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viernes, 3 de marzo de 2023

Un motivo, una razón de ser, un ejemplo para la perfección y santidad de nuestra vida y la sublimidad del amor está en nuestro Padre celestial que a todos ama

 


Un motivo, una razón de ser, un ejemplo para la perfección y santidad de nuestra vida y la sublimidad del amor está en nuestro Padre celestial que a todos ama

Deuteronomio 26, 16-19; Sal 118; Mateo 5, 43-48

Con una misma palabra a veces manifestamos realidades o planteamientos distintos que nos podemos hacer y que a la larga expresan esas incongruencias con que vivimos muchas veces. La palabra a la que hago referencia que nos aparece hoy en el evangelio es la perfección, el ser o no perfectos.

Como perfectos queremos muchas veces en nuestra vanidad presentarnos ante los demás, queremos siempre mantener nuestra imagen, ocultamos nuestros defectos, no queremos que nadie se entere de nuestro errores, queremos que todos nos tengan por personas de gran rectitud y nos molesta tremendamente que alguien quiera sacarnos a relucir alguna cosa de nuestra vida que no tiene tanta claridad, hasta seriamos capaces de denunciar ante los tribunales ese desprestigio que nos pudieran ocasionar.

Pero ¿somos tan perfectos? Seguramente será un aura que nos queramos poner alrededor, porque realmente sabemos de nuestras debilidades, de nuestros errores, de nuestras meteduras de pata; miremos nuestra relación con los demás y allá en la sinceridad de nuestro corazón tendríamos que reconocer que nuestras actitudes, nuestras posturas, nuestros pensamientos y sospechas, los actos que realizamos no tienen tanta claridad; siempre nos aparecerán ramalazos de egoísmo y de insolidaridad, tentaciones de orgullo y de altivez, juicios y criticas injustas cuando no impregnadas de algún veneno, acción que no muestran tan a las claras la generosidad del corazón, recelos y resentimientos que nublan y enturbian las relaciones… cosas así nos aparecen en la vida muchas veces y ya no podemos decir que somos tan perfectos.

Y cuando se trata de lo que hoy se nos plantea en el evangelio el grado de perfección no siempre es tan alto. ¡Cuánto nos cuesta perdonar! A estas palabras de Jesús siempre encontraremos la forma de hacernos algunas rebajas. Jesús nos está hablando una vez más de la sublimidad del amor. No es cualquier cosa. Bien alto nos pone el listón. Son claras las palabras de Jesús.

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos’.

¿Seremos capaces de llegar a esta sublimidad del amor? Amor al prójimo, amor al enemigo, amor al que te haya hecho mal, amor al que te persigue… Y no es una cosa así como muy etérea lo que ha de ser ese amor, porque nos manda rezar incluso por los que nos persiguen o nos tratan mal. ¿Te habrás parado en alguna ocasión a rezar por aquella persona que te criticó? ¿Por aquella persona que te niega el saludo y vuelve la cabeza cuando pasa a tu lado? ¿Por aquella persona que tanto daño te hizo?

No es cualquier cosa lo que nos está pidiendo Jesús. Claro que El nos enseñó a rezar diciendo ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. No nos paramos mucho a pensar cuando rezamos el padrenuestro y decimos estas palabras mientras no nos hablamos con el vecino o con el pariente porque no sé cuanto tiempo hace un día dijo o hizo algo que te ofendió y nunca más volviste a hablarle.  Y nos queremos presentar como perfectos.

Por eso continuará enseñándonos Jesús que en algo tenemos que diferenciarnos de los gentiles o ninguna fe tienen, pero que son capaces de saludar y llevarse bien con todo aquel con quien se encuentran en la calle. Si solo saludas al que te saluda, si solo ayudas al que un día te ayudó a ti, nada estás haciendo de especial, eso lo hace cualquiera. Por eso terminará diciéndonos que seamos ‘perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto’. Ahí tenemos el motivo, la razón de nuestro amor, el ejemplo para nuestra vida para que no andemos con tantas incongruencias.

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