La
experiencia del perdón es una experiencia insuperable porque es una experiencia
de amor sin lo cual nunca lo entenderíamos ni lo asumiríamos
1 Corintios 8, 1b-7. 11-13; Salmo 138; Lucas
6, 27-38
La experiencia del perdón es una
experiencia insuperable porque es una experiencia de amor. Sin el amor no lo
entenderíamos, porque aflorarían otras tensiones y pasiones que nos
obnubilarían de tal manera que no lo llegaríamos a entender ni poder vivir.
Claro que cuando comenzamos hablando
del perdón enseguida nos vienen a la mente experiencias dolorosas que hayamos
tenido alguna vez en la vida y en lo primero que pensamos es el perdón que
tendríamos que otorgar a los demás; y claro, eso se nos atraganta y no siempre
es fácil de asumir, tenemos que reconocer.
Pero cuando ahora estamos hablando de perdón ¿por qué no empezamos por otro camino? ¿Por qué no pensamos en la experiencia que hayamos tenido nosotros de ser perdonados? Porque todos alguna vez en la vida hemos necesitado de ser perdonados, porque sabemos que cometemos errores, hacemos algo que puede molestar o dañar a los demás, podemos ofender aunque tengamos las mejores intenciones del mundo en lo que hacemos.
Alguna vez nos
hemos visto apesadumbrados por algo que hemos hecho, y casi nos sentimos
incapaces de acercarnos a aquel a quien hemos molestado con algo; y quizás
cuando por fin nos hemos acercado nos encontramos que aquella persona llena de
generosidad nos dice que todo eso para ella está cancelado, en una palabra que
nos ha perdonado y quizás sin exigirnos nada. ¿Cómo nos hemos sentido? Seguro
que habremos sentido una liberación interior difícil de explicar.
En mi reflexión he querido ir dando
estos pasos, pero creo que el paso primero que hemos de dar es en nuestra relación
con Dios; y experimentar en nosotros todo lo que es el amor de Dios que se
derrama en nuestra vida y que también se hace perdón para nosotros. Nos
sentimos amados, y porque nos sentimos amados sabemos que somos perdonados, y
somos perdonados con la generosidad del
amor de Dios que siempre va a superar la mejor generosidad que nosotros
podamos ofrecer.
Es desde esa experiencia de la que
tenemos que partir y obrar en consecuencia. Si Dios así me ama y me perdona,
¿Quién soy yo para negar ese amor y ese perdón a quien me haya ofendido? ¿No es
precisamente el mandamiento del amor lo que se nos ha puesto como distintivo a
los que seguimos a Jesús, a los que nos llamamos cristianos? Y nos dice que nos
amemos al prójimo como nos amamos a nosotros mismos. ¿Y si nos amamos no
queremos que sean también buenos con nosotros, que sean misericordiosos con
nosotros? De la misma manera tenemos que ser misericordiosos con los demás. Es
que estamos entrando en la dinámica del amor. Y ese perdonar, porque también
nosotros nos sentimos perdonados, como decíamos, es una experiencia
insuperable, es una experiencia de amor.
Hoy nos habla Jesús del amor a los
enemigos, del amor también a los que no nos aman, porque nuestro amor tiene que
ser siempre generoso y universal. ¿En que nos vamos a distinguir si somos
seguidores de Jesús? ¿En hacer lo que hace todo el mundo? Como nos dice Jesús
saludar a los que nos saludan eso lo hacen también los que no creen en Jesús,
como ayudar solo a los que los ayudan. Entonces no habría nada diferente en
nuestra vida desde esa fe que tenemos en Jesús y desde esa experiencia del amor
de Dios que experimentamos en nuestra vida.
Es el camino que nos distingue a los
seguidores de Jesús.
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