La exaltación
de la cruz tiene que ser la exaltación del amor desde el compromiso de nuestra
vida
Números 21, 4b-9; Salmo 77; Juan 3, 13-17
¿A quien le gusta sufrir? ¿Quién busca
el sufrimiento por el sufrimiento? Diríamos que eso sería un sentido
masoquista. Pero el dolor y el sufrimiento están presentes en la vida, aunque
no lo busquemos. Pensando en dolor ahí tenemos las múltiples enfermedades que
nos aparecen en todos los ámbitos de la vida y de los que nos cuesta tanto
liberarnos. Nos duele cualquier parte de nuestro cuerpo y pronto buscamos remedio,
buscamos el analgésico que lo calma, o la medicina que cure aquel mal que está
afectando a algún órgano de nuestro cuerpo; pero hay otros sufrimientos que nos
afectan hondamente y de alguna manera desestabilizan nuestra vida, bien
conocemos los diversos problemas de la vida. Y queremos liberarnos, queremos
solucionar tales situaciones porque no queremos andar en esa amargura, en eso
que podíamos llamar un sin sentido.
Sin embargo hay cosas que asumimos
aunque nos cuesten o aunque nos duelan y buscamos un camino o una razón, algo
que le dé sentido y que nos dé fuerza. Pienso, por ejemplo, en la madre que
sufre por su hijo, porque está enfermo o porque tiene problemas, pero la madre
ama a su hijo y sufre por él y con él; no le importa pasar por lo que sea por
ver liberado a su hijo de aquella situación o de aquel problema, no le
importarán las horas de sueño perdidas, los sacrificios realizados, la lucha y
el esfuerzo por hacerlo salir adelante; ¿qué le mueve? El amor. Por el amor que
le tiene pasará lo que haya que pasar y sufrirá lo que tenga que sufrir, no lo
busca pero lo asume, tiene para ella un valor, un sentido, el amor. Podríamos
poner más ejemplos de situaciones en la vida en que por amor hemos tenido que
enfrentarnos a momentos duros y difíciles, pero por ese amor hemos llegado a
encontrar un sentido y un valor.
He querido comenzar mi reflexión con
este hecho humano porque para algunos podría parecer un sin sentido el que
nosotros celebremos una fiesta como la de este día, la Exaltación de la Santa
Cruz. ¿Es la exaltación del sufrimiento, porque eso en primer término podría
parecer esta Exaltación de la Santa Cruz? Ni mucho menos, es el signo de la
exaltación y de la victoria del amor.
Algunas veces en nuestras
consideraciones más llenas de piedad que de un verdadero sentido teológico
parece como si Jesús hubiera estado buscando el sufrimiento, la pasión y la
muerte. Sabe Jesús que está en un camino que le va a llevar a ello, por un lado
el abandono o la traición incluso de los suyos, pero sobre todo aquella inquina
de los que no aceptaban el plan del Reino de Dios que nos presentaba y no querían
reconocer la verdad de su palabra; le llevaría a la muerte, pues querían quitárselo
de encima – cuantas cosas semejantes seguimos viendo en el mundo de hoy – pero
a Jesús le costaba enfrentarse a aquella Hora.
En Getsemaní veremos aquella angustia
humana que le hace pedir al Padre que pase de El aquel cáliz, y el sudor de su
miedo en esos momentos será incluso de sangre. Pero es consciente que ha
llegado su hora y por eso dejará a un lado su voluntad humana para sobreponerse
con el amor que es lo que le ha traído al mundo. Para eso ha venido. Es la
entrega de amor porque quiere que en el mundo reine el amor, nunca más la
violencia y el egoísmo sean los que se impongan y nos destruyan, y por eso está
dispuesto a dar su vida.
El camino todo del evangelio ha sido
todo él un queremos ponernos en camino de ese mundo nuevo, de ese sentido nuevo
de la vida, de la humanidad. Es lo que El ha ido realizando y es lo que nos ha
enseñado y tanto nos ha costado comprender. Algunas veces juzgamos de mala
manera a los discípulos cercanos a Jesús porque no entendían lo que El les
estaba enseñando, pero pensemos que nosotros no somos mejores porque después de
tantos siglos seguimos haciendo lo mismo, seguimos llenando de cruces nuestro
mundo.
A pesar de llevarlas orgullosos
colgadas de nuestros pechos o ponerlas en lugares destacados de nuestra
sociedad, seguimos crucificando con nuestro egoísmo y con nuestras violencias,
seguimos siendo injustos los unos con los otros y seguimos dejando que
predominen nuestros orgullos y nuestras vanidades, seguimos discriminando a los
que están a nuestro lado y no nos caen bien algunas veces simplemente por el
color de su piel, seguimos peleándonos en nuestras ambiciones y queriendo
ponernos por encima y por delante de todos. ¿Somos nosotros los que actuamos así
lo que a pesar de todo seguimos adornando y celebrando la cruz? ¿No habrá algún
sin sentido en lo que hacemos?
Celebrar esta fiesta de la exaltación
de la Cruz ha de ser algo que nos tiene que hacer reflexionar. Si Jesús fue
levantado en lo alto de la cruz fue por amor; si nosotros queremos celebrar
esta fiesta de la cruz es porque queremos optar también por el amor. La fiesta
de la cruz no puede ser otra cosa que una fiesta de exaltación del amor, pero
no lo vamos a hacer con cosas que se queden en lo externo, lo ritual o lo
formal, sino que tenemos que hacerlo desde lo más profundo de nuestra vida, y
eso nos exige que algo tengamos que cambiar.
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