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domingo, 4 de agosto de 2024

Vayamos en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El y pidámosle ‘Señor, danos siempre de ese pan’

 


Vayamos en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El y pidámosle ‘Señor, danos siempre de ese pan’

Éxodo 16, 2-4. 12-15; Salmo 77; Efesios 4, 17. 20-24; Juan 6, 24-35

Buscamos y a veces no encontramos; no sabemos dónde, no sabemos cómo; quizás tenemos que ponernos en camino, porque está en otro lugar, porque otra es la manera en que lo hemos de encontrar; perdemos el norte, no sabemos donde y cómo buscar; buscando incluso una cosa concreta que está dentro de nuestro interés, quizás encontramos otra mejor; por eso necesitamos atención, mirada nueva y distinta, quizás dejarnos aconsejar, dejarnos guiar.

Son muchas las cosas que vamos buscando por la vida; no todas tienen el mismo valor, tenemos que dar prioridades, saber qué es lo más importante, no quedarnos solo en lo material y primero que pueda aparecernos; esas búsquedas nos pueden llevar a una interiorización distinta de la vida, de las cosas, de las realidades que palpamos, porque hay otras cosas que no palpamos con las manos y pueden ser más importantes. De alguna manera siempre estamos en camino de búsqueda.

Hoy nos habla el evangelio de que aquella multitud a la que Jesús dio milagrosamente de comer allá en el descampado a la mañana siempre buscan a Jesús y no está; se vienen como pueden a Cafarnaún y allí de nuevo se encuentran con Jesús. Pero ahora Jesús les hace detenerse. Buscan a Jesús ¿por qué? Buscamos a Jesús, ¿por qué? Jesús les hace ver que lo están buscando porque en el desierto les había dado de comer pan en abundancia. Habían sobrado incluso doce canastos, a pesar de solo tener cinco panes.

Pero parece que no han sabido ver el signo. Lo tenemos tantas veces ante los ojos y no lo vemos, nos está hablando y no lo escuchamos. Jesús les dice que busquen un alimento que les de vida para siempre para que no siempre tengan que estar mendigando panes que no sacian. Les cuesta entender.

Y Jesús les habla del pan que El sí puede darles, un pan bajado del cielo. Se quedan pensando en el maná que comieron sus antepasados en el desierto, pero los que comieron aquel pan también murieron. Como nos quedamos nosotros siempre pensando en lo inmediato, la solución de las cosas del momento, y perdemos la trascendencia que tiene que tener la vida. Tiene que ser algo que vaya más allá del presente, algo que nos haga vivir de verdad. ¿Nos estará Jesús adelantando que hemos de saber encontrar un sentido para la vida? Luego otro será el pan que Jesús les está ofreciendo.

Comienzan a vislumbrar que es algo distinto a lo que están pensando de lo que Jesús les está hablando aunque terminan sin entender. Por eso continúa su búsqueda, sus preguntas. Tenemos que sabernos hacer muchas preguntas para que podamos encontrar la respuesta verdadera. No nos quedemos atascados.

Ellos se preguntan qué es lo que tienen que hacer. De alguna manera Jesús se los ha venido diciendo desde el principio porque su primer anuncio fue invitarles a salir de si mismos para comenzar a creer en algo nuevo; invitaba Jesús a la conversión  que era ponerse en camino de transformación para comenzar a vivir algo distinto. Era necesario creer en ese anuncio, en esa buena noticia.

Ahora les dice Jesús que esa buena noticia es El, han de creer en el Hijo del Hombre que viene sellado de Dios, viene con el sello de Dios, porque los milagros que hace son ese signo, ese sello de Dios en El. ‘Mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo’.

Quieren comer ellos de ese pan. ‘Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan’. Y es cuando Jesús hace la gran afirmación. ‘Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’. Tenemos que buscar a Jesús, sí, porque es el que nos da ‘el alimento que perdura para la vida eterna’, como nos había dicho. En Jesús vamos a encontrar eso nuevo que eleva nuestro espíritu, que nos llena de trascendencia y nos da verdadero sentido y plenitud a nuestra vida.

Es Jesús el que nos va a sacar de nuestras vaciedades y sin sentidos; es Jesús, como nos decía san Pablo en la carta a los Efesios, el que va a transformar ese hombre viejo de nuestra vida en un hombre nuevo de la gracia. ‘Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios’. Es en Jesús en quien vamos a encontrar esa plenitud de vida porque por la fuerza de su espíritu nos va a dar una vida nueva que nos hace sentirnos hijos de Dios.

Vayamos, pues, en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El. ‘Señor, danos siempre de ese pan’.

 

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