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lunes, 14 de noviembre de 2022

Con que nos interesemos por el que está al borde del camino ya es un paso muy importante que hará que quien no es tenido en cuenta ahora se sienta valorado

 


Con que nos interesemos por el que está al borde del camino ya es un paso muy importante que hará que quien no es tenido en cuenta ahora se sienta valorado

Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5ª; Sal 1; Lucas 18, 35-43

El evangelio nos habla de un ciego que está al borde del camino. Estamos en Jericó, el camino que desde el valle del Jordán iniciaba la subida a Jerusalén. Un camino muy transitado, los peregrinos que se dirigían a Jerusalén desde Galilea lo hacían por este camino. Y siempre nos encontraremos al borde del camino quien está con la mano tendida desde sus pobrezas, desde sus limitaciones y carencias, dependientes de la buena voluntad de los que pasan por el camino.

Como sigue sucediendo; no es necesario ir muy lejos, hoy los caminos son las mismas calles de nuestras ciudades o de nuestros pueblos; siempre nos encontraremos con alguien que está al borde del camino con sus carencias, con sus necesidades; los sin techo, los que han venido de lejos esperando encontrar algo y no encuentran nada, los desplazados de la sociedad, los que metidos en sus vicios estarán esperando la pequeña moneda que juntar con otras para conseguir lo que tanto desean, los que se han quedado solos en la vida y nada tienen, los que se sienten abandonados y no se sienten queridos por nadie… cuantos al borde del camino que nos hemos acostumbrado a ir sorteando por nuestras aceras o las puertas de nuestras iglesias, que ya ni vemos.

Al borde del camino envueltos en el silencio de quien pasa a su lado y ni tiene una mirada compasiva ni una palabra agradable o en sus soledades porque se sienten ignorados; al borde del camino demacrados quizás por el sufrimiento pero sobre todo por la falta de esperanza; al borde del camino con los callos en el alma de los desprecios sufridos o de palabras desagradables que laceran el alma; al borde del camino siempre con una mirada aparentemente perdida pero que está buscando un consuelo, a quien le pueda devolver la mirada, a quien le pueda decir que pasa alguien importante a su lado por la vida, aunque de tanto llorar esté ciego para reconocerle.

Aquel día alguien se dignó decirle quien iba por el camino. 'Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: Pasa Jesús el Nazareno’. Fue suficiente para él. Pedía una limosna con la que mitigar su hambre y su necesidad pero ahora sentía que quien pasaba podía darle algo más. La fama de Jesús se extendía por todas partes y a todas partes llegaban noticias de cuanto Jesús hacía. Por eso él ahora tenía que buscar la manera de llegar a Jesús. ‘Entonces empezó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’.

Pero siempre el que está al borde del camino nos molesta. Por eso no lo miramos, pasamos de largo, no queremos enterarnos. Aquellos gritos molestaban y querían hacerlo callar. Iba a ser imposible llegar hasta Jesús porque una barrera se seguía creando por medio, las barreras que tantas veces ponemos. Pero para Jesús no hay barreras ni silencios que queramos interponer. ‘Pero Jesús se paró para que se lo trajeran’.

En volandas se sentía ahora llevado hasta los pies de Jesús. Se abrían nuevos caminos para él solo con el interés de Jesús. ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ ¿Qué podía pedir? Sabía que de Jesús podía alcanzar algo más, pues hasta él habían llegado noticias de lo que Jesús hacía. ¿Cuál podía ser su respuesta? ‘Señor, que recobre la vista’.

¿Seremos capaces nosotros de detenernos para hablar con quien está al borde del camino? ¿Seremos capaces de preguntarle también qué es lo que podemos hacer por él? Creo que no es necesario que hagamos ya más comentarios. Ahí nos está interpelando Jesús. Ahí tenemos que enfrentarnos con esa realidad de nuestra vida insolidaria, en la que nosotros somos los ciegos, nos hemos hecho tantas veces los ciegos para no mirar, para no enterarnos, para que no se nos compliquen las cosas.

No será importante la moneda que en ese momento podamos compartir. Con que nos interesemos por el que está al borde del camino ya es un paso muy importante que hará que quien se siente ninguneado ahora se sienta valorado. Qué importante esa mirada, ese detenernos, esa sencilla palabra, esos buenos días dichos con calor humano.

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