Pedir,
buscar, llamar… para sentirnos envueltos y empapados del gozo del Señor y con
una nueva paz en el corazón que nos abre a nuevos caminos de amor
Ester 4, 17k. l-z; Sal 137; Mateo 7, 7-12
Pedir,
buscar, llamar, tres palabras que nos ofrece Jesús hoy en el evangelio. Pero, ¿qué pedimos? ¿Qué buscamos? ¿A dónde llamamos? De entrada entendemos lo que
Jesús quiere decirnos. Pero quedémonos un poco en esas tres palabras, tres
actitudes, tres maneras de ir por la vida, podríamos decir, y que de alguna
manera nos van a decir donde tenemos nuestros intereses, qué sentido le damos a
la vida, cuáles con las cosas importantes por las que estaríamos dispuestos a
todo.
Algunas veces
pudiera parecer que eso de pedir no está bien visto. ¿Tenemos necesidades y nos
comemos el hambre por no ser humildes para reconocer nuestra carencia y acudir
donde se nos pueda remediar? Algunas veces, en algunas cosas, parece que es así;
el orgullo nos engarrota y no buscaremos salida a nuestras necesidades o a
nuestros problemas. El orgullo, la vanidad, el querer mantener nuestra imagen,
la autosuficiencia de que solo me valgo, pero también solo me hundo sin tener
entonces de donde agarrarme para salir a flote. No está definiendo un poco,
están saliendo a flote algunas actitudes o comportamientos nuestros. Por eso
decíamos que nos pueden definir.
Pero cuando
toca pedir, ¿por donde van nuestras peticiones? Y no es solamente en el sentido
espiritual que también hoy a la luz del evangelio tenemos que darle a estas
palabras. Lo que pedimos son nuestros deseos, nuestros anhelos, aquello a lo
que aspiramos o a donde queremos llegar, aquello por lo que nos afanamos. ¿No
estaremos muchas veces demasiados afanados por lo material, por el tener, por
la posesión de las cosas, tener para poder tener comodidades o una vida fácil?
No es ya lo que le vamos pidiendo a los demás desde nuestras carencias, sino lo
que realmente le pedimos a la vida, eso que ansiamos ser pero que muchas veces
se puede quedar en el tener. ¿Dónde están nuestros intereses?
Claro que
utilizando estas palabras en el aspecto de la oración, que es una parte
fundamental de lo que hoy nos quiere decir, de lo que nos quiere ofrecer la
Iglesia como pasos necesarios en este camino cuaresmal que estamos haciendo,
igual tenemos que preguntarnos cuáles son nuestros intereses ante Dios. Hemos
escuchado y reflexionado en días anteriores de cual es el estilo de oración y
de relación con Dios que Jesús nos enseña, cuando nos propone el padrenuestro.
En todo lo que es ese modelo de oración, vamos a llamarlo así, que Jesús nos
ofrece, solo en uno de los puntos se nos dice que pidamos el pan de cada día.
Nuestra
oración, veíamos, que es fundamentalmente gozarnos de la presencia de Dios con
su amor en nosotros, en nuestra vida, y cuando llega el momento de pedir algo
en ese encuentro con Dios, pediremos, sí, el pan de cada día, pero estaremos
pidiendo la paz para nuestro corazón cuando somos capaces de perdonar al tiempo
que somos perdonados, estaremos pidiendo que sepamos glorificar a Dios porque estemos
atentos a su voluntad, pediremos que sintamos su presencia para que con su
fuerza venzamos el mal, no nos dejemos dominar ni vencer por la tentación del
maligno.
Nos sabemos
muy bien el padrenuestro y lo repetimos quizás muchas veces cada día, pero en
aquello que es nuestra oración, esa que nos sale del corazón ¿iremos desde esa línea
que nos traza Jesús?
Hoy nos dice
que pidamos que recibiremos, que busquemos que vamos a encontrar, que llamemos
porque vamos a encontrar respuesta. ¿Qué es lo fundamental que le vamos a pedir
al Señor? ¿Qué buscamos y para qué
queremos que nos escuche? ¿Estaremos en verdad en la órbita de gozarnos en el
Señor, en su presencia, y así sentirnos inundados de su amor para amar con un amor
igual? Cuando terminamos nuestra oración, ¿realmente nuestro espíritu se
encuentra renovado, nos sentimos inundados por su paz?
No hay comentarios:
Publicar un comentario