La
esperanza es una virtud fundamental que tenemos que saber avivar y cultivar con
fuerza en nuestro corazón para mantenernos firmes en el camino
Sabiduría 13,1-9; Sal 18; Lucas 17,26-37
Algunas veces nos acostumbramos a las
cosas, que si bien en un principio nos producen una gran impresión, parece que
con la repetición de noticias semejantes vamos perdiendo la sensibilidad y ya
aunque las oigamos repetidamente ya no las escuchamos, no le prestamos
atención.
¿Nos habremos acostumbrado a oír
noticias de guerra? Parece que a eso no nos acostumbraríamos, pero ¿quien le da
ahora la misma importancia a la guerra de Ucrania cuando llevamos tantos meses
oyendo hablar de lo mismo? Los
sufrimientos humanos ahí están, continúa la destrucción de una nación, y parece
que ya no le damos tanta importancia. Están los acontecimientos de la franja de
Gaza, y parece que unas noticias solapan las otras noticias y ya no sabemos a
qué darle más importancia, y al final casi terminamos olvidándolo.
Y podemos pensar en terremotos que con
su destrucción se llevan tantas vidas por delante, en volcanes que destruyen
lugares y ponen en peligro la vida de personas, en huracanes o ciclones que
todo lo arrasan dejando tras de sí muerte y desolación. Pero todos los años oímos
hablar de esos huracanes, y ahora hasta nos hacen gracia los nombres que le
ponen. ¿Habremos perdido la sensibilidad? ¿Nos estamos acostumbrando a todas
esas noticias?
Y todos esos acontecimientos vienen de
la noche a la mañana, como se suele decir, en el momento que menos lo
esperamos, y aunque haya señales que nos puedan delatar lo que puede suceder,
parece que eso no va a pasar y no les prestamos atención. ¿La desolación está
en todas esas cosas que suceden y de la manera cómo suceden, o la desolación
estará en nuestros corazones? Habría que pararse a pensar. ¿Y todas esas cosas
que suceden así de manera imprevista no pudieran ser llamadas para alguna
respuesta que tuviéramos que dar nosotros? ¿Habrá algún mensaje que pudiéramos
leer en todo eso?
Jesús nos habla en alguna ocasión en el
evangelio que hemos de saber leer los signos de los tiempos. Y de esto nos está
hablando hoy en el evangelio cuando nos da unas señales de algo que puede
suceder y de lo que hacemos en principio una lectura en cierto modo
escatológica, pensando en los tiempos finales. Unos tiempos finales que sabemos
que vendrán, no sabemos cómo ni cuando, pero que hemos de saber discernir bien
para nuestra vida.
En el momento presente también tenemos
momentos inesperados, y no pensamos ya solamente en esas catástrofes de la
naturales, como hemos venido describiendo, no pensamos solamente en ese
accidente inesperado quizás en la carretera o algo semejante y que también nos
puede dejar tras de si muerte y desolación, pero podemos pensar en las cosas de
cada día en que nos vamos encontrando también con cosas inesperadas, porque
cada uno tiene su manera de actuar y no sabemos como va a reaccionar el otro,
por ejemplo, o porque la vida nos va ofreciendo sorpresas en las que tenemos
que saber reaccionar, o en el camino de la historia que entre todos vamos
construyendo las cosas no se suceden como a nosotros nos gustaría y tenemos que
afrontar nuevas situaciones y problemas que también nos pueden llenar de
intranquilidad y turbación, como sucede con la vida político, por ejemplo.
¿Y cual tiene que ser nuestra forma de
reaccionar? ¿Dejarnos arrastrar por la angustia y la desesperación porque lo
vemos todo perdido? ¿No habrá ningún rayo de esperanza, ningún resquicio de luz
que nos dé fuerzas y ánimos para mantener nuestra lucha por algo mejor? Jesús
en el evangelio nos está diciendo que tenemos que estar atentos, que tenemos
que estar preparados, que no podemos perder la paz en el corazón, que tenemos
que aprovechar cualquier detalle que ponga esperanza, para mantenernos firmes,
para seguir con nuestra responsabilidad, para afrontar los problema con
valentía, para seguir sembrando nuestra semilla de vida poniendo todo nuestro
amor. Ni nos podemos acostumbrar ni podemos cruzarnos de brazos.
La esperanza es una virtud fundamental
para el cristiano. Tenemos que saberla avivar y cultivar en nuestro corazón. Es
la fuerza también que nos hace trascender nuestra vida. Es lo que nos mantiene
firmes en el camino por muy fuertes que sean los temporales. Y bien lo
necesitamos en estos tiempos.
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