Nos
tendríamos que preguntar qué lagunas tenemos en nuestra fe cuando no somos
generosos en el perdón y nos hacemos tan rigoristas con los débiles
Sabiduría 1,1-7; Sal 138; Lucas 17,1-6
Poner piedras en el camino, para
hacerte tropezar, para que encuentres obstáculos y al final te canses y
desistas de hacer el camino, para hacer que te desvíes del camino que lleva la
meta, a lo que quieres conseguir y al final te pierdas, para hacerte daño
porque te quieren mal, porque sienten la maldad en su corazón y parece que
disfrutan entorpeciendo a los demás, porque afloran resentimientos y envidias,
porque el orgullo nos corroe por dentro y hacemos lo posible y lo imposible
porque el otro no consiga lo que desee… Hemos comenzado hablando materialmente
de piedras en el camino para entorpecernos el recorrido que tengamos que hacer,
pero al final hemos terminado resaltando la malicia que aflora en muchos
corazones para hacer daño a los demás; y la maldad aparecerá en cosas
materiales, como puedan ser las piedras del camino, o serán otras muchas
intenciones torcidas que nos aparecen por dentro.
Es de lo que comienza hablándonos
Jesús. Y son los más débiles los que habitualmente sufren las consecuencias de
esos tropiezos porque en su debilidad es más fácil la caída. Y es esa malicia
con que nos estamos acostumbrando a actuar en la vida, porque todo son
desconfianzas, todo son recelos y envidias, amor propio herido y soberbias del corazón,
porque en nuestras vanidades no soportamos que otros puedan estar mejor que
nosotros e incluso hagan el bien cuando nos creemos que somos nosotros los únicos
que hacemos el bien y no terminamos de ver y reconocer el bien que hacen tantos
a nuestro lado. Y vienen los daños que nos hacemos los unos a los otros de mil
maneras; y viene el mal ejemplo que arrastra cuando nosotros no hacemos las
cosas bien y llevamos a los demás por mal camino. Y Jesús nos habla muy fuerte
y muy duro por ese daño que hacemos en los demás.
Y los discípulos más cercanos de Jesús
se ven sorprendidos por la dureza de Jesús en sus palabras para los que hacen
el mal y las nuevas actitudes que Jesús pide a los que quieren ser sus
seguidores. Porque a pesar de todo ese mal que nos hacemos, Jesús nos está
pidiendo que seamos capaces de tener comprensión en el corazón y cuando alguien
reconoce el mal generosamente le ofrezcamos el perdón. Y Jesús nos plantea que
el perdón hay que ofrecerlo siempre, no podemos poner medidas ni límites; todos
somos igualmente débiles y tropezamos muchas veces en la misma piedra, caemos
una y otra vez en las mismas debilidades. Y de la misma manera que queremos que
sean comprensivos con nosotros, así hemos de serlo también con los demás
siempre.
Es lo que a los discípulos se les hace
difícil. Entonces y ahora. Porque sigue siendo una piedra de tropezar hoy en
nosotros y hasta en la Iglesia lo de la generosidad del perdón a los que hayan
tropezado muchas veces. Nos cuesta perdonar. Se nos hace difícil. Mantenemos
muchas reservas. Se mantienen incluso en los protocolos de actuación también
muchas reservas y parece que no se tiene en cuenta mucho lo que Jesús nos dice.
Nos acogemos a unas palabras, a lo que nos interesa, pero olvidamos o
descartamos otras.
‘Aumentamos la fe’, le piden los discípulos a Jesús, porque todo aquello
que les está diciendo Jesús les parece como imposible realizarlo. Y Jesús nos
dice que si tuviéramos fe, aunque fuera tan pequeña como un grano de
mostaza, seríamos capaces de hacer grandes maravillas, hacer que la
morera se arranque de raíz y se plante en el mar. ¿Hasta dónde llegará
entonces nuestra fe cuando no somos capaces de hacer esa maravilla de ofrecer
generosamente el perdón a los que débiles han caído una y otra vez? ¿No habrá
por ahí, en muchos que no lo imaginamos incluso, muchas lagunas en la fe? ¿Por qué seremos tan rigoristas? ¿Qué imagen
damos de la misericordia y de la compasión? Nos da mucho que pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario