Con que nos interesemos por el que está al borde del camino
ya es un paso muy importante que hará que quien no es tenido en cuenta ahora se
sienta valorado
Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5ª; Sal 1; Lucas
18, 35-43
El evangelio
nos habla de un ciego que está al borde del camino. Estamos en Jericó, el
camino que desde el valle del Jordán iniciaba la subida a Jerusalén. Un camino
muy transitado, los peregrinos que se dirigían a Jerusalén desde Galilea lo
hacían por este camino. Y siempre nos encontraremos al borde del camino quien
está con la mano tendida desde sus pobrezas, desde sus limitaciones y
carencias, dependientes de la buena voluntad de los que pasan por el camino.
Como sigue
sucediendo; no es necesario ir muy lejos, hoy los caminos son las mismas calles
de nuestras ciudades o de nuestros pueblos; siempre nos encontraremos con
alguien que está al borde del camino con sus carencias, con sus necesidades;
los sin techo, los que han venido de lejos esperando encontrar algo y no
encuentran nada, los desplazados de la sociedad, los que metidos en sus vicios
estarán esperando la pequeña moneda que juntar con otras para conseguir lo que
tanto desean, los que se han quedado solos en la vida y nada tienen, los que se
sienten abandonados y no se sienten queridos por nadie… cuantos al borde del
camino que nos hemos acostumbrado a ir sorteando por nuestras aceras o las
puertas de nuestras iglesias, que ya ni vemos.
Al borde del
camino envueltos en el silencio de quien pasa a su lado y ni tiene una mirada
compasiva ni una palabra agradable o en sus soledades porque se sienten
ignorados; al borde del camino demacrados quizás por el sufrimiento pero sobre
todo por la falta de esperanza; al borde del camino con los callos en el alma
de los desprecios sufridos o de palabras desagradables que laceran el alma; al
borde del camino siempre con una mirada aparentemente perdida pero que está
buscando un consuelo, a quien le pueda devolver la mirada, a quien le pueda
decir que pasa alguien importante a su lado por la vida, aunque de tanto llorar
esté ciego para reconocerle.
Aquel día alguien se dignó decirle
quien iba por el camino. 'Al oír que
pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: Pasa Jesús el
Nazareno’. Fue suficiente para él. Pedía una limosna con la que mitigar su
hambre y su necesidad pero ahora sentía que quien pasaba podía darle algo más. La
fama de Jesús se extendía por todas partes y a todas partes llegaban noticias
de cuanto Jesús hacía. Por eso él ahora tenía que buscar la manera de llegar a
Jesús. ‘Entonces empezó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’.
Pero
siempre el que está al borde del camino nos molesta. Por eso no lo miramos,
pasamos de largo, no queremos enterarnos. Aquellos gritos molestaban y querían
hacerlo callar. Iba a ser imposible llegar hasta Jesús porque una barrera se
seguía creando por medio, las barreras que tantas veces ponemos. Pero para
Jesús no hay barreras ni silencios que queramos interponer. ‘Pero Jesús se
paró para que se lo trajeran’.
En volandas
se sentía ahora llevado hasta los pies de Jesús. Se abrían nuevos caminos para él
solo con el interés de Jesús. ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ ¿Qué podía pedir? Sabía que de Jesús podía alcanzar
algo más, pues hasta él habían llegado noticias de lo que Jesús hacía. ¿Cuál
podía ser su respuesta? ‘Señor,
que recobre la vista’.
¿Seremos
capaces nosotros de detenernos para hablar con quien está al borde del camino?
¿Seremos capaces de preguntarle también qué es lo que podemos hacer por él?
Creo que no es necesario que hagamos ya más comentarios. Ahí nos está
interpelando Jesús. Ahí tenemos que enfrentarnos con esa realidad de nuestra
vida insolidaria, en la que nosotros somos los ciegos, nos hemos hecho tantas
veces los ciegos para no mirar, para no enterarnos, para que no se nos
compliquen las cosas.
No será
importante la moneda que en ese momento podamos compartir. Con que nos
interesemos por el que está al borde del camino ya es un paso muy importante
que hará que quien se siente ninguneado ahora se sienta valorado. Qué importante
esa mirada, ese detenernos, esa sencilla palabra, esos buenos días dichos con
calor humano.
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