivir su Pascua, cuando van a comenzar los momentos de su
entrega, de su pasión y muerte, se retira a Getsemaní. Ya al comienzo casi de
su predicación por lo pueblos y ciudades de Galilea, tras aquellos primeros
momentos allí en Cafarnaún, cuando toda la gente ya comenzaba a buscarlo, se
retiró a solas a orar y cuando lo encuentran les dice que hay que ir a otro
lugares para que allí también se anuncio la Buena Noticia del Reino de Dios.
Ante de la resurrección de Lázaro, eleva también sus ojos al cielo dando
gracias al Padre que le escucha por aquel signo de vida que va a realizar.
Podríamos seguir fijándonos en más
momentos, pero nos quedamos en lo que hoy nos dice el Evangelio; va a escoger a
aquellos discípulos que va a tener más cercanos a El para prepararlos para
enviarlos como apóstoles en el anuncio del Evangelio y antes de pasa la noche
en oración. Y de allí saldrán los hombres de los elegidos a los que llama por
su nombre para tenerlos con El porque han de realizar su misma obra, su misma misión.
Con ellos bajará a la llanura y allí se
encontrará con la multitud que le espera. Venían a escucharle, venían para ver
liberados de sus dolencias y de sus males. Todos querían estar cerca de Jesús
por en su presencia se sentían distintos, se sentían transformados y lanzados a
algo nuevo, escuchándole renacían sus esperanzas y sentían que algo nuevo podía
comenzar. No les importará venir de lejos o pasarse días en camino aunque se
les acabaran sus provisiones.
Nos habla el evangelista que está en
Galilea, pero allí hay gente de Jerusalén y de toda Judea; pero allí hay gentes
venidas de lo que eran ya las fronteras de Israel porque vienen de la costa de
Tiro y Sidón, aunque sean ciudades de gentiles. Por allá lo veremos un día
marchar también porque curará a la hija de la Cananea, o al leproso de la
región de la Decápolis, y también será en esa periferia donde un día pedirá la
confesión de fe sus discípulos y prometerá que Pedro será la piedra sobre la
que se edificará su Iglesia.
Una señal de la misión que ahora están
recibiendo aquellos escogidos que habrán de ir al mundo entero para anunciar el
evangelio de Jesús. Una señal de lo que es nuestra misión que también con el
mismo espíritu de fe hemos de recibir de manos de Jesús. ¿No necesitaremos
nosotros también encontrar esos momentos de interiorización, de reflexión, de
oración, de apertura del corazón a Dios para escuchar allá en lo más hondo de
nosotros mismos la misión que Jesús nos está confiando?
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