Hagamos
patente con nuestra vida el ideal del Reino de Dios envolviéndonos del amor y
de la paz para sentir que está en medio de nosotros
Sabiduría 7, 22 – 8,1; Sal 118; Lucas 17,
20-25
Algunas veces las palabras nos
confunden; sobre todo según lo que tengamos en la cabeza, la manera de enfocar
las cosas, las interpretaciones que nos hagamos, los conceptos que podamos
tener o las ideas preconcebidas. Hay palabras ambiguas, que pueden tener
distintos significados según donde las empleemos o con quienes las usemos; la
literalidad de una palabra en su interpretación nos puede confundir cuando
según la empleemos en un ámbito o en otro.
Esto nos vale también para la
interpretación de lo que escuchamos en el evangelio, como les sucedía a los
propios judíos al escuchar los anuncios de los profetas, o lo que Jesús ahora
les decía. Pensemos, por ejemplo, en la expresión el Reino de Dios. La palabra
reino en el concepto normal de la gente habla de una monarquía, de un
territorio sometido a esa monarquía o de una forma de gobernar. El pueblo judío
en largos periodos de su historia así estaban configurados, habían tenido sus
reyes. Ahora Vivian sometidos al imperio romano, y aunque quedaba la figura del
rey Herodes, quien en verdad tenían el dominio sobre el territorio eran los
romanos.
Escuchar ahora hablar del Reino de
Dios, un concepto que los profetas de alguna manera habían unido a la misión
del Mesías, para los judíos significaba la restauración de aquel antiguo reino
de Israel con la liberación del dominio de los romanos. Pero ¿era eso de lo que
Jesús les estaba hablando cuando les anunciaba el Reino de Dios? Ahí estaba por
medio la idea preconcebida de lo que era la misión del Mesías y ahora está esta
pregunta que le hacen a Jesús. ‘¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?’
La respuesta de Jesús es contundente,
aunque no terminan de entenderlo. No penséis, viene a decirle, que el reino de
Dios va a venir de una forma aparatosa, algo así como una conquista o una
victoria tras una guerra. No van a haber esas guerras ni esas batallas, viene a
decirles Jesús. Es otra la forma de vivir el Reino de Dios. Y les dice, ‘mirad,
el Reino de Dios no está aquí o está allí, está en medio de vosotros’.
El reino de Dios no es algo exterior,
aunque también muchas veces incluso nosotros los cristianos nos hemos envuelto
en ostentaciones de poder a la manera de los reinos de este mundo. También
nosotros nos hemos confundido muchas veces y hemos querido hacer ver muchas
veces la presencia de la Iglesia en medio del mundo como una ostentación de
poder. De cuantas cosas tenemos que despojarnos para darle sentido en nuestras
vidas al reino de Dios que decimos que queremos vivir. No confundamos las
palabras y los conceptos.
El reino de Dios tenemos que sentirlo
dentro de nosotros, tenemos que construirlo dentro de nosotros, cuando en
verdad lleguemos a reconocer que Dios es el único Señor de nuestra vida, lo único
que nos da sentido y valor y quien en verdad nos va a poner en nuevos caminos,
en nuevas actitudes, en nueva manera de hacer las cosas.
Es eso que decimos tantas veces que son
los valores del Reino; los valores no son signos ni señales de poder ni de
ostentación; es ese nuevo sentido que le damos a la vida cuando todo lo
envolvemos en el amor, y entonces seremos justos los unos con los otros,
entonces no nos dejaremos envolver por la violencia, entonces habrá rectitud en
nuestras vida y autenticidad y sinceridad, entonces siempre nos dejaremos guiar
por las buenas intenciones y deseos, entonces ya nadie hará daño a nadie porque
nos queremos como hermanos y nos queremos, y nos ayudamos, y somos capaces de
caminar juntos y de construir juntos poniendo cada uno lo mejor de si mismo sin
desconfianzas ni recelos.
Y eso lo tenemos que vivir desde lo más
hondo de nosotros mismos; y entonces el Reino no será nunca dominio de unos
sobre los otros; y entonces sentiremos la más hermosa paz en nuestros corazones
que se manifestará en la armonía y fraternidad que vivamos con los demás. Puede
parecer idílico, pero es en verdad el ideal que hemos de poner en nuestras
vidas, es la manera como estamos haciendo presente el Reino de Dios.
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